martes, 4 de noviembre de 2008

Nuevamente Hildegart


No es el primer post que dedicamos a Hildegart Rodríguez Carballeira. Como se recordará en otros post, esta mujer, dedicada a la política y a las cuestiones sexuales y de eugenesia, fue asesinada por su madre, Aurora Rodríguez Carballeira, el 9 de junio de 1933, en el domicilio que compartían en común en calle Galileo de Madrid. Todo un proceso posterior, seguido al detalle por Eduardo de Guzmán y Ezequiel Endériz, vertieron todo lo dicho en el juicio.

A través de la revista anarquista Estudios he recuperado un artículo del médico anarquista Isaac Puente, que firma como "Un médico rural", donde valora la figura de Aurora. Artículo interesante pues pone en entredicho el supuesto anarquismo del que se tilda a Aurora. Reproducimos el texto íntegro, que sirve para completar los anteriores post sobre Hildegart.


HILDEGART, O LA PATERNIDAD PRETENCIOSA

Un medico rural


A través de los minuciosos reportajes de Guzmán y Endériz en La Tierra, se nos aparece Aurora Rodríguez, la madre de la joven Hildegart, como una mujer excepcional, en concebir el ideal del hijo, en elegir el hombre que habría de fecundarla, en desafiar la moral gazmoña con el escandalo de su libertad sexual, y hasta en matar a la hija, por ver en ella el fracaso de las ilusiones y esperanzas puestas en ella.

Nos la pintan, además, como mujer consagrada a una idea redentora, que la lleva, en algún tiempo, a la creación de una colonia de afines, y que mas tarde, comprendiendo no puede ser obra de un solo individuo, durante el corto espacio de la vida, proyecta encontrar en su hija una continuadora de su obra de redención humana.

Desconocemos las ideas de doña Aurora, que no sabemos si pueden catalogarse en alguna doctrina social, pero sabemos que nada tienen que ver con la anarquía, aunque los reporteros apliquen con frecuencia a doña Aurora el dictado de anarquista. Sabemos algo del pensar de la madre de la Hildegart, a través de la producción de la joven muerta, cuya producción literaria fue, al parecer, inspirada y hasta dictada por su madre. La trayectoria política seguida por la Hildegart, militando primero en el socialismo y saltando luego al partido federal, habla muy poco en favor del discernimiento ideológico o de la firmeza de convicciones de su mentora.

En mi concepto, no tiene nada de excelente este excepcionalidad de la madre de Hildegart, ni puede aleccionar a la humanidad con nada que pueda ser ejemplar. Lejos de ello, demuestra adolecer de una serie de creencias que nos la hacen repelente y antipática.

Ante todo, el prejuicio falso y nefasto de que le hijo será como queramos que sea. Todo padre es víctima de esa ilusión, que solo puede hacerse realidad por mera coincidencia o por malograrse en él su verdadera personalidad.

El hijo es siempre una incógnita. Es el efecto de la combinación de los caracteres heredados (paternos y maternos) unos aparentes en los padres y otros ocultos. Pero en el nuevo ser hay también algo nuevo, algo que no existía anteriormente, una personalidad ante la que estamos obligados a postergarnos, rodeándola de todos los respetos. Doña Aurora fue a elegir un padre, del cual desconocía todos los detalles que habría sido menester tener en cuenta para ilusionarse con un fruto perfecto y acomodado a su ideal.

Mas repelente que la madre, que quiera una hija acomodada a su ideal humano, es la educadora, que pretende moldearle conforme a su idea preconcebida, que sacrifica todos sus impulsos infantiles y somete a la hija a la mas rígida tiranía educativa. En fuerza de obligarla al estudio, consigue hacerla brillar como un joven portento, quien sabe a costa de cuantas lágrimas y de cuanto dolor infantil contenido. Doña Aurora se nos muestra como la madrastra despótica que a toda costa quiere hacer de su hija un ser acomodado a su pensar, sin respetar la espontaneidad de su sentir, violentando sus inclinaciones, intentando deformar su naturaleza.

Pero su acto cumbre, el de poner fin de cuatro tiros a la vida de su hija, no ha podido ser un acto consciente, porque a la edad de la Hildegart no puede darse nada por perdido ni por malogrado, pues está aun todo por hacer. Estaba en la edad de la duda, de la autoformación consciente, de la elaboración lenta y vacilante de la personalidad. Este crimen es la coronación de un calvario penoso; el remate y la consumación de la patria potestad tiranizando a la infancia; la vida joven que nace y pugna por expandirse, constreñida, maltratada y sacrificada por lo viejo, que no resiste a desaparecer y no se resigna a dejar de ser obstáculo.

Entre la madre que pretende afiliar a su hija, no a un ideal sentido, sino a un ideal impuesto, y la hija, que se resiste a dejarse modelar, nuestras simpatías mas vivas están con la hija rebelde. Es un atentado a la humanidad, a las ideas emancipadoras y a la Naturaleza, el que, puestas dos vidas en colisión, sea la caduca la que destruya la vida en germen. Hubiéramos encontrado justificado el crimen de la hija contra la madre, liberándose de la férula de la personalidad que pugnaba por arrollar la suya. Hubiera sido la respuesta digna a una existencia sojuzgada.

Es repelente toda imposición, hasta la educativa. No hay nada excelso que pueda servir para justificarla.

El hijo, frente a sus padres, no tiene ningún deber y tiene todos los derechos. El padre, frente a su hijo, no puede invocar ningún derecho y solo puede sentirse ligado por deberes.

La Hildergart puede ser el símbolo de la infancia y la juventud sacrificadas al capricho paternal. En ella ha culminado la tragedia de la infancia y la juventud, esclavizadas en la familia, en nombre del derecho de propiedad sobre los hijos, como en algún tiempo se tuvo sobre los siervos.

Su madre, en cambio, encarna todo el negro pasado de la tiranía personal.

(Estudios, noviembre 1933)

2 comentarios:

Unknown dijo...

Me parece excelente el diagnóstico que traza el gran Isaac Puente sobre la personalidad de Aurora Rodríguez. Desde luego, lejos de poder adscribirse la conducta de Aurora a la noble corriente anarquista, la misma lo único que revela es un cuadro patológico de extrema gravedad, como se vió por las tristes consecuencias.
Gracias por tan interesante aportación.

Cuboderubik dijo...

Me acuerdo de cuando oí hablar por primera vez de la historia de Hildegart: en el salón de la casa de Carmen Bueno. Gracias por dejarnos acompañarte. En ésa y en tantas otras ocasiones. Pedacitos de Historia.