martes, 27 de noviembre de 2012

El periódico "CNT" ha cumplido 80 años

Con motivo del 80 aniversario del periódico CNT se ha editado un libro escrito por María Losada, Juan Pablo Calero, Carles Sanz y Julián Vadillo, sobre la trayectoria de este medio confederal desde su fundación el 14 de noviembre de 1932 hasta la actualidad. Un necesario reconocimiento para una de las cabeceras más longevas del obrerismo español.

El 14 de noviembre de 1932 aparecía por primera vez en Madrid el periódico CNT. Concebido como “Órgano de expresión de la Confederación Nacional del Trabajo”, podía uno más entre los miles de periódicos que los anarquista editaron en España (“si se juntan dos anarquistas hacen un periódico”, decían). Sin embargo la importancia del CNT estriba en más cosas. Era el reflejo de una incipiente CNT madrileña, que con la proclamación de la Segunda República había comido terreno en la que históricamente era la central sindical de Madrid, la UGT. Sobre todo en dos sectores, uno de ellos clave para los socialistas madrileños: construcción y camareros. Igualmente la nueva cabecera gana protagonismo frente al que hasta ese momento es el periódico referencia de los libertarios y de la extrema izquierda republicana: La Tierra. Estamos ante un periódico de clara implantación madrileña, pues los órganos por excelencia de los anarquistas de aquello momentos son Solidaridad Obrera y Tierra y Libertad. Su primer director fue el asturiano Avelino González Mallada y era de tirada diaria.
            La etapa del periódico CNT durante la República es muy clara. Defensa de los valores del anarcosindicalismo y denuncia de las políticas que el gobierno republicano-socialista está llevando, que consideran insuficientes para la mejora de la clase obrera en España. En sus páginas se pueden seguir todos los conflictos que surgen a lo largo de 1933, teniendo especial importancia los sucesos de Casas Viejas o el llamamiento al boicot electoral en noviembre de 1933. Muchas plumas que escribían para La Tierra pasan a ser colaboradores del periódico confederal.
            La victoria de la derecha en 1933 y las políticas regresivas que comienzan a desarrollar desde entonces tienen una contestación en el diario confederal. El apoyo a los numerosos conflictos, como las huelgas de la construcción, de camareros y la huelga general de octubre de 1934, tienen un reflejo en sus páginas. Y es precisamente la represión generada tras la derrota de la huelga general de octubre de 1934 lo que liquida la primera época del diario confederal.
            Podría haber acabado ahí la historia del CNT. La victoria del Frente Popular en febrero de 1936 no significó el regreso del diario a las calles y kioskos madrileños. Sin embargo el golpe de Estado contra la República el 18 de julio de 1936, animó a los libertarios madrileños a volver a sacar nuevamente la cabecera. A partir del 24 de julio el CNT volvió a estar en las calles de Madrid, al haberse incautado de las rotativas del diario ultraconservador El Siglo Futuro. En formato diario y con variación de páginas, el CNT fue fiel hasta el final de la Guerra Civil en marzo de 1939. Dirigido en ese momento por José García Pradas, por sus páginas escribieron las plumas más importantes del anarcosindicalismo español. Lucia Sánchez Saornil (fundadora de Mujeres Libres), Juan Gallego Crespo, Abraham Guillén, Eduardo de Guzmán, etc. Incluso anarquistas internacionalmente conocidos como Emma Goldman o Rudolf Rocker escribieron en sus páginas. Pero entre todos tendríamos que destacar a tres. Elías García, que falleció en Córdoba en 1937, y que era cronista de los frentes del sur.  Manuel Zambruno Barrera (Nobruzán), que tuvo crónica casi diaria. Y Mauro Bajatierra Morán, con diferencia el mejor cronista de guerra del conflicto civil español y una de las primeras víctimas del fascismo en Madrid en marzo de 1939. Pero el periódico CNT aglutinó durante ese periodo a los mejores fotógrafos, a importantes poetas como Antonio Agraz o a dibujantes como Coq (Gallo) o Alejo, que hicieron del CNT uno de los mejores periódicos del momento. No caminó en solitario en órgano confederal en Madrid. En 1937 había surgido una nueva cabecera, Castilla Libre. Y así junto a otras como Campo Libre o Frente Libertario.
            Pero la derrota de la Guerra Civil significó el exilio y la represión para todos los integrantes del movimiento libertario. El CNT pasó a la clandestinidad. En un momento complicado para la historia del anarquismo, donde la contribución de sangre en la lucha contra la dictadura fue enorme, surgieron multitud de cabeceras con el título de CNT, que duraba poco tiempo. A medida que caían los distintos comités nacionales de la CNT, leer la prensa confederal era más difícil. Aun así innumerables cabeceras recorrían las ciudades españolas de forma clandestina. El CNT llegó a tener una tirada de 12000 ejemplares en 1945. Pero la dura represión y la división en la que se vio inmerso los libertarios hicieron que poco a poco se fuera fragmentando su visibilidad, que aun en la década de 1960 era de gran importancia.
            Junto a la edición clandestina en el interior, también se desarrolló una edición en el exilio confederal. Aun así las políticas de general Charles de Gaulle que tendieron a la represión contra las estructuras de las organizaciones españolas exiliadas, hizo desaparecer el CNT, que pasó a denominarse Espoir, con sede en Toulouse.
            Tras la muerte de Franco y la vuelta de parte de los exiliados, las estructuras libertarias volvieron a desarrollarse con fuerza. El CNT volvió a aparecer y cubrió las noticias más importantes del anarcosindicalismo en aquellos primeros momentos: el mitin de San Sebastián de los Reyes, la legalización en mayo de 1977, el mitin de Montjuich, el caso Scala, las jornadas y el V Congreso de 1979, etc. Sin embargo la ruptura y escisión provocaron que el órgano de la Confederación fuese irregular hasta la llegada de la década de 1990. Desde entonces el CNT tiene una periodicidad mensual (durante un tiempo fue quincenario), y ha vuelto a ser en la actualidad un referencia para la información de las luchas sindicales en un incipiente anarcosindicalismo cenetista.
            Es de justicia recordar y conmemorar, que tras tanto tiempo, tras tanta represión y crimen, las páginas (y su edición digital) del CNT se puedan seguir leyendo en España.

viernes, 23 de noviembre de 2012

El anarcosindicalismo catalán no era independentista

Artículo aparecido en la Web de Diagonal.


Con la proximidad de las elecciones catalanas hemos podido comprobar el poder que los referentes históricos tienen para justificar las posiciones ideológicas presentes. Y para poder llegar a esos cometidos no se duda en ningún momento en manipular, malversar o malinterpretar algunas posiciones. Algo que en el nacionalismo es muy usual.

En una entrevista a David Fernández, candidato de las CUP (Candidatures d´Unitat Popular), se puso a Salvador Seguí, el “Noi del Sucre”, como ejemplo de la búsqueda de la independencia de Cataluña por un discurso que dio en el Ateneo de Madrid en octubre de 1919. Otras aportaciones han repetido la idea también en las páginas de DIAGONAL. El texto extraído decía así: “Que se dé, no ya la autonomía, que está después de todo es aceptable; que se dé incluso la independencia a Cataluña, y ¿sabéis quienes serían los primeros en no aceptar la independencia de Cataluña? Nosotros, no; de ninguna manera. Nosotros nos entenderíamos muy bien y pronto con la burguesía catalana. ¿Sabéis, repito, quienes serían los primeros en no aceptar la independencia de Cataluña? Los mercaderes de la Liga regionalista; la misma burguesía catalana que está dentro de la Liga regionalista, sería la que no aceptaría de ninguna manera la independencia de Cataluña”. Analizando el párrafo se puede llegar a la conclusión que Salvador Seguí, figura indiscutible de la CNT en ese momento, era partidario o no vería con malos ojos la independencia catalana. Así se puede formar la idea de que el anarcosindicalismo tuvo una variante independentista en Cataluña.

Recurrí a mi biblioteca donde tenía transcrito el texto completo de Salvador Seguí en el Ateneo de Madrid. En 1919 tanto Salvador Seguí como Ángel Pestaña dieron una serie de conferencias en Madrid donde departieron del sindicalismo y del terrorismo patronal en Barcelona. Al leer la conferencia completa de Seguí se puede entender lo extrapolada y fuera de lugar que queda la argumentación del dirigente de las CUP o posteriores políticos que recurrieron a Seguí para justificar sus ideas. En esa misma conferencia Seguí dice textualmente lo siguiente: “En Cataluña –hay necesidad de decirlo así – existe otro problema que el nuestro, y este he dicho ya anteriormente, no es el problema de Cataluña que es de España y es universal. En Cataluña no hay problema catalán, porque allí solamente siente ese problema la burguesía organizada, que está bajo los auspicios de la Liga regionalista”. El epígrafe que encabeza la conferencia reza de forma contundente: "En Cataluña no hay otro problema que el del proletariado". En aquellas interesantes conferencias tanto Salvador Seguí como Ángel Pestaña quisieron demostrar lo siguiente: El problema que existía en el proletariado catalán era el problema que había generado el capitalismo. En aquellos momentos esa burguesía catalana, que defendía la independencia de Cataluña, apoyaba al Fomento del Trabajo y veía con buenos las políticas de represión contra el movimiento obrero que se estaba llevando a cabo por parte de los gobernadores civiles, militares, el Sindicato Libre de la patronal y la propia Corona de España. Un pistolerismo que llevó a Salvador Seguí a ser asesinado en 1923. Asesinato aplaudido por Cambó y los regionalistas.

Quizá escogió mal ejemplo el miembro de la CUP para poder reivindicar la independencia de Cataluña desde posiciones de izquierdas. El anarcosindicalismo nunca fue partidario de la independencia de Cataluña. Se da la situación de que la organización más poderosa del movimiento obrero catalán era la CNT, que apenas tenía sentimientos nacionalistas. Muy por el contrario los nacionalistas catalanes partían de posiciones de inferioridad numérica. Ello llevaba incluso a tildar a los integrantes de la CNT de “murcianos”, nombre despectivo que se daba a todo aquel que no había nacido en Cataluña.

Los sectores más progresistas del catalanismo, como fueron Lluis Companys, Francesc Layret (asesinados también por los pistoleros del Sindicato Libre) o Francesc Macià, intentaron siempre ganarse la confianza de los libertarios. Sin embargo la CNT siempre leyó la lucha política en clave internacionalista, al igual que era un sindicato de enorme implantación en todo el territorio español.

Cuando se proclamó la República en 1931, fue quizá el momento más dulce del nacionalismo catalán. Sin embargo no llegaron a proclamar la independencia de Cataluña. Los factores fueron varios:

 1. Companys no pudo ver cumplido su objetivo de una República catalana dentro de la República española. El modelo que adoptó el Estado republicano español fue el autonómico. En ese sentido Companys no era un independentista sino un republicano federal

 2. El independentismo quedó reducido a unos pequeños grupos como Estat catalá, cuyos miembros Josep Dencàs y Ventura Gassol fueron acusados de acercamiento a los fascistas italianos. En el caso de Dencàs era cierto.

 3. La fuerza del anarcosindicalismo en Cataluña impedía cualquier intento de independencia, pues las fuerzas libertarias podrían conducir la revolución por derroteros que la propia burguesía catalana no aceptaba. De hecho los catalanistas llegaron a hacer surgir un sindicato propio de payeses, la Unió de Rabassaires (nacida en 1922), con el objetivo de descargar de influencia a la CNT.

Tal es así que al decretarse la Huelga General revolucionaria de octubre de 1934, la CNT la apoya en toda España, pero no la convoca en Cataluña, donde son los nacionalistas los que encabezan el movimiento y los anarcosindicalistas no se sienten identificados con ellos.

El inicio de Guerra Civil marca el canto del cisne para todas las organizaciones. En Cataluña se desarrolla una autentica revolución en el campo y la ciudad que desborda a las organizaciones nacionalistas como ERC, hasta que paulatinamente se vuelven a hacer con el control de la situación. Pero en todo momento la CNT tuvo una importantísima presencia tanto en los comités de fábrica, en el campo o en la Generalitat de Cataluña, hasta los Sucesos de Mayo de 1937. ERC, o algunos de sus sectores, encuentran un buen aliado en el PSUC, partido que proviene de la unificación de fuerzas emprendidas por los comunistas, que llegan incluso a controlar el sindicato UGT para plantear una contrafuerza a la CNT. Un PSUC que se mostró como una sección catalana de la Komintern, política que era incluso censurada por el propio PCE, pues solo podía haber una sección de la Internacional por país. Pero el PSUC llegó a conseguir el reconocimiento dentro de la Komintern como sección gracias a las gestiones de Joan Comorera, lo cual planteó una ruptura en la fuerte unidad que se había cimentado en el comunismo español hasta ese momento.

La derrota en la Guerra provoca la fuerte represión contra todos los componentes de las organizaciones de izquierda. A la muerte del dictador y la vuelta de la organizaciones a la legalidad, es el momento en el que en Cataluña, ya sin la influencia del anarcosindicalismo minado por la represión franquista y por el caso Scala y las escisiones en democracia, el nacionalismo se vuelve hegemónico.

Los independentistas catalanes tienen multitud de referentes históricos para poder cimentar sus ideas. Desde Companys hasta Layret, de Maciá a Tarradellas, y así un largo etcétera. Pero poner como ejemplo a Salvador Seguí o a cualquier anarcosindicalista es meterse en un jardín difícil de justificar, porque si hubo un movimiento que compitió con el nacionalismo por la influencia de la clase obrera, ese fue el anarcosindicalismo, movimiento hegemónico en el movimiento obrero y político catalán.

lunes, 19 de noviembre de 2012

EL CONOMICIMIENTO MILITAR EN ANTIMILITARISTAS NATOS

La editorial Queimada ha reeditado el libro El error militar de las izquierdas de Abraham Guillén. Un texto de enorme interés donde se analiza los posibles errores en el ámbito militar de la República durante la Guerra Civil y las posibilidades que se habría tenido de que las armas hubiesen sido favorables a la causa republicana. Un gran acierto el haber reeditado dicha obra. 
Cuelgo aquí el prólogo a esta nueva edición que amablemente me encargo la editorial.

La Guerra Civil española significó una prueba de fuego para el movimiento obrero español. La poderosa organización que los organismos obreros habían alcanzado en España es una de las razones por la cual las fuerzas conservadoras, derechistas y reaccionarias de la sociedad se levantan en armas contra la República española en julio de 1936. El movimiento que había surgido en Asturias en octubre de 1934 había demostrado la capacidad organizativa del movimiento obrero (recordemos que Oviedo se declaro en República socialista y en Gijón se proclamó el comunismo libertario). Eso demostró a los defensores del viejo orden que sus estructuras podían caer. Por ello el general Mola tenía muy claro que la única manera de descabezar a ese movimiento obrero era imponiendo el terror contra sus partidos y sindicatos.
            La larga trayectoria del movimiento obrero español había llegado a uno de sus momentos dulces en ese verano de 1936. Desde hacía décadas (1868 es el año de la llegada de Fanelli a España y la creación de la Federación Regional Española) el obrerismo español había analizado la sociedad y había presentado a los enemigos seculares de los trabajadores y los intereses que les movían contra la clase obrera.
            Uno de esos enemigos fue el Ejército y el militarismo. Las impopulares guerra en la que los distintos gobiernos de España habían entrado y por las cuales era la sangre de los trabajadores las que se derramaba, hizo que los organismos obreros, sobre todo anarquistas, considerara a la casta militar como un enemigo a batir. La Guerra de Cuba de 1898 o las distintas guerra en el norte de África son un ejemplo de ello. Las clases burguesas no acudían a la guerra al pagar cantidades importantes de dinero que hacía que sus hijos nunca fuesen a los lugares de conflicto. Por el contrario los trabajadores no tenían esos recursos económicos y sus hijos eran enrolados a la fuerza y llevados a unas guerras con unas posibilidades de supervivencia muy reducidas. Mientras tanto esas mismas familias burguesas pedían que el gobierno entrara en guerra pues sus negocios se beneficiaban del conflicto. Unos negocios donde las condiciones de vida de los trabajadores eran realmente duras.
            Sin embargo la lectura de la guerra y del Ejército era diferente para socialistas que para anarquistas. Mientras los primeros, aun oponiéndose a la guerra, consideraban injusto que solo fuesen los hijos de los trabajadores, lanzando campañas como “¡O todos, o ninguno!”, el anarquismo ponían en tela de juicio la propia existencia del Ejército y de la casta militar que lo encabezaba:

“Otra calamidad nuevecita es la del militarismo. Esta improductiva gentuza, arrogantes y briosos, como matones entre miedosos, han tomado la alternativa, como diría un revistero taurino, y se han metido a primeros espadas liándose a cintazaros con los periodistas burgueses por el quítame allá esas pajas de creerse ofendidos en su dignidad de zánganos y en su clase de asesinos legales (…).
Y tras los palos, la ley militar, por sí y ante sí, haciendo mangas y capirotes de la libertad de estos buenos ciudadanos periodistas que con sus bombos al ejército contribuyeron a elevarlos hasta la cúspide de la soberbia del matón por excelencia.”[1]

            Aun así los anarquistas sabían marcar y analizar los que sucedía en el seno de ese ejército. Dentro del pragmatismo que siempre caracterizó los análisis libertarios, el que fuese un ejército de leva donde estaban la mayoría de los trabajadores, consideraban lo siguiente:

“No rechazamos el ejército; no a esas masas de hijos del trabajo hacinado sen los cuarteles; rechazamos – porque para nada nos sirve – a la aristocracia del ejército, a ese elemento autocrático y dominador que hace del soldado una máquina de sus caprichos.
Los soldados son hijos del pueblo, los soldados no son responsables de la desmoralización que en ellos introducen asquerosas Ordenanzas, impuestas por esa semilla que tratamos que desaparezca.”[2].

            Esta idea de la composición de obreros en el Ejército, le llevó al anarquismo a sacar incluso órganos de expresión para introducir en los propios cuarteles y llevar la voz del anarquismo a los soldados que lo conformaban. Periódico como el Soldado del Pueblo, editado en Madrid y que desde muy temprano aparece en la documentación de la FAI madrileña, es un ejemplo de ello, ya en el periodo republicano.
            Pero igualmente a los anarquistas no se les pasaba por alto la existencia de elementos más liberales y avanzados en el propio ejército, con lo que en algunos momento de la historia llegaron a tener contacto y desarrollar movimiento insurreccionales en conjunto. La simpatías que militares republicanos como Nicolás Estévanez tenían hacia el anarquismo, la participación de los libertarios en conspiraciones con militares durante la dictadura de Primo de Rivera o las grandes simpatías que Fermín Galán, mártir de Jaca, mostraba hacía el anarquismo, son ejemplo de ello[3].
            Y cuando estalla la Guerra Civil los anarquistas se encuentran ante una tesitura muy complicada. Frente a un ejército sublevado hay que oponer una resistencia. Y esa resistencia la representó las Milicias populares que aplastan el golpe. Y a medida que avanza la guerra, desde las páginas de los periódicos anarquistas así como en el seno de las propias organizaciones se pide el Mando Único. Cuando los libertarios aceptan la militarización, lo hacen con una idea muy clara: van a ser soldados de la República, pero nunca bajo el mando de un partido concreto. Critican de esta manera la actividad que los comunistas están desarrollando y la idea de implantación de un modelo militar parecido al Quinto Regimiento. Así justifica la decisión de la militarización Cipriano Mera:

“Val, el comandante Palacios y yo nos presentamos en el Estado Mayor de la Defensa de Madrid. El general Miaja nos recibió nada más llegar y se apresuró a felicitarnos por la defensa que había hecho nuestras fuerzas en la Cuesta de las Perdices. Hizo al mismo tiempo un gran elogio del comandante Palacios.
      Contesté a Miaja que no veníamos a buscar felicitaciones. Que su presencia ante él obedecía a mi decisión de aceptar la militarización y de ponerme a sus órdenes:
-                      Mi general, sé perfectamente que no poseo los conocimientos necesarios en la orden militar y soy incapaz para mandar una gran unidad. Pero visto el fracaso de las Milicias, si puedo ayudar a militarizarlas, cosa que estimo de urgente necesidad. Póngame de sargento, de cabo o de simple soldado, me es igual, ya que mi único interés consiste en ser más útil de lo que he sido hasta ahora. Aquí estoy para lo que mande.
-                      Muy bien, Mera – se apresuró a decir el teniente coronel Rojo, que estaba presente –: ese es el único camino que nos permitirá ganar la guerra.
-                      Aunque algo tarde, Mera – dijo entonces el general Miaja –, lo importante es que hayas comprendido esa necesidad. Todavía es tiempo de enderezar la situación. Lo que hace falta es que en lo sucesivo antepongas los intereses de la guerra a todos los demás. No tiene que haber intereses personales, ni siquiera de organización o partido, frente a los supremos de ganar la guerra.
-                      Así lo entiendo yo ahora – respondí –, después de haber aceptado la militarización y decidirme a ser yo en lo sucesivo un militar más. Desde hoy quedo a las órdenes exclusivas del gobierno de la República y de sus mandos militares superiores. Este paso que doy me ha costado muchas horas de reflexión e incluso hubo momento en que, aunque no lo crean, las lágrimas me han saltado de los ojos solo al pensar que las profundas convicciones que anidaron siempre en mi de una radical transformación social, quedarían en gran parte abandonadas al aceptar la militarización. Pero el sacrificio de los que han caído en la lucha no ha de ser en vano. Además, cabe esperar que cuando ganemos la guerra habrá una República distinta a la que conocimos hasta ahora, una República que tenga mucho más en cuenta los intereses de los trabajadores.”[4]

            Lo que sorprende del movimiento libertario es la capacidad que tuvo de adaptarse a la nueva estructura militar y a al modelo de hacer una guerra. Siendo como había sido el anarquismo un movimiento de carácter antimilitarista sorprendió la capacidad militar de muchos de sus militantes. Los casos de Cipriano Mera (antes citado), Miguel González Inestal, Ricardo Sanz, García Vivancos, etc., son paradigmáticos de obreros convertidos en militares con grandes dotes para ello.
            ¿A que se debió este aspecto? En primer lugar muchos libertarios habían vivido la guerra muy de cerca en las campañas que los distintos gobiernos de la monarquía borbónica habían conducido al país en Marruecos. Esto les había dado conocimiento de que era una guerra. Por otra parte, en la biblioteca de los sindicatos obreros, existían numerosos libros de estrategia militar. Los militantes anarquistas, en su deseo de cultivarse y formarse, querían conocer las armas de sus enemigos para poder combatirlos con conocimientos.
            Abraham Guillén (Corduente, Guadalajara, 1913-Madrid, 1993) no solo fue para el movimiento libertario uno de los máximos conocedores de las teorías económicas del mismo. Guillén se convierte en uno de los mejores conocedores de la estrategia militar y guerrillera. Su experiencia durante la Guerra Civil y la que le dio el exilio en la participación en guerrillas en Uruguay, le convierte en uno de los pocos anarquistas autorizados para hablar de la estrategia militar. En El error militar de la izquierdas, Guillén hace un repaso a lo que fue la organización y estrategia militar del Ejército Popular de la República. Para Guillén la República podría haber ganado la guerra, pero partió del error de combatir a un ejército profesional con otro, abandonando la táctica guerrillera como elemento fundamental para derrotar al Ejército regular enemigo.
            Pero lejos de la idea usual que se pueda dar del anarquismo (estableciendo lugares comunes) que nieguen la existencia de un Ejército en la guerra, Guillén establece que para haber ganado la Guerra Civil no era suficiente solo un ejército regular. Éste era necesario para combatir en campo abierto al enemigo. Pero a él se tenían que unir unidades de Milicias Populares regionales, para dar cobertura a ese ejército profesional, y sobre todo unidades de guerrillas locales que actuasen en la retaguardia del enemigo para destruir sus infraestructuras.
            Guillén analiza batalla a batalla y deja claro que la defensa de Madrid fue lo más cercano a ese modelo de guerrilla. Y por eso Madrid resistió tres años. Sin embargo cuando el Ejército Popular establecía estrategias de choque frontal en campo abierto, las derrotas fueron cayendo sobre la República. Una estrategia, según Guillén, establecidas por los militares profesionales y por los comunistas que se tornó en fracaso absoluto. Ni siquiera la Batalla de Guadalajara es para Guillén un ejemplo de victoria, pues las bajas fueron casi iguales y después se renunció a unidades motorizadas que hubiesen supuesto ganar terreno al enemigo.
            Esta obra se puede completar con artículos que el propio Abraham Guillén escribió durante la Guerra Civil. En el periódico CNT tuvo algunas colaboraciones hablando de estrategia militar. Destacaríamos, por ejemplo, su artículo “La organización de retaguardia y la coordinación de mandos militares”[5], donde ya presenta dotes para la estrategia militar. Y es que para Abraham Guillén la dirección de la guerra esta íntimamente ligada al desarrollo político y social de la misma.
            Tenemos que felicitar a la editorial Queimada que haya vuelto a editar esta obra, que no se conocía en España desde 1980. Bajo el nuevo título de El error político militar de la República. La pérdida de la Guerra Civil, 1936-1939, se reedita una obra necesaria e importante a la par que olvidada por la amplia literatura sobre el conflicto civil español. Gracias a los esfuerzo de Joaquín y José Antonio (que son quienes llevan esta editorial) hoy podemos volver a disfrutar de este gran clásico, de este análisis militar desde la pluma de un anarquista.

Julián Vadillo Muñoz
Octubre de 2012



[1] El Despertar. 20 de abril de 1895
[2] El Corsario. 21 de mayo de 1893
[3] Ver Fermín Galán. Nueva creación. La política ya no es solo arte sino ciencia, Rafael Caro Reggio, Madrid, 1931
[4] Cipriano Mera. Guerra, exilio y cárcel de un anarcosindicalista, LaMalatesta y otros, Madrid, 2006. Pág. 165-166.
[5] CNT. 20 de octubre de 1936

domingo, 4 de noviembre de 2012

SALUD CANUTO. QUE LA TIERRA TE SEA LEVE

Este es el obituario que escribí para el compañero Canuto Pedro Marcos Centenera, militante histórico de la CNT de Guadalajara fallecido el pasado 9 de octubre. Está publicado en el último número del periódico CNT.

El pasado 9 de octubre nos dejaba nuestro compañero Canuto Pedro Marcos Centenera, histórico militante de la CNT de Guadalajara. Ya en noviembre de 2009 le dediqué un artículo en las páginas de nuestro periódico. Ahora vuelvo sobre él, cuando con 93 años nos ha dejado definitivamente.
            Ya llevaba un tiempo achacoso. Las piernas dejaron de responderle. Pero sin embargo no había perdido ni el empuje ni las ganas de luchar por un mundo mejor y más justo. Cuando podía, nos acompañaban a las manifestaciones del Primero de Mayo, a las de la defensa de la sanidad y la educación pública, contra la reforma laboral, etc. No había perdido en tantos años su conciencia de clase.
            Y así fue. Como se suele decir, “genio y figura hasta la sepultura”. Porque Canuto (a él le gustaba que le llamaran Canuto) pasó sus últimos días en el Hospital de Guadalajara. Y allí presidía su cama un cartel en defensa de la Sanidad Pública. Esa que tanto ha costado conseguir y que tan fácil nos quieren arrebatar. Y para un anarquista, que nos arrebaten nuestros derechos no es plato de buen gusto. Por eso se lucha.
            Nos temíamos lo peor cuando unos días antes su sobrino vino a la sede del sindicato a pedir una bandera de la CNT. Porque Canuto lo tenía dicho. Cuando él muriera la bandera de la CNT tenía que estar presente. Y también que no faltara la música. Por eso también se le pasó los himnos revolucionarios de nuestra organización. A pesar de todo tuvo una leve mejoría. Las suficientes fuerzas como para escribir, por última vez, al sindicato. No se olvidaba de su sindicato. De su organización obrera.
            Sin embargo, el 9 de octubre a las 3:00 de la mañana no pudo aguantar más. Canuto nos dejaba definitivamente. A partir de ese momento familiares y compañeros de la organización rendimos un tributo a Canuto. La bandera de la CNT estuvo es su féretro (también la republicana, bajo la que había combatido durante la Guerra Civil, como soldado y como tanquista). Y en su entierro se hizo lo que él quería. Fueron los libertarios y sus familiares quienes le portaron en hombros hasta su último refugio. Allí le esperaba su hermano Emiliano, fusilado por el fascismo el 9 de marzo de 1940. “Me he comprado un piso al lado del de mi hermano” decía en sus últimos momentos. Y es que su hermano Emiliano fue quien más influjo tuvo sobre su persona. Su anarquismo viene de ahí. Emiliano fue uno de los organizadores de la CNT en Guadalajara durante la República. Su militancia fue muy destacada. Su muerte muy sentida por Canuto. Recordaba Canuto como el cura y los falangistas de Guadalajara reían cuando fusilaron a Emialiano. Como vejaron su memoria y la vida del propio Canuto, que más de una vez tuvo que dormir fuera de casa por amenaza de los criminales falangistas.
            Y allí, en la fosa donde reposan los restos de centenares de combatientes por la libertad en España. Allí junto a su hermano Emiliano, rendimos a Canuto un último homenaje. Con la bandera se le descendió. Esa bandera que se regaló a su compañera de toda la vida y a sus hijos. Allí la CNT dirigió unas palabras para Canuto. Un recuerdo de su vida. Un recuerdo de su existencia. Un legado para el anarcosindicalismo. Él decía que en su muerte había que cantar. Y así lo hicimos. “¡A las barricadas! ¡A las barricadas! Por el triunfo de la Confederación.” Nuestro himno. El himno de los trabajadores de todo el mundo. El himno de Canuto Pedro Marcos Centenera.
            Desde que le conocí hace ya años y hasta cerca de su muerte, Canuto se definía como un anarquista. “Seré anarquista toda mi vida” nos decía. Y nosotros contigo, compañero. Hoy más que nunca.

Julián Vadillo Muñoz