viernes, 20 de diciembre de 2013

Anton Chejov a medio camino

Artículo sobre el escritor ruso publicado en la edición digital del periódico Diagonal

La literatura rusa es, por justicia, una de las que más ha contribuido a la literatura universal. Grandes nombres jalonan a un extenso país como Rusia: Gogol, Dostoievsky, Pushkin, Gorki, Lermontov, Griboyedov, Pisarev, Dobrolubov, Belinsky, Turgenev, Tolstoi, etc. Novela, poesía, teatro, todas las materias fueron trabajadas por los rusos. Muchos de estos autores tuvieron un fuerte compromiso político. Pushkin participó de la revolución decembrista de 1825. Turgenev o Pisarev tuvieron compromisos políticos próximos al nihilismo (como corriente político-cultural) o a un vago socialismo. Tolstoi estuvo a caballo entre un cristianismo social y el anarquismo. Gorki y su obra La madre (entre otras) no dejan lugar a dudas.
            Pero en muchas ocasiones la contribución de estos autores para con la Revolución no se ceñía exclusivamente al campo político. Llevar componentes revolucionarios a la literatura fue también un elemento fundamental.
            Un autor conocido en estas lides es Anton Chejov (1860-1904). Si por algo destacó la obra de Chejov fue con los innumerables relatos cortos y cuentos que escribió. Fue su especialidad y por lo que le coloca en un lugar preeminente de la literatura universal. Pero Chejov no solo escribió relatos cortos y cuentos. Su contribución también es palpable en un pequeño grupo de novelas, algún ensayo y obras de teatro.
            El tiempo que le tocó vivir a Chejov fue convulso. Es un periodo donde se asentó la base de la posterior transformación revolucionaria que vivió Rusia en el la década de 1900 y 1910. Si bien Chejov tiene un gran volumen de obras vamos a centrarnos aquí un poco en su producción teatral.
            La obra dramatúrgica de Chejov se concentra entre 1881 y 1890, con alguna obra esporádica a final de la última década del siglo XIX e inicios del siglo XX. La corriente literaria en la que podríamos encuadrar a Chejov es el naturalismo. Un movimiento naturalista que tan bien represento en novela el francés Emile Zola. Si por algo se caracterizó el naturalismo fue la plasmación minuciosa de la sociedad, por trasmitir los problemas diarios de la misma a través de los personajes de la obra. Algo que Chejov cumple a la perfección en obras como La gaviota o Tío Vania. Descripción que en muchas ocasiones puede resultar lenta para el espectador pero que es absolutamente necesario para encuadrar la obra.
            Los personajes de las obras de Chejov están perfectamente definidos. Trasmiten los problemas del momento histórico que vivió Chejov. Tanto a nivel social como a nivel artístico. En ejemplo de La gaviota es paradigmático. Personajes que quieren hacerse un hueco en el mundo del teatro con las nuevas vanguardias que ya apuntaban frente a aquellos que se resistían a esas nuevas concepciones del arte dramático. No deja de ser un debate entre la juventud y la vejez. Un mundo caduco que se resiste a irse frente a la desesperación de las nuevas generaciones que no logran hacerse un hueco en el panorama. Y en ese tira y afloja el dramatismo y el final tráfico es inevitable.
            De Chejov hay que destacar una cosa fundamental. Vive a medio camino entre la desaparición de las concepciones clásicas del teatro frente al surgimiento de las nuevas vanguardias. Engancha con la generación clásica de los autores rusos y conoce a las figuras revolucionarias de los años venideros. De entre esas amistades hay una que destaca sobremanera para el futuro del teatro. La de Kostantín Sergueievich Alekséyev más conocido como Kostantín Stanislavski. El intento de plasmar la naturalidad de los actores es cosecha del propio Staniskavski en las obras de Chejov.
            Y es que Stanislavski comienza a desarrollar un concepto, “el método Stanislavski”, que revolucionaría las artes escénicas. La naturalidad del actor, la virtud de escuchar, que el actor se encuentre consigo mismo, ser creativo, etc. Todos unos conceptos que Chejov no verá desarrollado en su plenitud por su temprana muerte en 1904 de tuberculosis, pero que tuvo en otros autores como Meyerhold o Boleslawski a algunos de sus mejores representantes.
            Este modelo de teatro que creó Chejov y que desarrolló en método Stanislavski es que se encuentra la Revolución rusa. Los cometidos revolucionarios políticos de ésta sirvieron para impulsar el vanguardismo revolucionario en el arte. Una época dorada de Rusia que tuvo su mejor referente en un autor como Chejov. 

Julián Vadillo

Foto: A la izquierda Anton Chejov. A la derecha Máximo Gorki

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