viernes, 28 de marzo de 2014

El final de la Guerra Civil y la Revolución. Aquel marzo de 1939. Alcalá de Henares

Al cumplirse 75 años del final de la Guerra Civil, reproduzco aquí el último epígrafre de mi tesis doctoral donde relató el final de la Guerra en Alcalá de Henares. En unos días el libro completo de mi tesis doctoral va a estar disponible en las librerías (El movimiento obrero en Alcalá de Henares, 1868-1939. Silente ediciones, 2014)

La partición de la zona republicana en dos, cuando el ejército sublevado llegó a Vinaroz, la pérdida de Teruel, la situación mermada del Ejército Popular de la República tras la Batalla del Ebro y la caída de Barcelona el 26 de enero de 1939, dejaba herida de muerte a la República española. El gobierno de Juan Negrín, que desde el 5 de abril de 1938 contaba nuevamente con la participación de todas las fuerzas políticas y sindicales, quedaba duramente erosionado por los reveses militares.
A estos problemas de carácter militar se unían los de carácter político. A nivel internacional, las Brigadas Internacionales se habían retirado de España. En febrero de 1939, Francia y Gran Bretaña reconocieron de forma oficial al gobierno sublevado de Franco. Si la política de No Intervención había generado a la República un duro revés y se encontraba internacionalmente aislada, la retirada de la ayuda de los brigadistas, el cambio de estrategia política de la URSS y el abandono definitivo de las potencias democráticas, dejaba a la República con unos pertrechos muy pobres de cara al exterior.
A todo ello se unía un sentimiento, en muchos sectores de la izquierda, de rechazo al gobierno de Negrín y a la actitud del PCE. Para diversos sectores del PSOE, gran parte del movimiento libertario y una parte de los partidos republicanos, la legitimidad del gobierno negrinista estaba entredicho. Y la política en la dirección de guerra del PCE se tomaba como una manipulación soviética. Muchos sectores consideraban que Negrín estaba en manos de los comunistas y que estos estaban manipulando la guerra a sus propios intereses partidistas y en franca obediencia a los designios de la URSS. La oposición a Negrín, por parte de diversos sectores del PSOE, sobre todo del largocaballerismo, venía por las disputas del control del propio partido. La salida de Largo Caballero del gobierno no fue bien recibida y los intentos de los distintos sectores por el control de la UGT deterioran mucho a la organización socialista. Muchos jóvenes socialistas comenzaron a separarse de la JSU y a reestructurar las Juventudes Socialistas. Las acusaciones de “criptocomunismo” se empezaron a hacer extensivas. La unificación del PSOE y del PCE, que se buscó en algunos momentos, quedó suspendida.
Por lo que respecta al movimiento libertario, la competencia por el control del movimiento obrero entre comunistas y anarquistas fue algo que se desarrolló durante toda la Guerra Civil. Los numerosos enfrentamientos entre ambas tendencias habían llegado a sucesos sangrientos que desencadenaron la primavera de 1937 y los luctuosos Sucesos de Mayo en Barcelona. En aquella ocasión, los comunistas tomaron ventaja respecto a los libertarios. La CNT se vio excluida del gobierno tras la caída de Largo Caballero y Negrín no estaba por la labor, en un principio, de dar participación a las organizaciones sindicales en la dirección política de la República. Los libertarios buscaron entonces una alianza con la UGT y siguieron pidiendo la constitución de un gobierno de carácter sindical. Aun así, el Comité Nacional de la CNT, encabezado por Mariano Rodríguez Vázquez, quería que los libertarios volviesen a tomar parte del gobierno, cosa que consiguieron en abril de 1938 con Segundo Blanco. Esta cuestión suscitó enfrentamientos y discusiones entre los que veían el colaboracionismo como positivo, para impedir así el avance comunista, y los que no lo veían conveniente y solicitaban regresar a los postulados antiestatistas. Aunque en cualquiera de las posiciones los comunistas eran vistos como un rival a batir.
Lo cierto es que los comunistas había tomado el control de muchos mandos del Ejército y eso fue visto por el resto de fuerzas antifascistas como un peligro. Muchas de ellas se lanzaron a controlar el mayor número de unidades militares así como el comisariado.
Pero lo que quedaba claro es que a la altura de febrero de 1939 determinadas fuerzas antifascistas y leales a la República tenían excesivas querellas tanto con el gobierno de Negrín como con los comunistas. Algunos sectores del Ejército también estaban disconformes con el desarrollo de la Guerra. En la mente de todos, tanto del gobierno como de sectores que se oponían a él, planeaba la idea de una “Paz Honrosa” y de intentar liquidar la guerra de tal manera que la República y sus defensores quedaran en la mejor posición. La táctica de la resistencia por todos los medios era compartida por muchos sectores antifascistas. Pero las fuerzas de la población cada vez eran más escasas al igual que los recursos.
En ese contexto se produce la formación del Consejo Nacional de Defensa (CND) en Madrid el 5 de marzo de 1939 y la destitución del gobierno de Juan Negrín. A la cabeza del CND se sitúo el coronel Segismundo Casado, que en aquel momento era Jefe del Ejército del Centro. A su lado estuvieron representantes de las organizaciones republicanas, los libertarios, los socialistas caballeristas y algunas figuras de importancia como el socialista Julián Besteiro o el general José Miaja. El motivo de la constitución del CND era llenar el vacío de poder que había en la zona republicana e intentar negociar la paz con el ejército sublevado.
El gobierno de Negrín consideró la formación del CND como un golpe de Estado contra la República. Apoyado por los comunistas defendieron la legalidad del gobierno y acusaron de intrusión y golpismo a Casado y los suyos. Esto provocó que unidades militares que no apoyaron al CND se mantuvieran leales al gobierno y se iniciara dentro de la zona republicana, ya circunscrita solo al Centro y Levante, una guerra civil entre los partidarios del gobierno de Negrín y los partidarios del CND.
Y en esta lucha intestina, que acabó por desangrar a la España republicana, Alcalá de Henares tuvo un papel protagonista. El Consejo Municipal de Alcalá de Henares en aquel momento tenía al socialista Simón García de Pedro como Alcalde, y una amplia mayoría representativa de socialistas y libertarios. Los comunistas tenían entonces dos concejales, siendo uno de ellos Victoria Aparicio, la primera concejala mujer de Alcalá de Henares.
Cuando se constituyó el Consejo Nacional de Defensa en Madrid, la 300 Brigada Guerrillera y la Primera Brigada de Tanques, ubicadas en Alcalá de Henares, se mantienen fieles al gobierno de Negrín. El IV Cuerpo de Ejercito, al mando del anarcosindicalista Cipriano Mera, hace movilizar a la 14 División, en manos del socialista Liberino González, para que cerque la ciudad de Alcalá de Henares. Aun así en un primer momento la unidad guerrillera logra mantener Alcalá de Henares y ocupa Torrejón de Ardoz. Casado manda entonces desde Madrid unidades militares para apoyar a las fuerzas del IV Cuerpo de Ejército que el día 9 de marzo toma definitivamente Alcalá de Henares y Torrejón de Ardoz. “(…) Liberino me telefoneó para anunciarme que se habían apoderado de Alcalá de Henares y que se encontraban en el Puente de San Fernando, sobre el Tajuña, de nuevo parados por orden de Casado.”.
Tomada Alcalá de Henares por las fuerzas del CND, la ciudad complutense albergó un gran número de detenidos y de material de Guerra. En los días sucesivos, cuando las fuerzas casadistas se hicieron con el control total de la situación, todos los detenidos fueron trasladados a Alcalá de Henares. Según las memorias de Segismundo Casado “La sublevación comunista terminó con la concentración de 15000 prisioneros en la zona de Alcalá de Henares, creándose bastantes dificultades para su abastecimiento.”. A pesar de que el número que facilita Casado de detenidos es excesivamente alto, no tuvieron que ser pocos los que fueron trasladados a la ciudad complutense. Estos presos fueron hacinados cerca del aeródromo de Alcalá, donde se encontraba la que fue residencia del jefe de la aviación republicana, Hidalgo de Cisneros. Allí establecieron un campo de concentración donde fueron presos muchos militantes comunistas y mandos del Ejército que habían defendido al gobierno de Juan Negrín. Este campo de concentración fue conocido como Caño Gordo. Allí quedaron esos presos cuando las tropas franquistas tomaron Alcalá de Henares. Y a ellos se unieron en los primeros días tras la derrota republicana el resto de militantes antifascistas detenidos por las fuerzas rebeldes.
Los días que duró la lucha, la actividad municipal quedó suspendida y las actividades de las organizaciones sindicales y políticas también. En la sesión municipal del 14 de marzo de 1939, el Consejo Municipal de Alcalá se adhiere al CND y excluye de la representación municipal al PCE. “Expresan también su protesta para el Partido Comunista y su adhesión a la Junta Nacional de Defensa. Cumplido por Izquierda Republicana, Hollemaert por Unión Republicana, Castaño por la CNT y Cao por el Partido Socialista (…)”.
Por aquellas fechas el consistorio alcalaíno estaba en plena elección de nuevo Alcalde, que de forma accidental lo estaba ejerciendo el libertario Elías Fernández. Este pasará a la historia por ser el último Alcalde constitucional de Alcalá de Henares.
Al ser suspendido el PCE y todas las organizaciones a él afines, sus locales fueron clausurados. En Alcalá de Henares esa clausura se produjo durante los días de las luchas entre el CND y los negrinistas. El local del PCE y de la AMA son incautados y sus bienes controlados por las fuerzas triunfantes.
Los socialistas también intentan limar sus diferencias y encauzar su propia situación representativa. Destituyen a algunos de sus representantes en el Consejo, como Claudio Sanz, que había sido presidente del Comité Enlace UGT-CNT, “por pertenecer al Partido Comunista y en su virtud retirarle la confianza”. Nombra como sustituto al ugetista Saturnino Pérez Guajardo. Era el 22 de marzo de 1939. Nunca llegó a ejercer como concejal. La última sesión del Ayuntamiento se celebró el 19 de marzo.
El día 28 de marzo, cuando las calles de Madrid eran ocupadas por el ejército rebelde, en Alcalá de Henares se izó la bandera bicolor en el balcón de Teléfonos. Los partidarios del nuevo régimen estaban felices. Los defensores de la legalidad republicana preocupados y con miedo. El Ayuntamiento lo ocupó Antonio Luis Sanz. Las calles comienzan a llenarse de falangistas que hasta la fecha habían estado escondidos o emboscados. Muchos leales a la República huían de la ciudad.
El día 30 de marzo Alcalá de Henares es ocupada por la columna de Sagardía. Se celebró una misa en la Plaza de Cervantes y se constituyó una administración municipal compuesta por José Félix Huerta Calopa, Tomás García Hidalgo, Baltasar Rodríguez Salinas, Máximo de Francisco y de la Riva y Ricardo Pérez Manzano.
A partir de ese momento las cárceles y los campos de concentración se llenaron de militantes obreros. La República había perdido la guerra. El movimiento obrero había sido derrotado. Más de setenta años de historia de obrerismo complutense que le esperaba la cárcel, los paredones de fusilamiento, el exilio y la clandestinidad.

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