viernes, 22 de agosto de 2014

LA ENCRUCIJADA DEL MOVIMIENTO OBRERO ANTE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL

Tercera entrega sobre la Primera Guerra Mundial. El artículo de Julián Vadillo sobre el movimiento obrero ante la Gran Guerra.

Cuando en 1918 finalizó la Primera Guerra Mundial, el mapa europeo cambió radicalmente a aquel que había visto nacer el conflicto en 1914. Y algo parecido le sucedió al movimiento obrero que cuando finalizó la Guerra Mundial había cambiando sustancialmente su taxonomía.
            De cara a como el movimiento obrero analizó y actuó durante la guerra habría que distinguir  entre la actitud que mantuvieron los socialdemócratas y la que mantuvieron los anarquistas, que en esos momentos eran los movimientos obreros más importantes y organizados a nivel internacional.
            La posición de los socialistas antes la guerra nunca fue clara. Si bien desde sus medios emitían proclamas contra la guerra entre los pueblos habían disparidad de opiniones de como afrontar las campañas contra la guerra. Como ejemplos el socialismo español al estallar la guerra de Cuba salió con el lema ¡O todos, o ninguno!, queriendo denunciar que a la guerra solo iban los hijos de los trabajadores que no tenían suficiente capacidad económica para librarse. El Congreso de Copenhague de 1910 dejó muy clara las diferencias entre los socialistas franceses que tenía una importante influencia del sindicalismo revolucionario y optaban por la proclamación de la huelga general en caso de conflicto bélico, y los socialistas austriacos y alemanes que consideraban contraproducente esa opción ya que podían ser perseguidos en sus países por traidores. Esa división se fue acrecentado con el tiempo en el seno de los propios partidos.
            Las voces contra la guerra en Francia las alzaron socialistas como Jean Jaurès o sindicalistas revolucionarios como Alphonse Merrheim. La mentalidad antimilitarista de Merrheim le llevó a condenar las leyes que el gobierno de Millerand introdujo. El el Congreso de Marsella la posición quedó clara: “El congreso declara que es preciso, desde el punto de vista internacional, instruir a los trabajadores, a fin de que en caso  de guerra entre potencias, respondan a la declaración de guerra con una declaración de huelga general revolucionaria”.
            De esta misma opinión era el dirigente socialista Jean Jaurès que condenó la Guerra desde el principio y apoyaba la idea de una huelga general ante la misma. Sin embargo Jaurès fue asesinado el 31 de julio de 1914 por un fanático ultranacionalista, Raoul Villain, poniendo fin a una de las carreras más brillantes del socialismo internacional.
            La división del socialismo era tan evidente que mientras unos pedían la paz y la huelga general otros votaron los créditos de guerra en sus países, como los socialdemócratas alemanes y austriacos. Algunos como Jules Guesde formaron parte del gobierno de concentración nacional francés presidido por René Viviani. El socialismo italiano se dividió por las mismas circunstancias.
            El caso del anarquismo fue mucho más homogéneo. Su postura había quedado muy clara en los decenio anteriores así como en el Congreso de Ámsterdam de 1907. Salvo algunas excepciones como el caso de Kropotkin, Grave, Mella o Malato que apoyaron a los aliados en declaración expresa en el “Manifiesto de los 16”, la posición general y mayoritaria fue la de la condena a la guerra. Errico Malatesta tuvo intervenciones brillantes contra la guerra y en crítica a los libertarios que si apoyaron al bando aliado.

            Aunque España fue un país neutral durante la guerra, las consecuencias de la misma se dejaron sentir pues muchos empresarios españoles se beneficiaron de la venta de armas. Y el movimiento obrero dio su respuesta. Si los socialistas fueron aliadófilos, en propias palabras de Pablo Iglesias, la CNT y el movimiento libertario se opusieron en bloque a la guerra, considerándola un conflicto imperialista y capitalista.  Incluso en abril de 1915 se llegó a convocar un Congreso por la Paz en Ferrol, impulsado por los anarquistas, que fue prohibido por el gobierno.  Allí acudieron una buena parte los libertarios españoles, portugueses y de otras nacionalidades.
            Los beneficios económicos de los empresarios españoles llevaron a anarquistas y socialistas a oponerse a la política del gobierno español y a la convocatoria de una huelga general revolucionaria en agosto de 1917, cristalizando así el primer gran pacto entre la CNT y la UGT, las dos grandes centrales sindicales españolas.
            El final de la Guerra Mundial significó una fractura social en España y el inicio de un ciclo de conflictividad que llevó al movimiento obrero a las mayores cotas de movilización y a una dura represión por parte del gobierno.
            Lo quedó claro con el estallido de la Guerra fue que la II Internacional nacida en París en 1889 había quedado rota y herida de muerte. Los intentos de conciliación de las distintas posiciones del socialismo fueron inútiles. La reunión de la Oficina Socialista Internacional el 29 de julio de 1914 no hizo sino mostrar las divisiones.
            Ante esta división en la ciudad de Zimmerwald (Suiza) se reunieron una serie de socialistas y sindicalistas opuestos a la guerra. Allí las disputas fueron otras. O constituir una nueva internacional como proponía Lenin o intentar mantener la II Internacional vaciándola de los elementos “chovinistas”. Esta “II Internacional y media” vino a mostrar a un movimiento revolucionario ruso que ganaba influencia frente a otras posiciones. Lenin sacó la clara conclusión de que solo la revolución podía parar la guerra.
            El gran hito del movimiento obrero en aquellos años fue el estallido y triunfo de la Revolución rusa de 1917. El gobierno de los bolcheviques firmo la paz con Alemania en Brest-Litovsk perdiendo un tercio del territorio ruso y saliendo Rusia de la Guerra, que ya estaba inmersa en una guerra civil.
            Al finalizar la guerra el movimiento obrero estaba dividido entre una socialdemocracia que había apoyado el conflicto y que participó de la reconstrucción reformista de algunos países europeos, una parte de la izquierda socialista que paulatinamente fueron constituyendo los partidos comunistas y participaron de intentonas revolucionarias como en Alemania en 1918 o en Hungría en 1919 y un movimiento anarquista fuerte en España que participó junto a sus homólogos europeos en la reconstrucción de la Asociación Internacional de los Trabajadores.

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