lunes, 25 de mayo de 2015

MIAJA. EL MILITAR DE LA DEFENSA DE MADRID

Hace unos días tuve la oportunidad de presentar el libro Cuartel general. La vida del general Miaja en 30 capítulos en el marco de una presentación organizada por la Cátedra Complutense de Memoria Histórica del siglo XX. Hacía bastante tiempo que había hablado con el con el encargado de la edición, el profesor de antropología de la UBU Ignacio Fernández de Mata, de la posibilidad de presentar este libro en Madrid. En el momento que me lo propuso no lo dudé. La figura del general Miaja ha quedado eclipsada en la historia de la defensa de Madrid y casi siempre que se ha hecho ha sido para resaltar su poca capacidad militar o su apoyo al golpe de Casado en marzo de 1939. Me interesaba que la figura de Miaja tuviera otra cobertura, que se le diera otra visión.
La edición (o reedición) de la obra de Eduardo de Ontañón también servía para rescatar la figura de este burgalés. Periodista, escritor, librero, intelectual, etc., republicano convencido en una ciudad como Burgos, su paso a Madrid y su afiliación al PCE en la Guerra Civil y la caída en desgracia del mismo, así como su exilio, merecía la pena ser rescatado a través de esta obra. Es interesante lo que Ignacio Fernández dice. Ahora muchas veces hacemos una valoración de la historia con los ojos del presente. Acachamos conservadurismo a ciudades por la situación actual. Sin embargo el Burgos de la proclamación de la República fue una ciudad con un fuerte componente progresista. Y Ontañón era uno de sus representantes. Por su participación en el sindicalismo de la ciudad y de los centros culturales y sociales republicanos de la misma. Porque la librería Ontañón, cuyo local se mantiene todavía en el Paseo del Espolón, era un referente de la cultura abierta y progresista de una pequeña capital de provincia, que luego fue la sede la España franquista y cuyo suelo es hoy una gran tumba del franquismo.
El libro que nos presenta Ignacio Fernández de Mata es realmente interesante. Quiza porque hace algunos años recuperé la figura de Mauro Bajatierra, el periodista anarquista madrileño que escribió las crónica del “CNT” con con Nobruzán y Elias García, la vida de los periodistas en la Guerra Civil y su trayectoria me parece muy interesante. Ignacio Fernández nos hace un estudio introductorio sobre la figura de Ontañón y de la sociedad en la que vivió. Luego analiza la obra que ha recuperado, Cuartel general. La vida del general Miaja en 30 capítulos.
La vida de Ontañón es muy interesante. Natural de Burgos, vinculado a los centros progresista de la ciudad, se fue haciendo un hueco en la vida cultural y política de la ciudad. Obras suyas como El cura Merino. Su vida en folletín de 1933 de la editorial Espasa-Calpe, donde muestra la biografía de un personaje defensor del absolutismo, sería la punta de lanza de una extensa obra. Su llegada a Madrid y su vinculación a distintos grupos editoriales antes y durante la Guerra Civil, hacen de Ontañón una figura que hoy es casi desconocida pero que tuvo enorme trascendencia en la época. Como dice Ignacio Fernández, su vinculación al PCE se debe a una cuestión emocional no ideológica, ya que las ideas de Ontañón responden más a un republicanismo avanzado pero para nada cercano al marxismo. Esto viene a confirmar que el PCE durante la Guerra Civil aglutinó en su seno a los sectores de ese republicanismo burgués de los años treinta y que en aquellos años de la guerra estaba plantando batalla para el control del movimiento obrero. Pero el sistema estricto y jerarquico del PCE era muy ajeno a Ontañón, con el que acabó rompiendo y fue considerado por ello un “traidor”.
Pero la obra de Cuartel general. La vida del general Miaja en 30 capítulos no se puede entender sin entrar en la retorica de guerra muy del gusto del PCE. La obra es una alegoría al general Miaja. Elevar un icono para la defensa de Madrid. Repasando la vida del José Miaja Menant, para hacer ver sus orígenes humildes y su lealtad a la República. Miaja no fue un militar que destacara en tiempos anteriores. Pero es verdad, y dejando a un lado las epopeyas que marca en en el libro, que tuvo la suficiente capacidad, junto con Vicente Rojo y con la colaboración imprescindible de las milicias (sobre todo comunistas y anarquistas) y la Brigadas Internacionales, de poder defender Madrid de los ataques de Franco. Algo que quizá no ha quedado nunca tan claro cuando se ha hablado de la defensa de Madrid.
El libro de Ontañón trasmite también la efervescencia de aquellos días. Como buen literato nos lleva en volanda por el Madrid de noviembre de 1936, por la heroicidad de algunos actos y algunos nombres que se repiten en distintos cronistas de la época (Coll, Balmaseda, etc.) Interesante es la importancia que Ontañón le concede al cine. Fundamental medio para la moral de los combatientes.


 Solo podemos decir que la elección de Ignacio Fernández de Mata de recuperar la figura de Ontañón, de Miaja y de esta obra desconocida en acertada. Un libro interesante, un libro que recupera la memoria y la historia. Uno más de aquellos que se escribieron en aquellos jornadas como Madrid es nuestro donde participaban periodistas comunistas como Clemente Cimorra, Jesús Izcaray, Mariano Perla y el propio Eduardo de Ontañón o Crónicas de Frente de Madrid de Mauro Bajatierra. Les invito a leer y disfrutar de la lectura de Ontañón y su Cuartel general. La vida del general Miaja en 30 capítulos. Una forma de entender aquellos días de noviembre de 1936

miércoles, 13 de mayo de 2015

CUANDO LOS OBREROS LUCHARON POR LA PAZ Centenario del Congreso por la Paz de Ferrol

Artículo publicado en el periódico Diagonal con motivo del centenario del Congreso por la Paz de Ferrol de 1915

Si algo distinguió al movimiento obrero internacional desde su nacimiento fue la lucha que mantuvo por la paz. Pero no una paz indiferente. Frente a las guerras que denunciaban de las distintas potencias del momento oponían la lucha de clases. O lo que en terminología anarquista llamaban la guerra social.
Esa posición casi unánime del movimiento obrero, con la peculiaridades de cada escuela, la vino a romper el estallido de la Primera Guerra Mundial. Frente a todo el pacifismo, antimilitarismo e internacionalismo proletario precedente, el movimiento obrero socialista explotó y muchos de los partidos socialistas votaron los créditos de guerra en sus países. Aun así el socialismo no fue un bloque. Pequeños grupos se opusieron a la guerra, teniendo a nivel internacional la figura de Jaurès como eje. En España lo representó Andrés Saborit, Núñez de Arenas, García Cortes y las Juventudes Socialistas de Ramón Lamoneda.
El anarquismo, por parte, fue más uniforme. Su oposición a la guerra fue más general a pesar de que hubo un pequeño grupo que dudó ante la misma. La posición firme de Malatesta contra la guerra fue eficiente y la amplia mayoría del anarquismo se decantó por ello. Las posiciones del histórico Kropotkin quedaron en minoría.
No es de extrañar pues que fuese por iniciativa anarquista la celebración de un congreso internacional por la paz.

El Congreso por la Paz de Ferrol

Algo que distinguió a España de otros países fue que una misma organización, la CNT, se opuso en bloque a la Guerra Mundial. El anarquismo español fue casi monolítico en este aspecto, a excepción de figuras concretas como Ricardo Mella, Federico Urales o Soledad Gustavo.
Esta oposición a la guerra hizo que el anarquismo español impulsase la celebración de un congreso por la paz que tuvo como sede la ciudad de Ferrol. A pesar de que desde inicios de 1915 la prensa anarquista comenzó una fuerte campaña contra la guerra, fue por iniciativa del Ateneo Sindicalista de Ferrol que se comenzó a organizar el congreso, estructurado en tres punto:
1. Medios rápidos para acabar con la guerra europea.
2. Orientaciones futuras para evitar crímenes de lesa humanidad.
3. Desarme de los ejércitos.
El congreso quedó convocado para los días 29 de abril y 1 y 2 de mayo de 1915. Su secretario sería José López Beunza. Y a él acudirían las figuras más importantes del anarquismo español del momento: Mauro Bajatierra, Ángel Pestaña, Francisco Miranda, Antonio Loredo, etc. Estaba convocado a dicho congreso todas las corrientes obreristas y de distintos países. Los convocantes eran conscientes de la dificultad del congreso. Muchos delegados no podrían acudir al mismo por la situación de guerra generado. Y otros no estaban de acuerdo con el modelo de organización del mismo. En este caso se situaron los socialistas, ya que siguiendo los postulados aliadófilos de Pablo Iglesias, no apoyaron el Congreso de Ferrol.
Igualmente los convocantes encontraron otro escollo. El gobierno de Eduardo Dato prohibió la celebración del congreso argumentado que se preparaba una reunión internacional de anarquistas.
A pesar de todos estos inconvenientes el congreso inició sus sesiones con delegados españoles, portugueses y una indirecta de franceses. En la primera sesión se debatió el nombramiento de un comité permanente del Congreso por la Paz, que tuviese cinco miembros y que tuviera como objetivo introducir la propaganda antibélica en las propias trincheras. La sede del comité estaría en Lisboa. En esa sesión se marcó también la impronta del antiparlamentarismo, criticando la actitud del gobierno español contra el congreso y de los socialistas por no apoyarlo.
La siguiente sesión no contó con la presencia de los delegados portugueses que fueron expulsados de España por orden gubernativa. La protesta de los delegados españoles no se hizo esperar, pero el congreso se reanudó con solo presencia española. Incluso se valoró la posibilidad de convocar una huelga general en señal de protesta pero fue rechaza la idea por iniciativa de Mauro Bajatierra y Francisco Miranda.
Dada esta situación los temas del congreso variaron y comenzaron a debatir sobre la reorganización de la CNT que hacía unos meses que había salido de la clandestinidad. Contra la guerra se vio prioritario el reforzamiento de la CNT y del periódico Solidaridad Obrera. Aquí ya se sentaron las bases de los que sería los acuerdos del Congreso de Sans de 1918 y del Congreso de la Comedia de 1919.
Fue la última sesión que se celebró en el congreso. Cuando estaba a punto de finilizar aparecieron delegaciones de Gijón y de Cuba que fueron puestas al día de lo debatido.
 A pesar de lo dificil de la situación la impronta de este congreso se dejó sentir. Su iniciativa y sus acuerdos fueron la base del anarquismo internacional contra la guerra. Y también signficó el definitivo afianzamiento de la CNT en el seno del movimiento obrero español.

viernes, 8 de mayo de 2015

UNA CUESTIÓN DE PRINCIPIO. EL INTERNACIONALISMO EN EL ANARQUISMO ORGANIZADO. Segunda parte

Segunda parte del artículo publicado en la revista Ekitza Zuzena sobre el internacionalismo y el anarquismo organizado

El internacionalismo anarquista tras la división de la AIT

La división de la Internacional no significó la desaparición de la misma. Mientras el sector marxista trasladó su sede de Londres a Nueva York desapareciendo poco después, los anarquistas siguieron articulando congresos internacionales con mayor o menor fortuna, manteniendo lo que había sido los acuerdos emanados de Saint-Imier. Esto llevó a la celebración de congresos en Ginebra (1873), Bruselas (1874), Berna (1876) o Verviers (1877).
Pero de todos los congresos el que ha generado mayor debate a nivel histórico fue el celebrado en Londres en 1881. Normalmente se ha presentado este congreso como el inicio del desarrollo de un anarquismo violento y partidario de la vía terrorista como instrumento de intervención social. Sin embargo la realidad es muy otra. De entrada porque la mayoría de los datos que tenemos del congreso de Londres provienen de fuentes policiales a través de algunos confidentes que asistieron a dicho congreso. Esta gran fuente de datos se extrae de los archivos de la prefectura de policía de París. Entre esos confidentes se encontraba Égide Spilleux, conocido como Serreaux, que dirigía un periódico parisino con el título La Revolution Sociale. A través de esos informes se forjó una imagen negativa de Piort Kropotkin, Errico Malatesta o Carlo Cafiero, a los que se colocaron a la cabeza de incitadores a la violencia anarquista. También a la figura de Johann Most, que se había establecido en EEUU y al que consideraban responsable de incitar a los anarquistas a la vía terrorista.
Sin embargo, otras fuentes no policiales hablan de que efectivamente se trató el tema de la violencia, pero como un elemento que tenía que ser alejado del anarquismo porque podía conducir a la desaparición del mismo. Algo en lo que insistieron tanto Kropotkin como Malatesta. (Si pudieses explicar un poco más para que quede mas claro, tal como comentamos por teléfono)
En este punto tendríamos que hacer un alto para tratar algunos conceptos que han sido malinterpretados por la propia historia y por muchos historiadores.. Ciertamente se comienza
a utilizar durante este tiempo el concepto de “propaganda por el hecho”. Referencias que se ven en personajes como Malatesta. Sin embargo esa propaganda por el hecho esta muy alejada de la lectura que se le dio con posterioridad. En ningún caso la entendieron como actos de carácter terrorista, sino como acciones colectivas que mostrasen las carencias de la población y concienciar a través de esos hechos de cual era esa situación. Un ejemplo lo tenemos en la revuelta del Benevento, en la comarca del Matese, en la primavera de 1876, en Italia. Allí Malatesta y Cafiero participaron de la toma de pueblos donde se quemaban los titulos de propiedad y mostraban cuales eran los principios de la revolución social y de la anarquía. Una acción insurreccional que evitaba en todo momento tener víctimas. Este tipo de acciones se repitieron en otros lugares siendo la más similar en España los sucesos de Jerez de 1892. Esta propaganda por el hecho, esta estrategia insurreccional nada tenía que ver con las acciones individuales o de pequeños grupos que desarrollaron una táctica terrorista por la cual se mantenía que eliminando a una cabeza visible del Estado o de la estructura económica capitalista se podría despertar la conciencia social o ser la chispa del estallido de un proceso revolucionario. Tanto Kropotkin, como Malatesta o como Cafiero eran conscientes que este segundo modelo era contraproducente para el anarquismo internacional ya que las acciones terrorista, muchas de ellas de dudosa procedencia, posibilitaban la justificación para la elaboración de leyes represivas del Estado contra el anarquismo, lo que impedía el desarrollo normal de una organización libertaria de más amplio alcance.
Volviendo al Congreso de Londres, y enlazando con lo anterior, el acuerdo más trascendental para los anarquistas fue sin duda la necesidad de articular una organización a nivel internacional que gestionase las relaciones entre los distintos grupos anarquistas.
Una cuestión esta última que se volvió a reafirmar en el congreso de Pittsburgh de octubre de 1883, que reunió sobre todo a las organizaciones libertarias norteamericanas. Un congreso que nuevamente se toma como referencia por el tema de la violencia, pero que, sin embargo, debatió cuestiones tan interesantes para el anarquismo como el rechazo a la vía electoral, la acción directa o la necesidad -tal como defendieron los delegados de Chicago Parsons y Spies- del sindicalismo como medio de acción para los anarquistas. Algo que otros como Johann Most no tenían tan claro. Finalizado el congreso se firmó un manifiesto que pretendía ser una revitalización de la Asociación Internacional de los Trabajadores.
Para el movimiento anarquista norteamericano (y para el conjunto del movimiento obrero) se habían sentado las bases de las reivindicaciones huelguísticas de Chicago en 1886, que llevaron a una fuerte represión contra el movimiento anarquista norteamericano de este país (para no repetir norteamericano en la misma frase) y a la ejecución de algunos de sus militantes (entre ellos Parsons y Spies), tras la huelga convocada en mayo de 1886 y que acabó con atentado terrorista de dudosa procedencia. Es el origen de la reivindicación del Primero de Mayo en todo el mundo.
El periodo que media entre 1880 y 1900, no fue fácil para el anarquismo internacional. Mientras el socialismo marxista volvió a articular una Internacional en 1889, la búsqueda a ciegas de un camino para el anarquismo llevó a que grupos minoritarios realizasen acciones individuales, lo que llevó al anarquismo a una profunda crisis de organización. Unas acciones, que en muchas ocasiones eran de dudosa procedencia, pero que sirvió sirvieron como justificación a muchos gobiernos para perseguir el anarquismo organizado en el movimiento obrero. Los casos de EEUU, Francia y España fueron sintomáticos.
Habría que esperar al Congreso de Ámsterdam de 1907 para volver a ver un intento serio de articulación internacional del anarquismo. Un congreso donde el papel protagonista de Malatesta fue evidente. Allí se debatió sobre la necesidad de articular una nueva internacional creándose una Oficina de Relaciones con sede en Londres que funcionó hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial. Igualmente en aquel Congreso se debatió entre la concepción puramente sindicalista, que consideraba que los esfuerzos de los libertarios tenían que estar concentrados en la creación de sindicatos revolucionarios teniendo como ejemplo la Carta de Amiens de 1906, y los que consideraban que sin desdeñar la importancia que puede
tener el movimiento sindical como vehículo de expansión de las ideas anarquistas, éste no dejaba de ser una vía pero no la única. En este sentido se posicionó Malatesta que defendía la necesidad de poder conjugar la lucha del anarquismo en el movimiento obrero con la creación de grupos específicos anarquistas.
El estallido de la Primera Guerra Mundial fue un duro golpe para el movimiento obrero internacional. Mientras la socialdemocracia de todos los países explotaba entre los que no apoyaban la guerra (como el caso de Jean Jaurès) y los que votaron los créditos de guerra y formaron parte de los gobiernos de concentración nacional, el anarquismo se mantuvo de forma aplastantemente mayoritaria con las posiciones pacifistas. Incluso se llegó a promover la celebración de un Congreso por la Paz en Ferrol en abril-mayo de 1915, que solo tuvo eco entre libertarios españoles, portugueses, franceses y cubanos. La guerra imposibilitaba la llegada de delegados hasta Ferrol. Sin embargo, un pequeño grupo de anarquistas encabezados por Kropotkin, Malato o Grave, se posicionaron favorables a las potencias aliadas. Kropotkin consideraba que Alemania era el rival a batir para conquistar el ideal socialista.
Unas posiciones que no mermaron las fuerzas del anarquismo a nivel internacional y que en el transcurso de la guerra recibieron las noticias que llegaban de Rusia con gran entusiasmo. El triunfo de la Revolución rusa en octubre de 1917 volvió a poner la cuestión internacionalista en primer plano. La explosión de la socialdemocracia y los distintos partidos socialistas con el estallido de la Guerra Mundial fue el broche final para la Segunda Internacional nacida en París en 1889. Los bolcheviques, triunfantes en Rusia, comenzaron a promover la creación de una nueva internacional que articulara el movimiento obrero. Algo que ya habían esbozado en la Conferencia de Zimmerwald de 1915 donde se reunieron las facciones marxistas que se habían opuesto a las políticas de sus propios partidos respecto a la guerra. La creación del Komintern o Tercera Internacional y de la Profintern o Internacional Sindical Roja, hizo que todo el movimiento obrero organizado se posicionase. Entre ellos, los anarquistas que en un principio tomaron con entusiasmo la idea de la creación de esa nueva internacional y se adhirieron a ella en muchos lugares. Sin embargo, las delegaciones que viajaron a Rusia comprobaron cual era la actitud que el gobierno bolchevique tenía con los anarquistas y la represión que estaban sufriendo. Paulatinamente el entusiasmo se tornó en decepción y las organizaciones libertarias fueron abandonando la Internacional comunista.
En ese momento, impulsado por el alemán Rudolf Rocker, se fundó (o refundó) en Berlín en 1922 la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT), con el objetivo de aglutinar en dicha organización supranacional a las secciones sindicalistas revolucionarias y anarcosindicalistas que no se mostraron favorables ni a las posiciones socialdemócratas ni a las comunistas soviéticas. Una organización que aun hoy sigue existiendo.
La década de 1920 y 1930 fueron años de fuerte conflictividad internacional y de avances de las posiciones totalitarias. Ello se dejó sentir en el anarquismo internacional. En lugares como Italia, que desde 1922 dominaba el fascismo, o en Alemania, que en 1933 vio como los nazis alcanzaban en el poder, el anarquismo fue reprimido con dureza y sus militantes encarcelados, asesinados o condenados al exilio. En la naciente Unión Soviética el anarquismo fue proscrito como “contrarrevolucionario”. Y en países como Estados Unidos, ante las oleadas revolucionarias que se vivian en Europa, las autoridades actuaron con dureza, clausurando centros anarquistas y deportando a millares de militantes. El caso de los anarquistas Sacco y Vanzetti fue el canto del cisne del movimiento anarquista norteamericano.
En otros lugares la polarización de las fuerzas obreras llevó al anarquismo a una división. Muchos pasaron a las filas del comunismo y las organizaciones libertarias se fueron vaciando. Francia o Argentina, con sus peculiaridades, son ejemplo de ello.
La excepción la marcó España. La fuerza de las organizaciones libertarias (CNT y FAI principalmente) llevaron al anarquismo español a tener una posición preponderante en el seno del movimiento obrero y a canalizar el proceso revolucionario que estalló en España tras el
golpe de Estado contra la República en julio de 1936. La derrota del campo republicano significó también la derrota en el campo de batalla del anarquismo que sufrió una represión sin precedentes por parte del régimen franquista.
Durante la Segunda Guerra Mundial los anarquistas se adhirieron a la resistencia antifascista teniendo en mente la necesidad de derrotar al nazismo y al fascismo y volver a articular un movimiento anarquista internacional de garantías. Pero el mundo que surgió tras la Segunda Guerra Mundial estaba polarizado entre dos superpotencias (EEUU y la URSS); un mundo donde la posición de los libertarios fue rechazada sistemáticamente por unos y otros.
La AIT comenzó nuevamente sus actividades. Las secciones se fueron adhiriendo a los distintos congresos internacionales que se celebraron desde entonces. El primero de ellos en 1951 en Toulouse, donde a pesar de la represión la CNT seguía siendo la organización más fuerte de la Internacional.
Pero si bien el sindicalismo revolucionario y el anarcosindicalismo continúo actuando en el seno de la AIT, el anarquismo organizado consideró de necesidad revitalizar una internacional de signo puramente anarquista. Así en 1948 nace la Internacional Anarquista, en 1958 continúa con la Conferencia Internacional Anarquista de Londres, donde se aprobó impulsar este organismo como relación internacional y la edición de un boletín, y en ciudad italiana de Carrara diez años después nació la Internacional de Federaciones Anarquistas. El Congreso de Carrara de 1968 es el más importante del anarquismo tras la Segunda Guerra Mundial. Al calor del Mayo del 68 en París, el anarquismo analizó su participación en el movimiento obrero, el significado de las revoluciones del siglo XX, la política de los bloques imperialistas, la cuestión nacional, las religiones, la economía revolucionaria, etc. Todo un compendio de base ideológica necesaria para el anarquismo en el momento histórico que atravesaba y frente el comunismo soviético y el capitalismo occidental.
Pero aquel fulgor revolucionario de mayo del 68 acabó por apagarse. En 1971 el Congreso de París valoró las dificultades organizativas del anarquismo a nivel internacional. Un momento con muchas dictaduras, golpes de Estado, etc., que llevaban a la represión del movimiento libertario.
Posteriormente la IFA ha celebrado congreso en Carrara en 1978, en París en 1986, en Valencia en 1990, en Lyon en 1997, en Besançon en 2004 o nuevamente en Carrara en 2008. Igualmente la AIT ha celebrado múltiples congresos.
Por otro lado, esas mismas secciones y otros grupos anarquistas han participado en el seno de distintos movimientos internacionales. Se inscribió en las luchas contra la globalización y ha participado en movimientos como el 15-M. Su prensa, sus organismos y sus internacionales siguen constituyendo una visión alternativa a la sociedad actual.

viernes, 1 de mayo de 2015

UNA CUESTIÓN DE PRINCIPIO. EL INTERNACIONALISMO EN EL ANARQUISMO ORGANIZADO. Primera parte

Reproduzco aquí la primera parte de artículo publicado en la revista Ekintza Zuzena sobre el internacionalismo y el movimiento anarquista

Puede parecer un lugar común, pero estudiar el anarquismo sin considerarlo y entenderlo en su dimensión internacionalista sería un completo error. Probablemente jamás se entendería la capacidad organizativa del anarquismo si no lo pusiéramos en contacto con lo que fue su participación a nivel internacional.
            Y esto en dos direcciones.
1. Porque el anarquismo siempre ha buscado una unión a nivel internacional que lleve a una transformación revolucionaria a gran escala.
2. Porque para el anarquismo la cuestión nacional era un mero concepto burgués y una lucha que alejaba a la clase trabajadora de su cometido social.

            Por eso desde el origen y desarrollo del anarquismo organizado siempre se buscó la confluencia con otros movimientos similares en distintos puntos del planeta. En algunas ocasiones con fortuna y en otras tornándose en fracaso.
            Y viene bien traer este concepto cuando este año 2014 se cumplieron 150 años de la fundación de la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT), donde los anarquistas tuvieron un papel protagonista desde prácticamente sus orígenes. Además el bicentenario del nacimiento de Mijail Bakunin (1814-1876) y el centenario de la muerte de Anselmo Lorenzo (1841-1914) trajeron de la mano el recuerdo del anarquismo como un agente internacional. Y su historia es muy dilatada.

El anarquismo y la Primera Internacional

            Es habitual presentar la Primera Internacional como una permanente pugna entre anarquistas y marxistas, haciéndolo desde una posición laxa y excesivamente esquemática.
            Sin embargo, lo primero que habría que determinar es que cuando en 1864 surgió la Primera Internacional en Londres (aunque el funcionamiento efectivo se comenzó a fraguar en el Congreso de Ginebra de 1866) las secciones que componían aquella organización supranacional estaban alejadas de las tendencias que la determinarían ya en la década de 1870. Por ejemplo, en Francia las sociedades obreras adheridas a la Primera Internacional eran básicamente proudhonianas, sin dejar de lado que existía apoyo a las posiciones de personajes como Louis Blanc o Auguste Blanqui. En otros lugares, como Italia, el peso del republicanismo político era evidente (teniendo en cuenta que era una zona en proceso de unificación) al igual que en Alemania, donde personajes como Wilhem Liebnekcht o Ferdinand Lassalle marcaron el ritmo. Y sobre todo en muchas zonas asentada sobre el mundo de los oficios.
            Los debates del marxismo y el bakuninismo no fueron el epicentro del debate hasta una vez represaliada la Comuna de París, aunque las diferencias entre ambos modelos a la hora de entender la organización ya se constataba en los congresos y las conferencias de la Primera Internacional.
            Las diferencias entre ambas concepciones fueron básicamente las siguientes:
-          Los bakuninistas o colectivistas (como se hacían llamar en la época), concebían la organización de la AIT como una unión de secciones, dotándose estás de libertad de funcionamiento. Alejados de cualquier posición política y de partido, los colectivistas creían en la descentralización de la Internacional. El Consejo General solo debía de ser una mera estructura de recepción y distribución de correspondencia entre las secciones. La finalidad de las secciones era la destrucción de todo poder político y la creación de una sociedad nueva sin Estado por medio de la libre federación de productores.
-          Los marxistas o socialistas científicos, consideraban que el Consejo General debía de tener capacidad e influjo sobre las secciones, centralizando parte del trabajo de las mismas. Al contrario que los bakuninistas creían en la capacidad de creación de partidos políticos obreros que, por medio de la conquista de poder, pudieran desde ahí transformar la sociedad antes de pasar a la sociedad sin Estado.

Mientras que los bakuninistas tuvieron una fuerte implantación en Italia, parte de Suiza, España y parte de las secciones francesas (recogiendo toda la tradición del proudhonianismo), los marxistas obtuvieron más éxito en las secciones inglesa, alemana u holandesa.
Podrían haber sido modelos de organización complementarias pero no existió voluntad para ello. El Consejo general que residía en Londres ejerció una dirección sobre la Internacional, cuestión que no agradó a las secciones más decantadas por el modelo de organización bakuninista.
El fracaso de la Comuna de París fue el canto del cisne de la propia Internacional. La Conferencia de Londres de 1871 sirvió para empezar a mostrar divisiones irreconciliables así como actas formales de acusación contra Bakunin. Allí Utin[1]  acusó al anarquista ruso de ejercer un poder en la sombra a través de la propia Alianza de la Democracia Socialista, organización fundada por Bakunin que tras su integración en la Internacional acabó por disolverse (o acabó siendo disuelta por éste). En aquella conferencia pocas voces salieron en la defensa de Bakunin. André Bastelica fue una de ellas, junto a un Anselmo Lorenzo, que no daba crédito a lo que oía en aquel comicio.
Las disputas entre la secciones de la Suiza romanda y la Federación de Jura, las acusaciones por distintos periódicos de ambas tendencias acerca de intentos de control de la organización y los movimientos de ambos grupos condenaron al fracaso a la Internacional. España fue un ejemplo de cómo se dirimió esa batalla. Constituidos los núcleos de la Internacional desde finales de 1868 por las gestiones realizadas por Fanelli, la división del movimiento vino de la mano de los propios debates internacionales. Max Nettlau dice que aunque la misión de Fanelli fue fundamental, Bakunin no quedó contento con sus gestiones ya que confundió los estatutos de la Alianza con los de la Internacional, algo que a la larga generó los conflictos. Pero, igualmente, los miembros de la Internacional en España entendieron la Alianza como el grupo específico cohesionado que, en caso de dificultades para la propia Internacional, no hiciese desaparecer por completo el movimiento obrero naciente. Unas estructuras de la Alianza en España, que a tenor de los documentos aportados por el historiador anarquista Max Nettlau, fueron del conocimiento de Bakunin cuando Lafargue comenzó a publicar artículos en el periódico L'Egalité.
La llegada de Paul Lafargue, una de las figuras más importantes del socialismo internacional a España iba a generar conflictos en el seno de la propia Internacional. Cercano al grupo entorno al periódico La Emancipación y con el apoyo de José Mesa y Francisco Mora, se creó en Madrid la Nueva Federación Madrileña, aceptada en el seno de la Internacional por el Consejo general y condenada por el Consejo federal de la Federación Regional Española (sección de la Internacional en España) que reconocía a la anterior  Federación local de Madrid. Aunque el congreso de Zaragoza de abril de 1872 intentó una solución de consenso, esta no fue posible. Las acusaciones entre la Emancipación y El Condenado (periódico de Tomás González Morago) marcaba la línea de división que se ejemplificó en el congreso de Córdoba de diciembre de 1872 y enero de 1873 y el posterior congreso marxista de Toledo en mayo de 1873, que mostró el fracaso de las tesis marxistas en España. De hecho, la formación marxista del núcleo madrileño y otros que le siguieron era realmente escasa, como se muestra en los artículos de La Emancipación y nos muestra el historiador Michel Ralle.
A nivel Internacional la ruptura se da en dos congreso celebrados en septiembre de 1872. Uno en La Haya, donde se produce la expulsión de Bakunin, Guillaume y Schwitzguebel, en ausencia del propio anarquista ruso. Otro el celebrado pocos días después en Saint-Imier (Suiza) donde el movimiento de índole anarquista fundó su propia Internacional. Incluso en aquel congreso se ofreció la posibilidad, por iniciativa de Bakunin y Guillaume, de crear dos internacionales:
A) Una de síntesis, donde se unieran moderados y revolucionarios, sin tutela de ningún Consejo general.
B) Otra exclusivamente anarquista.
            Propuesta que nunca se materializó.
            Aun así los grandes acuerdos de Saint-Imier fueron los siguientes
  1. Organización al margen de la política burguesa.
  2. El poder político revolucionario es falso, por ello había que destruir todo poder político.
  3. Solidaridad y apoyo mutuo.
  4. Sociedad internacional fundada en el trabajo y la libertad.
  5. Combate a la tiranía política y religiosa
  6. Destrucción del Estado y sustitución por la libre federación de grupos productivos.
             
            El movimiento obrero quedó dividido definitivamente. A partir de ese momento el anarquismo tuvo un camino propio, dando figuras y pensadores de primer nivel como Piort Kropotkin, Errico Malatesta, Rudolf Rocker, Johann Most, etc., que hicieron avanzar el anarquismo y sus posiciones (mutualismo, colectivismo, comunismo libertario)

La dimensión internacional de la Comuna de París

La Comuna de París significó el primer escenario en el que la clase obrera se hizo con el control de la situación. París se organizó de forma muy distinta a lo que hasta ese momento se conocía y en un contexto realmente complicado: la guerra que mantenía Francia con Prusia. Sin embargo la ciudad de París no confió en los políticos republicanos, que huyeron de la ciudad y se establecieron en Versalles. Los barrios de París se auto-organizaron, crearon distintos comités, y la ciudad se proclamó en Comuna. Se tomaron medidas de avance para la clase obrera como el fomento de los Talleres Nacionales (algo que ya se puso en marcha tras la revolución de 1848), la reducción de la jornada laboral para los trabajadores, fomento de la escuela y la educación, igualdad hombre-mujer, etc. Todas medidas que estaban en los programas de las organizaciones obreras y revolucionarias. A pesar de ello, existió un profundo debate en el seno de la propia Comuna, sobre todo el representado por los blanquistas y los proudhonianos. Y en ese contexto hicieron su aparición también los marxistas y los bakuninistas. Mientras los marxistas trabajaron más en sintonía con los blanquistas, los bakuninistas lo hicieron más con los proudhonianos, con los que coincidían en muchos puntos. Por la Comuna pasaron personajes de primera fila como Varlin, uno de los dirigentes del movimiento obrero francés más relevantes que fue fusilado en la represión de la Comuna. Por la experiencia de la Comuna llegaron al anarquismo otros personajes como Louise Michel, que pasó a la historia como una de las mujeres más brillantes del anarquismo.
            Podemos decir que el movimiento obrero francés era en su mayoría seguidor de Proudhon, lo que hizo que el anarquismo tuviese un gran arraigo en la Comuna de París. Una vez que el proceso finalizó de forma traumática, todas las ideologías obreras lo reivindicaban como propio. Pero lo cierto es que partiendo de la base de que la Comuna fue de cariz federal, la auto-organización de los diferentes barrios de París y la horizontalidad del proceso le hace estar muy cerca a las posiciones anarquistas. Además, un precedente de la misma fue la toma del Ayuntamiento de Lyon donde Bakunin tuvo un papel protagonista. Y desde París se hizo un llamamiento al resto de ciudades de Francia para poder federarse entre si, ya que hubo intentos de movimientos similares al parisino en Marsella, Narbonne, etc.
            La impronta de la Comuna se dejó sentir en el movimiento obrero internacional. Desde ese momento, el 18 de marzo las distintas organizaciones obreras comenzaron a celebrar actos reivindicativos de la memoria de la Comuna. Esa fecha pasó al imaginario colectivo de la clase obrera a nivel internacional, solo siendo sustituida con el tiempo por el Primero de Mayo, si bien el 18 de marzo se siguió conmemorando y aun hoy se hace en algunos lugares.
            Esos propios principios que legó la Comuna de 1871 fueron reivindicados por los internacionalistas españoles cuando en 1873 se produjeron las revueltas cantonales. Si bien fueron procesos de claro cariz republicano radical en muchos de ellos participaron internacionalistas que tenían la referencia de la Comuna parisina como eje central y ejemplo.


[1] Nicolás Utin (1845-1883). Hijo de un comerciante de licores ruso, desde muy joven se estableció en Suiza por su oposición al zarismo. Volvió a Rusia con perdón del Zar, pero marchó nuevamente cuando se adhirió de forma incondicional al marxismo. Nombrado miembro del Consejo General de Londres como Secretario Delegado de Rusia, Utin reunió (o fabrícó como dijo Max Nettlau) informes contra Bakunin en el seno de la Internacional.