lunes, 21 de diciembre de 2015

EL REY O LA DESACELERACIÓN DE LA HISTORIA

Artículo publicado en la edición digital del periódico Diagonal

Hay muchas formas de abordar de la Historia de España. Esa es la riqueza de la ciencia histórica. Lo podemos hacer a través de sesudos trabajos de investigación, de buceos en archivos, bibliotecas y hemerotecas. Lo podemos hacer, igualmente, en libros más livianos, más divulgativos. También se puede poner al alcance del gran público a través de una buena novela histórica que conjugue los hechos reales con la libre creación del escritor. Y también se puede hacer a través del teatro.
Esta última opción es la elegida por Alberto San Juan en el Teatro del Barrio para hacer un repaso a la vida de Juan Carlos I. Y lo hace él mismo, por el texto que ha creado, junto a dos grandes actores: Guillermo Toledo y Luis Bermejo.
La obra comienza con el rey Juan Carlos I (Luis Bermejo), sentado en su trono real, con cara espasmódica mientras comienzan a aflorar los recuerdos de su historia. A partir de ahí, con tecnicas como el flash back, la biografía lineal y la aparición de diversos personajes para contar la historia de España, se construye la que ha sido la historia del Rey. Una historia que tiene hechos contrastado y otros hipotéticos. Que conjuga la historia política política con la personal, la económica con la de alianzas, etc. Y todo a través de la figura de Juan Carlos I, el elegido por Franco para sucederle.
Esta obra de Alberto San Juan trata temas que nadie se atreve a trabajar. Incluso desde el propio mundo académico. Que Franco dio un golpe de Estado en julio de 1936 y tras una Guerra Civil y años de plomo de dictadura impuso a fuego y sangre su mandato personal a los españoles es algo que ya no hay que poner en duda. Pero el mantenimiento de la dictadura franquista no solo hay que reducirlo a la manu militari del dictador. Los juegos de despacho, las alianzas políticas, los movimientos de pieza para mantenerse en el poder son fundamentales para entender esa larga dictadura. Porque el problema de cualquier dictadura es como hacerla pervivir, como conseguir la sucesión. Y Franco lo tenía claro. Había que emparentar la dictadura con la casa Borbón. Y por ello elegió a Juan Carlos. El exilio de Juan de Borbón en Estoril sirvió para que éste tejiese y moviese sus redes con la finalidad de poder llegar al trono de España. Juan de Borbón tomó contacto con la oposición antifranquista pero también con Franco. Y era evidente que el dictador no se fio nunca de áquel que le dio un apoyo explicito durante la Guerra Civil. Pero eligió a su hijo. En 1948, Juan Carlos se traladó a España y fue educado por orden de Franco. No era oficial pero ya tenía en mente su sucesor. Los intentos de Juan de Borbón por retornar al trono, la batalla perdida de Javier de Borbón y Carlos Hugo de Borbón-Parma (los carlistas) o las bravuconadas de Carlos VIII, eran inútiles pues el destino ya estaba marcado.
La obra de Alberto San Juan narra con indudable buen criterio histórico pero gran carga de humor y dramatismo esta elección. Así como la formación en la España franquista de Juan Carlos, el incidente que acabó con la vida de su propio hermano Alfonso y como poco a poco Juan Carlos se fue haciendo con un hueco en esa España gris de la represión para alcanzar el trono.
Alrededor de estos personajes principales (Juan Carlos, Franco y Juan de Borbón), van surgiendo con el tiempo otros que juegan un papel fundamental en el desarrollo de la política española. Luis Carrero Blanco, Henry Kissinger, Garrigues Walker, etc. Juan Carlos fue elegido sucesor de forma oficial en 1969, aunque desde la Ley de Sucesión de 1947 era vox populi.
La obra no deja hilo suelto. La hipótesis del asesinato de Carrero Blanco como consecuencia de las malas relaciones con Estados Unidos queda plasmada. Tampoco olvida la obra, como no podía ser de otra manera, a la España derrotada de la Guerra Civil. Aquí juega papel fundamental la figura de Chicho Sánchez Ferlosio, representado por Guillermo Toledo. Muestra también la obra como fue una dictadura que nació asesinando y murió asesinando. Desde como Franco presume ante Juan de Borbón que ha ganado la guerra y ha fusilado a miles hasta la recreación de la muerte de Salvador Puig Antich (que luego planeará durante algunos momentos de la obra) y el recuerdo a los últimos fusilados del franquismo el 27 de septiembre de 1975.
Pero la obra no para con la muerte de Franco. Siguiendo la propia frase del dictador que “todo esta atado y bien atado”, se aborda la Transición. Y se plantea esa Transición como ese pacto de élites del franquismo con una oposición antifranquista, para mantener las bases fundamentales del sistema. Dos figuras son centrales en este periodo en la obra. Adolfo Suárez y Felipe González. El primero como el mejor baluarte para mantener los privilegios de la dictadura, para que asegurarse a través de la Ley de Reforma Política (1976), la Ley de Amnistía (1977) o la Constitución (1978) que no va a haber juicios contra la dictadura. De hecho, la figura del Rey, el designado por Franco, se tiene que mantener. La figura de Felipe González viene a finiquitar el proceso. Gana el PSOE en 1982, la figura del Rey se comienza a desgajar de la imagen de la dictadura. Se inaugura la cultura del pelotazo.En sucesivos dialogos los personajes de la muestran que para mantener toda esa estructura hay que dar prevendas. Ahí queda explícito los supuestos negocios del rey, los acuerdos con países donde la democracia brilla por su ausencia. Y abordan también el polémico 23-F, el golpe de Estado, donde se vuelven a poner encima de la mesas hipótesis plausibles pero que de momento, debido a la imposibilidad de acceder a la documentación, no se puede demostrar.
El final de la obra es la muerte del Rey y su traslado a El Escorial. Será el último rey que se entierre allí.
 Estamos ante una gran obra de teatro. Por muchos aspectos. Porque pone el dedo en la llaga de muchos asuntos espinosos de la historia de España de los últimos 70 años que no se ha querido abordar. Porque ofrece una visión crítica de la historia de la Transición y no la dulce imagen que se ha intentado trasmitir. Y porque se pone en tela de juicio a lo que se considera cuasi sagrado por muchos sectores: la institución monárquica. Junto a esto le unimos una magnífica puesta en escena y tres grandes actores. Solo queda felicitar a Alberto San Juan, Guillermo Toledo, Luis Bermejo y a todo el equipo del Teatro del Barrio. Cuando dicen que el llamado régimen del 78 esta en proceso de descomposición, es fundamental poder ver obras como esta. Nos ayuda a entender muchas cosas que no solo tiene que estar en conocimiento de los historiadores sino de la gente en general.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

CUANDO LOS MILITARES SE SUBLEVARON POR LA LIBERTAD

Artículo publicado en la edición digital del periódico Diagonal, escrito por los historiadores María Losada Urigüén y Julián Vadillo Muñoz, en el aniversario de la sublevación de Jaca de diciembre de 1930.

En 1956, la colección Temas Españoles, en su entrega 64, ofrecía un folleto sobre los sucesos de Jaca de diciembre de 1930. Temas Españoles fue una colección impulsada por el franquismo entre 1952 y 1978 donde se ofreció la imágen del régimen en numerosas cuestiones relacionadas con la historia, la cultura y el folklore en España. Este cuadernillo lo escribió el comisario de policía Eduardo Comín Colomer, una de las pocas personas que durante el franquismo escribió sobre el movimiento obrero, evidentemente con la visión propia del franquismo. Teniendo como tenía los archivos incautados a las organizaciones obreras a su alcance no le fue difícil acceder a ellos y dar rienda suelta a su imaginación.
En dicho folleto, el comisario Comín Colomer, habla de la sublevación de Jaca de diciembre de 1930, como una suerte de conspiración francmasónica y comunista, en un momento de caos político que antecedió a otro momento de más caos, la Segunda República española. Esta fue la visión que durante mucho tiempo se mantuvo en el imaginario de una sociedad que el franquismo absorbió. Hoy quizá, más que estas visiones estrambóticas, lo que queda de Jaca es un manto de olvido. Cuando estamos en un momento de aniversario del hecho, merece la pena rescatar el acontecimiento.

La oposición a la dictadura de Primo de Rivera

Cuando en septiembre de 1923, el general Miguel Primo de Rivera Orbaneja dio un golpe de Estado con el beneplácito del rey Alfonso XIII e instauró la dictadura, el futuro de aquellos que en los años precedentes habían intentado dar un giro a la política española estaba marcado. Aun así fueron distintas las actitudes. Mientras republicanos, anarquistas y los escasos comunistas que existían fueron perseguidos y sus centros clausurados, los socialistas se integraron en algunas estrucutras de la dictadura, como los Comités Paritarios (según los ugetistas siempre que estos fueran elegidos democráticamente) y Francisco Largo Caballero llegó a auparse a una consejería de Estado.
Las organizaciones perseguidas fueron protagonistas de numerosos intentos de derrocamiento de la dictadura y de la monarquía. Los sucesos de Vera de Bidasoa de 1924, la “Sanjuanada” en 1926 y numerosas conspiraciones que se fraguaban en el exilio pusieron como protagonistas a republicanos y anarquistas que estaban a la cabeza de dichas conspiraciones. Personajes como Marcelino Domingo, Miguel de Unamuno, Santiago Ramón y Cajal, Manuel Buenacasa, Mauro Bajatierra, Eduardo Barriobero, etc., pasaron a ser protagonistas del periodo. Personalidades que luego jugaron un papel primordial en la Segunda República. A la altura de 1928, los socialistas comienzan a abandonar sus posiciones colaboracionistas y se unen a la oposición antimonárquica. Esto dio lugar a que el 17 de agosto de 1930 naciese el Pacto de San Sebastián, inicio del proceso de la Segunda República. Participaron todas las fuerzas menos los anarquistas, aunque estos siguieron el proceso muy de cerca y participaron de acciones del mismo como veremos. Cuando Primo de Rivera dimitió y se estableció la llamada “Dictablanda” de Berenguer, la suerte la monarquía estaba echada. Solo faltaba saber el precio que iba a costar su proclamación.

La sublevación de Jaca

La unión de las fuerzas antimonárquicas posibilitan el empuje de sectores que durante mucho tiempo buscaban un cambio de régimen. Los militares españoles habían sido un colectivo que habían aunado en su seno desde sectores ultraconservadores hasta sectores progresistas. A pesar que desde 1907 y la Ley de Jurisdicciones había puesto a los militares en la política española como protagonistas, siendo el rey el cabeza de ellos, siguieron existiendo en el ejército sectores de miltiares republicanos, retomando una tradición iniciada en el siglo XIX, que no dudaban en la conspiración para alcanzar sus objetivos. Alguno de esos militares fueron francamente avanzados, como el caso de Fermín Galán, por sus enormes conocimientos de la política española y su ideología política a caballo entre el republicanismo y el anarquismo.
Esta efervescencia revolucionaria llevó a un grupo de militares en Jaca a sublevarse contra la monarquía. Una sublevación en consonancia con el comité revolucionario surgido a raiz del Pacto de San Sebastián. Entre esos militares estaban el propio Fermín Galán, Ángel García Hernández, Salvador Sediles y Miguel Gallo. Galán llevaba tiempo preparando el movimiento en contacto con sindicalistas y anarquistas aragoneses, entre ellos el escultor Ramón Acín (fusilado por los franquistas en 1936). El objetivo era una sublevación militar con el respaldo del movimiento obrero declarando huelga general para colapsar el régimen monárquico.
Pero los planes no salieron bien. El gobierno y la Dirección General de Seguridad, encabeza por Emilio Mola, estaban al tanto de los movimientos revolucionarios. El levantamiento antimonárquico se fue aplazando y al final Galán y su grupo decidió sublevarse el 12 de diciembre de 1930. Casares Quiroga, integrante del Comité Revolucionario, se desplazó hasta Jaca para persuadir a Galán que era pronto para el levantamiento, pero como dijo él mismo “llegó a horas intempestivas” y se quedó dormido, produciendose la sublevación que tuvo un desenlace fatal. La idea era una sublevación general el 15 de diciembre, pues en Madrid había un entendimiento entre militares como Ramón Franco, el Comité Revolucionario y el movimiento anarquista. Galán decidió anticiparse unos días.
Una vez que se produce el movimiento tomó todos los centros neurálgicos de Jaca, proclamó la República, se nombró alcalde a Pío Díaz Pradas y se izó la bandera tricolor confeccionada por el sastre Lucas Biscós. El objetivo posterior era ir hacía Huesca, pero las tropas de Galán fueron lentas a la hora de movilizarse y eso dio tiempo al gobierno de Berenguer de reaccionar. Las columnas gubernamentales salieron al encuentro de las tropas de Fermín Galán desde Zaragoza y Huesca. Hubo enfretamientos con la Guardia Civil y el día 13 de diciembre, en el santuario de Cillas, se produce el encuentro entre las tropas de Galán y las gubernamentales. Hay enfrentamiento y Galán mandó el alto el fuego a sus tropas. Estas obedecieron pero las tropas gubernamentales siguieron descargando fusilería. Los sublevados comienzan a huir. Galán se negó. El golpe había fracasado. En el pueblo de Biscarrués, Fermin Galán y el resto de militares, se entregaron.

Consejo de Guerra

El domingo 14 de diciembre de 1930 se celebró el consejo de guerra presidido por el general Arturo Lezcano. Duró tan solo 40 minutos. Fermín Galán y Ángel García Hernández fueron condenados a muerte y ejecutados ese mismo días (a pesar de ser domingo) en el polvorín de Fornillos (Huesca). El resto de militares, como Salvador Sediles, fueron también condenados a muerte, pero con la proclamación de la República fueron indultados.
Desde ese momento las figuras de Galán y García Hernández pasaron al imaginario colectivo del republicanismo y de los antimonárquicos. Cuando el 14 de abril de 1931 se izó de forma oficial la bandera tricolor, ya eran conocidos como “los mártires de las República”.
Quedan para la historia la idea y la acción de esos dos militares que intentaron cambiar el curso de los acontecimientos con una idea de libertad.

Fermín Galán, protagonista

Fermín Galán Rodríguez nació en San Fernando, Cádiz, en 1899. Creció en un ambiente castrense. Con once años ingresó en el Colegio de Huérfanos de Guerra de Guadalajara. Se licenció en la Academia de Infantería de Toledo en 1918 y pronto fue destinado a Marruecos. Allí vivió la guerra en primera persona y fue formándose una opinión contraria a la dictadura de Primo de Rivera. Fruto de este desencuentro fue “La barbarie organizada”, libro de protesta que escribió en 1925.
Su disconformidad con la dictadura se materializó en su intervención en la insurrección de la Noche de San Juan, en 1926. Fue detenido por su implicación e internado en la cárcel de Montjuic. Allí estableció contacto con militantes de extremas izquierdas y anarquistas. Aprovechó su encierro para documentarse ideológicamente y, animado por sus amigos libertarios, escribió “Nueva Creación”, la síntesis de su pensamiento.
Galán basculaba entre el anarquismo y las extremas izquierdas republicanas. Reivindicaba una república federal y social que tenía sus bases en el sindicato y el municipio. En su opinión, ésta debía servir de transición hacia una nueva sociedad cuyos principios serían la educación racional, la igualdad legal para ambos sexos y la búsqueda del equilibrio entre el respeto a la libertad individual y el bienestar general.
En diciembre de 1930 lideró el Levantamiento de Jaca y trató de proclamar la República en aquella plaza. Su fracaso terminó con su fusilamiento y el de su compañero Ángel García Hernández. Tras este hecho surgió el mito de los “Protohéroes de la República”. Durante el Advenimiento de la II República, el recurso a su imagen fue recurrente en el ámbito popular, pero no se consolidó como un verdadero referente en el imaginario del nuevo régimen. En el escenario político sus únicos herederos eran las extremas izquierdas libertarias. Éstas monopolizaron su memoria durante el primer bienio y la utilizaron para criticar la obra parlamentaria de un gobierno republicano-socialista que apostaba por una “revolución legal” por encima de la idea de una república social y sindical, por la que se había levantado Galán.
A partir de 1934 los nuevos gobiernos republicanos empezaron a deshacer la obra reformadora de los años anteriores. Las izquierdas republicanas y los socialistas -ahora en la oposición- se contagiaron de la frustración de las extremas izquierdas y comenzaron a radicalizar sus posturas, como evidencia el movimiento de octubre de 1934. Paulatinamente, la imagen de los mártires volvió a un primer plano. Perdidas las urnas, se volvía la mirada a la legitimidad del recurso a la actuación revolucionaria violenta, de la que Galán era el paradigma. Esto evidenciaría una falta generalizada de costumbres democráticas en la España de los años 30, pero también la existencia de una idea común en la izquierda en torno a la esperanza republicana. Un símbolo de su unidad en la creencia de que la república era más que un régimen político, un compromiso de transformación de la sociedad. Y esta esperanza comenzaba a reavivarse.

lunes, 14 de diciembre de 2015

DE CONSTITUCIONES Y TRANSICIONES

Artículo publicado en la edición digital del periódico Diagonal

Estos días se ha celebrado el 37 aniversario de la Constitución de 1978. Salvo excepciones, todo ha sido parabienes para el texto aprobado el 6 de diciembre de 1978. A tenor de un par de artículos publicados el pasado 6 de diciembre en el diario El País me ha hecho reflexionar sobre este texto constitucional y la naturaleza de la Transición española. Pedro Sánchez, candidato del PSOE a la presidencia del gobierno, y Pablo Iglesias, candidato de Podemos, esgrimían sus argumentaciones sobre el texto.
            El candidato del PSOE hacía una defensa de la Constitución haciendo un llamamiento a actualizarla en el siglo XXI y que tuviese el mismo respaldo mayoritario que tuvo el texto actual hace ya casi cuatro décadas. Un texto, el de Sánchez, que responde a la perfección al papel que ayer y hoy le tocó y le toca al Partido Socialista.
            El texto de Iglesias es más interesante. Lo es porque aborda la historia y pone antecedentes dignos para un hipotético futuro constitucional o proceso constituyente. Y aunque el artículo de Iglesias si habla de un pacto entre las élites franquistas y una parte de la oposición democrática, lo cierto es que no deja de reconocer importancia a la constitución de 1978 y coloca a movimientos como el 15-M en el resultado de la traición que se ha producido a ese pacto constitucional. Por eso hace un llamamiento a un nuevo gran acuerdo.
            Sin embargo, ambos textos adolecen de una perspectiva histórica, de un análisis profundo de la razón de la Constitución de 1978. En el caso de Sánchez porque no deja de ser la posición del establishment. En el caso de Iglesias porque quizá no quiera dar una vuelta de tuerca más a su análisis, que empieza bien pero acaba mal.
            Para la analizar el proceso que se inicia con la muerte del dictador (del que este año se ha cumplido 40 años) habría que mirar más atrás en el tiempo. Esa legitimidad democrática de la que se jacta el candidato socialista forma parte de la ilegitimidad franquista. A estas alturas, cabe hacerse una pregunta: ¿Quién marcó los tiempos de la Transición? ¿Quién puso sobre la mesa la hoja de ruta que desembocó en el proceso de 1978? La respuesta es muy simple: los franquistas. Y no lo voy interpretar, sino que me voy a valer de una obra publicada en 1973 por Rafael Calvo Serer titulada La dictadura de los franquistas 1. El “affaire” del Madrid y el futuro político. Una obra poco conocida, publicada en París, cuando Calvo Serer ha caído en desgracia por el tema del diario Madrid y su enfrentamiento con Fraga Iribarne. Calvo Serer podría ser una de esas figuras representativas de ese franquismo, amoldado desde el inicio a sus estructuras, convertido en figura señera de la intelectualidad franquista, y en que la etapa final del régimen comienza a buscar una salida al mismo.
            No es intención aquí hablar de Calvo Serer. Para acercarnos un poco a su figura y su vinculación al franquismo recomiendo la obra de Gregorio Moran El maestro en en erial donde ubica a toda esa intelectualidad franquista. Lo importante a rescatar aquí de Calvo Serer es una parte del final de libro arriba citado. Calvo Serer en ocho puntos plantea cual puede ser la salida de la dictadura franquista. Estos ocho puntos son los siguientes:
  1. Nombramiento de presidente del gobierno: Para Calvo Serer esa Transición la tendría que encabezar un militar.
  2. Ley de prensa: Ofrecer un pluralismo social y político del país sin caer en manifestaciones revolucionarias y estableciendo límites en materia de prensa y sanciones administrativas.
  3. Independencia de los tribunales
  4. Estatuto de las organizaciones políticas: Reivindica la actuación de Charles De Gaulle en 1958 cuando reformó la constitución que condujo a la V República y que a pesar de los problemas salió reforzado.
  5. Libertad de las Cortes: Mira hacía un sistema que prime a la mayoría y castigue a la minoría parlamentaria sobre la base de un partido socialdemócrata y otro conservador.
  6. Amnistía para los vencedores y los vencidos
  7. Sindicación profesional única y asociación libre obrera
  8. Sometimiento a referéndum de la modificación constitucional


            Sorprende como lo que marcaba Calvo Serer en 1973 se iba a cumplir casi a la perfección entre 1976-1978. Ciertamente no hubo un presidente militar pero si un vicepresidente. El sistema mayoritario electoral se impuso entre un partido socialdemocrata (PSOE) y otro conservador/liberal (UCD, luego AP, luego PP). Esa amnistía a vencedores y vencidos se plasmó en la Ley de Amnistía del 15 de octubre de 1977 que no significó sino un punto y final para exonerar a la dictadura de sus crímenes. El modelo de sindicación no dejó de ser un calco del franquista, adaptado por los Pactos de la Moncloa, donde la diferencia partía de la diversidad sindical pero siempre dentro de los límites marcados por el nuevo sistema. Y efectivamente esa constitución se sometió a un referéndum un 6 de diciembre de 1978 saliendo el “sí”. Un “sí” conseguido tras una campaña que poca alternativa daba con un argumento falaz: o esta Constitución o vuelta a la dictadura.
            Calvo Serer fue un franquista que propuso estos tempos, que otros franquistas como Suárez, José María Areilza, Manuel Fraga Iribarne, etc., pusieron en marcha. Ellos marcaron los ritmos de la Transición. Franco designó al jefe de Estado. A partir de ahí comenzó a gravitar el proceso de Transición que Calvo Serer ya prevía en 1973. La verdadera base de la Transición fueron unos franquistas adaptándose a las circunstancias para no perder su posición y salvar su vinculación a un régimen que cometió crímenes contra la humanidad, y una izquierda, representada por el PSOE y el PCE en su mayoría, que cedió. Unos porque se convertían en una alternativa y para ello eliminaron cualquier conato de oposición en el exilio (Congreso de Suresnes, 1974). Otros porque se creían ser una alternativa y tanto cedieron que quedaron completamente descolgados de unas estructuras que no les fueron benevolentes. Algunos culpan exclusivamente al carrillismo, pero en realidad fue el camino de toda una organización. Aquellas posiciones que no cedieron y no se plegaron lo pagaron caro. Los republicanos quedaron fuera del mapa político (no les dejaron presentarse en las primeras elecciones de 1977. Cuando se presentaron en 1979 el sistema y la Constitución ya estaban en marcha). Los anarquistas sufrieron por una estructura sindical emanada del Pacto de la Moncloa que le fue hostil, por una criminalización de su modelo sindical y por unos problemas internos que acabaron condenándolo al ostracismo. La extrema izquierda se difuminó. Esa Transición les salió a pedir de boca a los franquistas. Tanto es así, que cuatro décadas después de la muerte del dictador la impunidad del franquismo sigue vigente y con argumentos legales, como la ya citada Ley de Amnistía. Y todo esto no quiere decir que los que lucharon en aquella época, que buscaron un mundo mejor, no consiguiesen torcer un poco la historia para que no fuese como algunos la marcaban. Todo lo contrario. Hay que reconocer el empuje y lucha de toda una generación.
            Pero tanto al artículo de Iglesias y, sobre todo, al de Sánchez, les hace falta mucha pedagogía histórica. Pablo Iglesias habla de proceso constituyente pero sin descifrar si ese proceso significa una nueva constitución o reformar la que tenemos. Pedro Sánchez si habla de reforma. Pero es difícil reformar algo que no ha funcionado durante 37 años. En ese tiempo, los artículos fundamentales de la constitución han sido sistemáticamente violados: derecho al trabajo, derecho a la vivienda, etc. Aunque una cosa si tiene el PSOE y es que sabe lo que es reformar una constitución. Lo hizo en su artículo 135 y tardó, junto con el PP, una tarde en hacerlo.
            Estos días se celebra el 37 aniversario de la Constitución de 1978. Pero casi nadie a recordado que un 9 de diciembre, pero de 1931, las cortes republicanas aprobaban la Constitución de 1931. No voy a entrar en una comparación de constituciones (tema muy interesante) y tampoco en mostrar que significó la experiencia republicana con sus acierto y sus errores y problemas estructurales, que los tuvo (frente a los que la demonizan y a los que la consideran la arcadia feliz). Lo que si podemos hacer tras leer su texto es concluir que aquella vieja constitución republicana si significó una ruptura con el pasado monárquico. La del 6 de diciembre de 1978 no. Básicamente porque la primera lo cambió casi todo. Y la segunda partió con el sucesor de Franco como Jefe de Estado y porque fueron las élites de una dictadura que tumbaron la democracia los que dieron paso a una nueva democracia. Difícil y extraña ruptura.