lunes, 18 de abril de 2016

La revolucionaria Utopía en el siglo XVI

Versión amplia del artículo publicado en el periódico Diagonal sobre la figura de Tomás Moro

Voy a decirte lo que siento. Creo que donde hay propiedad privada y donde todo se mide por el dinero, difícilmente se logrará que la cosa pública se administre con justicia y se viva con prosperidad”

Esta es una de las muchas frases que jalonan la obra de Tomás Moro Utopía, publicada por primera en 1516. La estructura de la obra es sencilla. El autor habla de lo que Pedro Gilles y él escucharon a un explorador, Rafael Hitlodeo, sobre lo que vio en una isla llamada Utopía. En esa isla hay un gobierno en forma de República donde la base social es la familia, la base política es la representatividad popular, la base laboral el trabajo en común y la base económica el comunismo de bienes. La capital de la isla es Amaurota (del griego “sin muros”) y el río Anhidro (sin agua).
Escrita en el latín culto del Renacimiento, a lo largo de la obra se ven otros términos incluidos por Moro que vienen a reformar ese “sin lugar”: abraxas, nusquam, Eutopía, Hagnopida, etc...
Una obra revolucionaria para el siglo XVI, que prácticamente inicia un género y que hay que enmarcar en la época.

El incomprendido Tomás Moro

Tomás Moro nació en Londres el 6 de febrero de 1478. Su vida la jalonan tres reinados en Inglaterra: Ricardo III, Enrique VII y Enrique VIII. Su vida discurrió en un tiempo turbulento, el que media entre el fin de la Guerra de las Dos Rosas y el inicio de los conflictos religiosos en Europa con la aparición de la Reforma de Lutero.
Moro crece intelectualmente al calor del humanismo influenciado por personajes como Pico de la Mirandola y, sobre todo, su gran amigo Erasmo de Rotterdam (Elogio de la locura), que tanto influenció en su Utopía.
Moro fue un convencido cristiano. Y aunque era partidario de poder reformar a la religión, a la que veía sumida en una crisis, no compartió la ruptura que Lutero planteó a partir de 1517. Para Moro el cristiano tenía que estar comprometido con su sociedad y no convertirse en un haragán. Por eso Moro adquirió mucha importancia en su época. Fue consejero del Rey, relator del Consejo de Estado, speaker en el Parlamento, portavoz de la Cámara de los Comunes, sheriff de Londres y canciller del Reino. Junto a ello desarrolló una importante tarea de filósofo y escritor.
Pero a pesar de ello Moro tuvo relaciones tirantes con Enrique VII y Enrique VIII. El divorcio definitivo llegó cuando Enrique VIII firmó el Acta de Supremacía que separaba a la Iglesia inglesa de la romana, siendo Enrique VIII la cabeza de la misma. Moro no aceptó ni eso ni su matrimonio con Ana Bolena. Fue juzgado y condenado a muerte, siendo ejecutado el 6 de julio de 1535.


Utopía y su época

El final del siglo XV y el inicio del siglo XVI significó, con el humanismo como centro, toda una revolución intelectual para la humanidad. La peste negra en el siglo XIV ya había marcado un antes y un después en esa visión de lo mundano y lo terrenal. La ciencia física comenzó a desarrollarse pero también la ciencia política. Y es ahí donde hay que ubicar a Moro. El Renacimiento marcaba el inicio de la búsqueda del buen gobierno. Algunos escribieron los llamados “espejo de príncipes” para que se reflejara la forma de hacer política del gobernante. Otros, como Nicolás Maquiavelo, intentaron dar un sentido a la ciencia política con su obra “El prÍncipe”. Moro optó por el género utópico para la búsqueda de ese buen gobierno. Y se convierte con ello en el argumento más valiente y atrevido por las temáticas que trata: abolición de la propiedad privada, gobierno representativo, eutanasia, matrimonio de los sacerdotes, divorcio, tolerancia religiosa, sacerdocio fenemino, etc. Toda una temática que iba a ser sepultada a lo largo del siglo XVI y XVII por los conflictos religiosos que asolaron Europa y que hicieron de estos temas francamente residuales.
Hay que entender igualmente esta obra como una crítica a la Inglaterra del momento. Una Inglaterra que ha arrancado a los campesinos de la tierra y los ha empujado a la miseria y con ello al robo y el crimen. Para ello las soluciones que propone Moro son revolucionarias: abolición del monopolio y mejora de la educación.

Bases e influencias

A pesar del trágico final de Moro, su obra tiene una bases claras e influencias importantes, pues inicia todo el género utópico. Como base se encuentra Platón y sus obras La República, Timeo o Critias, donde la propiedad de bienes y el buen gobierno son la base. También Luciano, que había sido traducido por Moro junto a Erasmo, los viajes de Américo Vespucci, la obra de Agustín de Hipona La Ciudad de Dios y el propio cristianismo.
Moro sienta las bases del género utópico marcando la crítica social con todo el fondo revolucionario y la comunidad como desarrollo del hombre.
Aunque del siglo XVI la Utopía de Moro es la más importante, fue el reflejo para dos importantes utopías en el siglo XVII: La ciudad del sol (1623) de Tomás Campanella y Nueva atlantis (1626) de Francis Bacon.

  Se llega a decir que Moro fue el puente entre el modelo utópico aristocrático de Platón y el modelo socialista del siglo XIX. Quizá es mucho decir, pero lo cierto es que la obra de Moro, en pleno desarrollo del Renamiento y el Humanismo, marcó un antes y un después en la teoría política.

PRINCIPALES UTOPÍAS Y DISTOPÍAS MODERNAS Y COMTEMPORÁNEAS

Hay muchas más. Pero estas son algunas de las utopías modernas y contemporáneas desde la obra de Moro.

Utopía (1516). Tomás Moro
La ciudad del sol (1602). Tommaso Campanella
Nueva Atlántida (1627). Francis Bacon
Nueva visión del mundo (1813). Roberto Owen
Walden o la vida de los bosques (1847). Henry Thoreau
Historia del Valle Feliz (1852). Nathaniel Hawthorne
El humanisferio (1858). Christian Dejacques
La raza venidera (1871). Edward Bulwer
Erewhon. Un mundo sin máquinas (1872). Samuel Butler
El año 2000 (1889). Eduard Bellamy
Noticias de ninguna parte (1890). William Morris
Una utopía moderna (1906). H.G. Wells
Talón de hierro (1907). Jack London
Dellas. Un mundo femenino (1915). Charlotte Perkins Gilman
Nosotros (1921). Yevgeni Zamyatin
Un mundo féliz (1932). Aldous Huxley
1984 (1948). Georges Orwell

miércoles, 13 de abril de 2016

La República y la mujer

Uno de los grandes logros de la Segunda República española fue extender la participación de la mujer en la vida pública. No era nuevo, pues las mujeres habían tenido una vinculación importante con el movimiento obrero y con las luchas civiles en España. También su lucha por el difícil acceso a la educación. Ejemplo de mujeres como Teresa Claramunt, María Cambrils, Soledad Gustavo, Emilia Pardo Bazán, Carmen de Burgos “Colombine”, etc. Es imposible entender lo que sucedió en la República sin contar con la lucha anterior que, como dice la historiadora Laura Vicente, hay que colorcarlo en un ciclo de 100 años, desde la llegada de las primeras ideas del socialismo utópico a España. Unas luchas y unos principios que iban mucho más allá que la mera petición del voto femenino. Un capítulo importante y casi oculto en la historia de España que merece la pena repasar. La lucha de la mujer por el acceso a la educación, a la alfabetización, por su autonomía e independencia en una sociedad pacata y dominada por el catolicismo, de su independencia económica y laboral, de su derecho a la maternidad consciente, al acceso a los métodos anticonceptivos, su acercamiento , sobre todo entre las anarquistas, al neomalthusianismo y el control de la natalidad, etc. Unos 100 años que dieron para mucho.

Sin embargo, la República articuló un importante debate alrededor de los derechos de las mujeres y muchas de sus reivindicaciones se vieron satisfechas

1. El derecho al voto: Fueron las cortes del primer bienio de la República las que dinamizaron el debate y la llevaron a su aprobación. Las mujeres eran elegibles pero no podían eligir en aquellas elecciones de junio de 1931. Fueron diputadas en aquella primera legislatura Clara Campoamor, Victoria Kent y Margarita Nelken. Fue la diputada radical Clara Campoamor quien dinamizó dicho debate. Aunque la derecha casi en bloque se oponía, la posición de la izquierda era diversa. Para la propia Kent la sociedad española no estaba madura para el voto de la mujer, que lo veía conservador. Nelken no pudo participar del debate pues tuvo problemas para regularizar su acta como diputada. A pesar de los debates enconados, el voto quedó aprobado. Y aunque los resultados electorales de 1933 podían dar la razón a Victoria Kent respecto al voto conservador de la mujer, los posteriores estudios han demostrado que no es verdad, y que la victoria de la derecha no tiene en el voto de la mujer la razón de ser. Tres años después, en 1936, la izquierda volvió a ganar se produjo una alta participación tanto de hombres como de mujeres.

2. El acceso a la vida pública y la educación: La República posibilitó que la mujer accedieran en igualdad de condiciones legales a la vida pública y la educación. Victoria Kent fue nombrada Directora General de Prisiones. Su comentido, basado en los trabajos desarrollados con anterioridad por Concepción Arenal, fue la reinserción. A nivel de las mujeres, Kent construyó la cárcel de Ventas, destinada a uso femenino y con un contenido de trabajo social muy avanzado. Dicha cárcel fue reconvertida por el franquismo en uno de los centros más terribles de la dictadura. Su capacidad inicial era de 400 presas y en ella se hacinaban en 1940 más de 3500.
A nivel educativo el desarrollo en el magisterio por parte de las mujeres fue una de las razones del avance educativo de la República. Muchas mujeres, formadas o por forman en dicha disciplina, se mostraron voluntarias a ir a las escuelas rurales, portando con ello los valores educativos de la Segunda República.

3. Conquista de derechos civiles: La situación de sumisión de la mujer en los años precedentes se comenzó a revertir en los años republicanos. La libertad individual fue aumento y la legislación tendió a la equiparación. Igualmente se promulgaron leyes que tendieron a la igualdad. El 11 de marzo de 1932 era promulgada la primera Ley del Divorcio en España, aprobada en las Cortes por 260 votos a favor y 23 en contra. Una ley que ponía punto y final a las disposiciones del matrimonio del Código Civil de 1889, por el cual se establecía que solo por la muerte el matrimonio se podía disolver.
Igualmente, y ya con la Guerra Civil en marcha, se promulgó la Ley del Aborto, por iniciativa de la Ministra de Sanidad y Asuntos Social y anarquista Federica Montseny, bajo el asesoramiento de personalidades del movimiento libertario como Amparo Poch. A pesar de todo el entorno hostil en el que se tuvo que desenvolver, la ley llegó a ser aplicada en Cataluña, pues así lo dispuso el gobierno de la Generalitat.
Fueron dos leyes que no solo ponían a España en igualdad de condiciones a sus homólogos europeos, sino que se convertía en referencia por lo avanzado de la legislación. La victoria de Franco en la Guerra Civil se encargo de derogar todas estas leyes, que no se lograrían poner otra vez a debate social hasta la década de 1980.

4. Extensión asociativa: Los antecedentes de la organización de las mujeres hunde sus raíces en el siglo XIX. Sobre todo socialistas y anarquistas, que desarrollaron desde muy temprano agrupaciones femeninas y trataron en sus reuniones y congresos todo lo relacionado con los derechos de la mujer. Ejemplos son las Agrupaciones Socialistas Femeninas o la Sociedad Autónoma de Mujeres de Barcelona, primer ejemplo de asociacionismo femenino en España. Sin embargo la extensión de estas iniciativas fueron mayor durante la República. Todas las organizaciones políticas y sindicales desarrollaron durante la República organizaciones específicas de mujeres. A las Agrupaciones Socialistas Femeninas se vino a unir iniciativas como Mujeres Libres en el campo anarquista, que se convirtió en una de las organizaciones más importantes de carácter femenino y feminista, con una tarea de alfabetización y educación a las mujeres. También la Asociación de Mujeres contra la Guerra y el Fascismo que posteriormente se convirtió en la Asociación de Mujeres Antifascistas (AMA). Pero, curiosamente, también la derecha desarrolló su asociacionismo femenino. Falange Española fundó su Sección Femenina, que durante el franquismo se encargó de implantar entre las mujeres los principios falangistas y de la dictadura. También las mujeres carlistas mantuvieron durante la República su organización de las Margaritas.


  Sin duda alguna la Segunda República convirtió a la mujer en protagonista, tras años de lucha por la conquista de sus derechos. En todos los ámbitos de la vida las mujeres fueron ocupando el lugar que les correspondía. Su acceso al mundo político, su papel protagonista y dinamizador en la luchas sociales, sus conquistas laborales y legales, convierten a la Segunda República en el régimen que posibilitó el protagonismo de la mujer y el desarrollo del feminismo. El franquismo se encargo a partir de 1939, y durante casi cuarenta años, de sepultarlo por medio de los paredones de ejecución, la cárcel, la represión y el exilio.

martes, 12 de abril de 2016

ENTREVISTA A FERNANDO HERNÁNDEZ SÁNCHEZ POR LA PUBLICACIÓN DE "EL BULLDOZER NEGRO DEL GENERAL FRANCO"

Entrevista publicada en la edición digital del periódico Diagonal

A veces dan ganas de pensar que, como decía Azaña, la mejor forma de guardar un secreto en España es publicarlo en un libro

Entrevistamos a Fernando Hernández Sánchez, historiador, profesor de la Universidad Autónoma de Madrid, y autor del libro 'El bulldozer negro del general Franco'

Fernando Hernández Sánchez tiene una larga trayectoría como docente y como investigador. Especializado en la historia del comunismo español es autor de obras de enorme calidad como Guerra o revolución. El Partido Comunista de España en la Guerra Civil (que fue su tesis doctoral) o Los años del plomo. La reconstrucción del PCE bajo el franquismo (1939-1953), ambos publicados en Crítica. Estos entre otros muchos libros, capítulos de libros y artículos en revistas especializadas.
Pero junto a esta tenaz tarea investigadores, Fernando es profesor. Lo fue durante veintres años en la enseñanza secundaria. Y lo es desde cinco años en la Universidad Autónoma de Madrid. De su experiencia como docente ha realizado este libro: El bulldozer negro del general Franco (Pasado & Presente, 2016). Como el mismo subtitula, “historia de España en el siglo XX para la primera generación del siglo XXI”. Un libro ameno, divulgativo y didáctico que no va a dejar indiferente a nadie.


- El bulldozer negro del general Franco. Historia de España en el siglo XX contada para la primera generación del siglo XXI cuenta de forma sencilla y amena el desarrollo de la historia española alejándola de determinados mitos. ¿Hay mucho déficit en el conocimiento histórico de las dos últimas generaciones de ciudadanos?

No es una hipótesis: es una realidad que ratifican sistemáticamente estudios y sondeos de opinión, con resultados altamente preocupantes. Por poner un par de ejemplos: en 2010, el CIS hizo pública una encuesta realizada con motivo de la entrada en vigor de la ley de memoria histórica. De las tres mil personas entrevistadas, el 69% afirmó que habían recibido poca o ninguna información sobre la guerra civil en el colegio o el instituto. Por otra parte, un estudio que realicé entre un centenar de estudiantes de magisterio durante el curso 2013/2014 mostró que solo el 27% de los futuros maestros habían visto los contenidos relativos a la Segunda República, la guerra civil, el franquismo y la transición durante la etapa de su educación obligatoria. Solo uno de cada cinco de sus profesores abordó los temas con detenimiento y profundidad, frente a casi un tercio que lo hizo deprisa y superficialmente con pretextos como rehuir la polémica política o la proximidad (¡casi 80 años después de la guerra y 40 de la muerte del dictador!) a los hechos.

- El título del libro llama mucho la atención. ¿Por qué has utilizado el término bulldozer para definir a la España y la política de Franco?

El título remite a una cita de la Autobiografía del general Franco, de Manuel Vázquez Montalbán que he incluido en el epílogo. Con visión casi profética, el autor aventuraba que la figura del dictador iría desdibujándose en las referencias divulgativas del futuro, apareciendo en las enciclopedias como un gobernante severo bajo el que se sentaron las bases del desarrollismo. Basta leer algunas interpretaciones actuales que rebajan la naturaleza totalitaria de su régimen y le atribuyen la eclosión de las clases medias que acabarían alumbrando la democracia para llegar a la descorazonadora conclusión del escritor barcelonés: “Y cada vez que un ciudadano del futuro lea esa Historia objetivada o presencie esos videos reductores, será como si usted [Franco] emergiera del horizonte conduciendo un bulldozer negro dispuesto a cubrir con una capa más de tierra a todas sus víctimas de pensamiento, palabra, obra y omisión…”

- Es evidente que este libro está realizado en función de tus propias experiencias como profesional de la historia y de la educación. ¿Qué es lo que más te ha llamado la atención de esa dilatada trayectoria profesional y qué ha generado este libro?

He ejercido como profesor de secundaria durante veintitrés años bajo prácticamente todas las leyes educativas. Pues bien, en lo que respecta a la enseñanza de la historia del presente español ha habido poca variación en el catálogo de pretextos empleados para obviar su tratamiento en las aulas. Primero fue aquello de que los hechos eran demasiado recientes y que no existía perspectiva suficiente para abordarlos con criterio científico. Luego se ha dado en repetir como un mantra la queja sobre lo apretado de los programas, la escasez de horas lectivas, lo controvertido de los contenidos… El resultado es que desde comienzos del siglo XXI, entre ocho o nueve millones de jóvenes habrán sido llamados a elegir a sus representantes para que tomen decisiones que afectarán a sus vidas, afrontando problemas cuyas raíces se hunden en procesos de la historia reciente sobre los que apenas habrán recibido formación escolar alguna. Y es probable que más de la mitad de los que aún permanecen dentro del sistema educativo formal apenas reciban una información superficial sobre episodios fundamentales como la Segunda República o la guerra civil española. Y prácticamente ninguna sobre la dictadura franquista o la transición. No es de extrañar que en el magma de esas carencias proliferen los discursos mistificados, los relatos ficticios y los errores de larga duración.

- El libro tiene una estructura curiosa e interesante. A las explicaciones históricas del desarrollo cronológico has incluído una parte titulada “El rincón de los lugares comunes”. Y son, quizá, estos lugares comunes los que hace que la historia de España esté distorsionada. ¿Tantos lugares comunes tiene la historia de España del siglo XX? ¿A qué crees que se deben?

Hay dos factores fundamentales: la funcionalidad de las explicaciones simples y la perdurable supervivencia de las ideas ingenuas. A falta de datos e interpretaciones precisos, lo que queda en la percepción del estudiante, una vez vomitada en los exámenes la sobredosis de conocimiento factual, es un collage de lugares comunes, anécdotas, informaciones fragmentadas, datos aislados y anacronismos. La explicación teleológica –bien está lo que bien acaba- que describe el advenimiento de la democracia con la facilitadora ayuda de un pacto entre notables absuelve, por lo demás, a una mayoría social que no hizo nada para enfrentarse al régimen, porque no hay que olvidar que Franco murió en la cama. Por añadidura, el lugar que no ocupan los historiadores lo toman al asalto las producciones estridentes de tertulianos, literatos de la industria productora de hegemonía o revisionistas silvestres. Los debates prejuiciados sobre cosas tan evidentes como la imperativa erradicación de los vestigios hagiográficos de la dictadura o el contenido de los anaqueles de novedades editoriales de las grandes superficies son muestra evidente de ello.

- Desde tu posición de historiador y como conocedor exhaustivo del periodo de la Segunda República y el franquismo. ¿Qué aportó la Segunda República a la sociedad española y por qué es tan denostada en muchos análisis? Por el contrario ¿Qué significó el franquismo y que se mantiene de él?

La República tuvo que acometer grandes reformas estructurales en un contexto internacional marcado por el retroceso en toda Europa de los sistemas parlamentarios y la recesión económica contando con la oposición, cada vez más virulenta, del viejo bloque hegemónico conformado durante la incompleta revolución burguesa del siglo anterior. La oligarquía terrateniente, con la Iglesia como poder legitimador, el ejército como partido en armas y la monarquía como clave de bóveda, nunca le perdonaron a la República el sobresalto que supuso para su hasta entonces incontestable control patrimonial del país. Sus herederos, tampoco. A la postre, consiguieron lo que se proponían. Lo que no pudo la obstrucción legislativa desde dentro del sistema lo acabó consiguiendo la intervención militar. La raíz republicana, obrerista, federal y laica de la España popular acrisolada en el primer tercio del siglo XX fue arrancada de forma tan implacable que jamás volvió a rebrotar.

El franquismo fue la forma política en que se encarnó la coalición contrarrevolucionaria que venció en la guerra civil. La Iglesia católica lo legitimó obteniendo a cambio una generosa financiación estatal y la adecuación de la educación y la legislación civil a la horma de su sistema de valores. Colaboradores de la dictadura fueron quienes se aprovecharon de un sistema intrínsecamente corrupto y los cómplices de la represión unidos a ella por un pacto de sangre. Sin olvidar la conformidad pasiva de la denominada mayoría silenciosa. Es en el espesor de este entramado de intereses y miedo colectivo donde se encuentran algunas de las razones que explican la larga duración del franquismo y su herencia envenenada. El recuerdo del baño de sangre original como elemento disuasorio del compromiso político; la tolerancia con la corrupción y la general presunción de deshonestidad en los gobernantes de cualquier tendencia sin que ello se materialice en una coherente reacción cívica; la consolidación, en definitiva, de un bajo nivel de exigencia para con los representantes públicos es el legado que la sociedad española debe a Franco mucho tiempo después de su muerte.

-A tu juicio, ¿está la Transición idealizada en la historia de España?

En los últimos tiempos estamos asistiendo a una relectura del proceso, no muy bien asumida en algunos ámbitos. Nadie debería sorprenderse de que esto ocurra. La generación que protagonizó la Transición está en la estación término de su presencia pública. Según el INE, el 36% de la población española nació después de la promulgación de la Constitución y el 68% no tuvo ocasión de votarla. No es de extrañar, pues, que haya un movimiento de fondo que pretenda hacer realidad el viejo aforismo de los radicales anglosajones del XIX de que no debe encomendarse a los muertos el gobierno de los vivos. Máxime cuando la crisis de larga duración que venimos sufriendo desde 2008 ha erosionado los pilares del discurso sobre el que se construyó el mito: la liberalización política, la conquista de las libertades, la modernización social y económica y el protagonismo de España en el concierto internacional. El proceso no ha hecho más que empezar. Todavía no ha llegado el momento álgido para la crítica de la Transición en sí: pasarán décadas antes de que las fuentes primarias sean accesibles y revelen a los historiadores algunos de los secretos custodiados en el sancta sanctorum de los depósitos administrativos, diplomáticos y militares. Estamos en la fase de la crítica de la Transición para sí, del relato sobre la edificación del sistema a que dio lugar. Sus mayores activos, el consenso que desembocó en la promulgación de la constitución de 1978 y la previsibilidad conferida por un sistema electoral bipartidista con apoyos circunstanciales de nacionalistas moderados o de una izquierda subsidiaria, se han esfumado. La triple crisis, económica, social y de representatividad política desencadenada en el periodo 2008-2015 ha hecho estallar sus costuras generacionales y territoriales. Estamos, de nuevo, en tiempos de refundación. Está por ver de qué.

- De entre los pasajes del libro hay un par de acontecimientos que llaman la atención. Uno es la forma de abordar las razones del golpe de Estado de julio de 1936. El otro la participación de España junto a los nazis en la Segunda Guerra Mundial. ¿Cuáles crees que son las razones para seguir manteniendo determinados mitos alrededor de ambos acontecimientos cuando han pasado ya más de siete décadas?

A veces dan ganas de pensar que, como decía Azaña, la mejor forma de guardar un secreto en España es publicarlo en un libro. Desde la llegada de la democracia, la investigación académica ha producido montañas de estudios, artículos y tesis que han ido desmontando los basamentos del relato sobre el que se asentaba el franquismo. Pues bien, sus conclusiones no han calado suficientemente en los manuales escolares, aquellos textos en los jóvenes aquilatan su percepción de la historia en el periodo de su formación inicial. No es raro seguir leyendo que bajo la República se produjeron oleadas de huelgas, quemas de iglesias y enfrentamientos armados, mezclando el legítimo ejercicio de un derecho constitucional con manifestaciones de piromanía anticlerical y actos terroristas. O que en la dinámica del golpe militar de julio de 1936 se obvie lo que hoy sabemos acerca del tiempo largo de la trama conspirativa o sobre la adscripción fundamentalmente monárquica de sus urdidores. Respecto al distanciamiento del Eje, se suele pasar por alto que Franco se adhirió al Pacto de Acero, que incluía cláusulas de apoyo mutuo con Alemania e Italia. O que otorgó facilidades para suministrar víveres y combustible a los submarinos alemanes en los puertos del Atlántico. Tampoco leerán nuestros estudiantes que, más que la supuestamente irritante entrevista en Hendaya, lo que impidió que España entrara en la guerra mundial al lado de Hitler fueron los sobornos –valorados en unos 170 millones de euros actuales- realizados por los servicios de inteligencia británicos a destacados generales del entorno del Caudillo. Es más fácil repetir los tópicos manidos que, en última instancia, acaban pasteurizando al franquismo al aligerarlo de aquellos rasgos estridentes que habían quedado sepultados bajo los escombros de cancillería de Berlín o colgando de la marquesina de una gasolinera en la piazzale Loreto de Milán.

- Podemos decir que no estamos ante un libro al uso. Entre tus fuentes bibliográficas y documentales para su elaboración has utilizado el cómic y los nuevos recursos como los códigos QR. ¿Consideras el cómic una fuente para el conocimiento histórico? ¿Crees que las nuevas tecnologías ayudan para ese conocimiento?

El comic o la novela gráfica me parecen excelentes medios para introducir al alumnado en el conocimiento de nuestra historia reciente. Para una generación eminentemente audiovisual, ejercen un atractivo indudable. Maus o Los surcos del azar hacen más por el conocimiento de la naturaleza del nazismo o de la participación española en la resistencia antifascista que los recursos bibliográficos al uso. Y el acceso inmediato a esa inmensa base de materiales audiovisuales que es Youtube posibilita ampliar lo expuesto en el texto –por definición, limitado- e iniciar una búsqueda propia aprovechando la estructura reticular del medio, a fin de seguir profundizando y desarrollar el espíritu crítico. Incluso cuando lo que se encuentra es basura propagandística, es útil porque favorece el ejercicio del contraste. El reto, cuando se trabaja con nativos digitales, no es el exceso de información, sino la provisión de las claves necesarias para descodificarla.

- El libro trata de romper muchos mitos. Mitos forjados ayer pero mantenidos hoy por los llamados revisionistas. ¿Por qué esa “historiografía” revisionista goza de tan buena salud?

Porque reconforta a ciertos sectores ideológicos. No es estético presumir de ser, al mismo tiempo, demócrata y franquista. De ahí la necesidad de desnaturalizar la dictadura, con la tramposa contraposición entre totalitarismo y autoritarismo; de alabar sus logros macroeconómicos y sus derivadas sociales, el surgimiento de la mesocracia y la falaz apertura de prensa de Manuel Fraga; y, para sus orígenes, rebuscar pretextos para justificar el golpe de estado contra la República como respuesta a una situación de necesidad, imputar a otros la responsabilidad del desencadenamiento de la guerra o diluir la magnitud represiva en la estupefaciente atmósfera de la “guerra entre hermanos”, la “locura colectiva” o el “si hubo Badajoz, también hubo Paracuellos”. Si, además, estos argumentos pueden servir como munición en el combate político del día a día, como ocurrió con la guerra de las esquelas en tiempos de Zapatero o con el callejero madrileño en la actualidad, miel sobre hojuelas…

- Tras la elaboración de este libro, por tu contacto con la comunidad educativa en su conjunto y en relación a la propia sociedad, ¿hay esperanzas de que en un futuro las nuevas generaciones entiendan mejor la historia? ¿Y qué futuro le vislumbras a la propia ciencia histórica, a tenor del panorama actual, para esta cuestión? Por decirlo de otra forma, ¿cómo son las nuevas generaciones de alumnos, de historiadores y de ciudadanos en general?


 No albergo ilusiones de una conversión masiva hacia el estudio de la Historia en estos tiempos de postración ante las carreras utilitarias. Confío, eso sí, en los jóvenes historiadores que tendrán la oportunidad de contrastar el relato de ese pasado con las fuentes directas que -así es como avanza el saber- lo pondrán en cuestión. Me contentaría con que lográsemos ser una sociedad democrática normal, en la que quedara desterrado para siempre aquello de “yo no soy franquista, pero…” No hay nada bueno que venga detrás de ese pero. Una sociedad que se enfrentase a su pasado asumiendo su complejidad y su conflictividad, sin miedos ni reservas, agradecida con quienes se dejaron lo mejor de sí mismos en la lucha por la libertad de todos. Como lo hacen, por utilizar una conocida expresión-comodín, todos los países de nuestro entorno. En esa labor, como decía Eric J. Hobsbawm, los historiadores, encargados de recordar lo que otros olvidan, pueden ejercer una importante función social, la de restablecer la conexión entre la sociedad y su pasado con el fin de dar sentido a las aparentemente insondables contradicciones del presente.

martes, 5 de abril de 2016

SIEMPRE LORCA

Artículo publicado en la edición digital del periódico Diagonal

El próximo 18 de agosto se cumplirán 80 años del asesinato de Federico García Lorca a manos de un grupo de falangistas y derechistas de Granada. Su delito fue tener un compromiso social a lo largo de su vida, y especialmente durante la Segunda República. Pero a pesar de su trágica muerte el legado de Lorca no fue asesinado. Solo nos cabe una duda, una de esas preguntas ucrónicas que circulan muchas veces en nuestras cabezas: ¿Hasta donde habría llegado Lorca de no haberse truncado su vida? Nunca lo sabremos.

El pasado 1 de abril se estrenaba en el Teatro Valle Inclán de Madrid, del Centro Dramático Nacional la obra Así que pasen cinco años dirigida por Ricardo Iniesta. Con una puesta en escena atrevida, de la que el propio Lorca se sentiría orgulloso, se ha rescatado una de las obras menos conocidas, más simbólicas y de enorme carga sentimental. Una obra que Lorca concibe en su periplo norteamericano, cuando más le influyó la vanguardia surrealista y que revolucionaría el teatro español. Una obra que Lorca nunca vio representada, pues mucha gente de su círculo más íntimo no la entendió. La primera vez que se representó en España fue en 1978. Y curiosamente en el Teatro Eslava, el mismo que vio representada la primera obra teatral representada en Madrid de Federico García Lorca: El maleficio de las mariposas.
Ricardo Iniesta y su compañía nos acercan a todo ese mundo surreal, vanguardista, de amor y desamor, de la infancia perdida, de la tragedía, etc. Un guiño a todo lo que Lorca amaba: la música, los títeres, sus temas, la vida, la muerte, etc. Unos personajes llenos de simbología que representan el futuro, la infancia perdida. Algunos personajes inertes que trasmiten todos los sentimientos. Un guiño lorquiano a la Commedia dell'arte con todo un elenco de arlequines.
Una representación atrevida que ha salido a la perfección y mantiene toda la esencia del mejor Lorca. Iniesta y su compañía ha dado en el punto y alguno de los personajes son representados con una enorme calidad. Personajes nada convencionales: un jugador de rugby, un gato, un niño camino de la muerte, una mecanógrafa, etc.
Merece la pena acercarse a esta representación de Lorca tras varios lustros de silencio ante la misma.

La revolución teatral del joven Lorca

Lorca dejó un gran legado que le ha elevado entre uno de los poetas, escritores y dramaturgos más importantes de la historia de España. El joven Lorca que llegó a Madrid con apenas 21 años, se convirtió pronto en una referencia de uno de los centros culturales más importantes de la época: la Residencia de Estudiantes. En contacto con lo que será una de las generaciones más importantes de la literatura española, solo un año después ya comenzó a revolucionar el mundo de la escena cuando estrenó en el Teatro Eslava El maleficio de la mariposa que rompía con el teatro clásico dominante de los premios Nobel de literatura José Echegaray y Jacinto Benavente.
La temática de Lorca circuló en aquellos entre las heroínas y el amor, siendo ejemplo su magnífica Mariana Pineda. Un Lorca amante de la música, la danza, las artes plásticas y los títiteres. Algo que era novedoso y revolucionario en el teatro de los años 20. Sus obras Tragicomedia de Don Cristobal y la señá Rosita, La zapatera prodigiosa o El amor de don Perlimpín con Belisa en su jardín encumbrán a Federico García Lorca a lo más alto de la dramaturgia española apoyado también por su carrera como poeta.

La importancia de su viaje a Nueva York

Fue gracias a Fernando de los Ríos, el que fuese Ministro de Instrucción Pública en el primer gobierno de la Segunda República, por el que Federico García Lorca viajó a EEUU. En un momento imporante de su vida, cuando su relación con Salvador Dalí y Luis Buñuel comenza a resquebrajarse.
En EEUU, Lorca encontró un mundo distinto. Una sociedad que se asomaba al abismo. Porque Lorca llegó a Nueva York en la primavera de 1929, solo unos meses antes del crack financiero que sumió al país y al mundo en una profunda crisis. Los barrios newyorkinos, al música afromericana, la vanguardia, completaron toda una revolución mental en García Lorca. Todo se vio completamentado cuando viajó igualmente a La Habana.
En esta época, Lorca no solo revisó alguno de sus trabajos anteriores, sino que comenzó a pergueñar y desarrollar dos obras poco conocidas de Lorca y con una enorme carga simbólica. Una la ya citada Así que pasen cinco años y otra El público, donde de una forma abierta Lorca habla de la homosexualidad. Un tema tabú. Algo revolucionario.
El Lorca que regresa a España en 1930 de su periplo trasatlático es ya una persona con un alto contenido social. La República le esperaba.

Lorca en la República

La proclamación de la Segunda República el 14 de abril de 1931 iba a significar un revulsivo en muchos sectores de la sociedad. Y en el cultural también. El Lorca que había regresado de EEUU y Cuba tenía muchos proyectos en la cabeza. En 1931 publicó las dos obras antes citadas. Y una vez más su vida se entrecruzó con la de Fernando de los Ríos, que siendo ya Ministro apoyó sin fisuras el proyecto de Lorca de crear un teatro itinerante que llevase a los rincones más profundos de España la cultura que en otras épocas se le había negado. Una popularización de la cultura. Había nacido La Barraca, fundada junto a Eduardo Ugarte, como proyecto de teatro universitario. Un proyecto que se completamentaba con las Misiones Pedagógicas. El gran éxito de la Segunda República, como fue la popularización de la educación, y que tuvo a Lorca uno de sus protagonistas.
De esta época datan también sus obras más conocidas a nivel teatral: Bodas de sangre, Yerma o La casa de Bernarda Alba. También su esplendida poesía. Y un nuevo viaje por Sudamérica, junto a la compañía de Lola Membrives, que representaron muchas de sus obras en Buenos Aires.
Los círculos culturales tienen a Lorca como uno de los referentes. Una de las figuras más importantes de esa denominada “generación de plata”. También destaca una de sus más estrechas amigas: la actriz Margarita Xirgu, que tuvo que partir al exilio tras la Guerra Civil.
Sin embargo el compromiso de Lorca iba mucho más allá que la cultura. A través de las temáticas de sus obras (desigualdad, homosexualidad, sociedad cerrada, clericalismo, convenciones sociales, etc.). Lorca fue un firme partidario de la República. Vio en ella un baluarte para la modernización del país. Y así lo hizo con alguno de sus proyectos, que fueron proyectos de la propia República. Y aunque nunca se vinculó a ningún partido político, lo cierto es que Lorca tuvo un compromiso con la izquierda de su tiempo. Quizá su raiz granadina, el haber visto de cerca la desigualdad social del campo andaluz, le hizo simpatizante de las corrientes revolucionarias de la época, a caballo entre el anarquismo y el comunismo, pero sin mostrar profesión a ninguna ideología.
Esta cuestión fue su sentencia de muerte. A pesar de las advertencias de sus más allegados, días antes de la sublevación militar, García Lorca regresó a Granada. Con el golpe de militar en curso la vida de Lorca estaba en peligro. Fue detenido por la Guardia Civil y por los derechistas Luis Trescastro Medina, Luis García-Alix Fernández y Ramón Ruiz Alonso, diputado de la CEDA. Puesto en conocimiento de su detención Gonzalo Queipo de Llano, líder de la sublevación en Andalucía, dio el visto bueno a su asesinato: “Dale café, mucho café”. Las acusaciones contra Lorca, según un informe de 1965, eran las siguientes: era socialista, amigo de Fernando de los Ríos, masón adscrito a la Logia Alhambra con el nombre simbólico de “Homero” y de hacer practicas homosexuales y aberraciones. Fue ejecutado el 18 de agosto de 1936 junto al maestro Dióscoro Galindo y a los banderilleros anarquistas Francisco Galadí y Joaquín Arcollas.
Dos cuestiones resultan paradójicas de la muerte de García Lorca. Fue asesinado junto a un maestro y dos banderilleros. La prueba física de la educación, por la que tanto trabajó Lorca, y el mundo del toreo, al que Lorca le dedicó bastantes poemas. Y volviendo al comentario de la obra del CDN, su obra Así pasen cinco años fue estrenada en 1931, justo cinco años antes de su asesinato. Sorpresa macabra del destino.


 Lorca fue asesinado pero su obra no. Estos díoas podremos disfrutar en el Valle-Inclán de Así pasen cinco años. Estos días y siempre. Siempre Lorca.