martes, 6 de septiembre de 2016

EN ALCALA DE HENARES EXPLOTÓ EL POLVORÍN

Alcalá de Henares. 6 de septiembre de 1947. La ciudad aprovecha los últimos días del verano y de su calor. Todavía sonaban los ecos de las recientes fiestas de la ciudad, finalizadas unos días antes. Alcalá, y España, vivía los duros años de plomo del franquismo. Ese verano había sido ducho en noticias. Había muerto Manolete. El toro Islero segaba su vida en al plaza de toros de Linares. Era uno de los temas de conversación. También el fútbol. El Valencia había ganado la Liga. Muy cerquita había quedado el Athletic de Bilbao y el Atlético Aviación, que ese año 1947 volvería a ser Atlético de Madrid.
            Pero otra noticia también azotaba la mente de los alcalaínos. El 18 de agosto de 1947, en Cádiz, unos depósitos de armas habían hecho explosión y habían asolado la ciudad. 150 fallecidos y 2000 heridos. Una tragedia para la Tacita de Plata. Y esa noticia hacía temer a los alcalaínos que algo similar podía pasar en los polvorines situación en el cerro Gurugú y en el Zulema. Pocos días después esos temores se convirtieron en realidad.
            Eran las 21:45 de la noche. La jornada laboral de ese caluroso día tocaba a su fin. Los alcalaínos paseaban. De repente, un estruendo ensordecedor eclipsó la cuna de Cervantes. Los recuerdos de los bombardeos aéreos en la Guerra Civil planearon por muchas mentes. Una nube de polvo negro sepultó la ciudad. ¿Qué había pasado? Los polvorines A y B del cerro Gurugú habían hecho explosión. Toneladas de tierra habían sido removidas. La ciudad entró en colapso y a partir de ese momento nada fue igual.
            Cuando se comenzó a despejar se pudo ir aproximando a la zona del siniestro. Una zona donde se hacía temer lo peor. Allí estaban los polvorines y su personal militar. Pero cerca estaba la fábrica Río Cerámica. También muy cerca estaba la venta de Camacho. El resultado de la catástrofe se tornaba apocalíptico. Y no podía ser de otra forma cuando se comienza a hacer balance de la catástrofe. Entre el personal militar hay 10 fallecidos, entre ellos el sargento de artillera Luis Soria Albericio o el cabo Bernardo Pascual Martínez. Entre las víctimas civiles la catástrofe es mayor: 14 muertos. Entre ellos el ex concejal socialista (que había sufrido represión tras la guerra) Bonifacio Loeches, y toda su familia, que vivían en una casa de los alrededores del Gurugú. También Domingo Piris, que hasta hacía pocas fechas penaba en las cárceles del franquismo. Parecía que Alcalá no podía levantar cabeza.
            Los técnicos militares se desplazaron hasta la zona del suceso. El veredicto del Informe Pericial fue claro: ha sido un accidente. No ha podido ser provocado. Sin embargo aquel acontecimiento fue un caramelo en la boca para las autoridades del franquismo. En Cádiz el Ejército había asumido su responsabilidad, a pesar de los intentos de incriminar a la resistencia antifranquista. Sin embargo, reconocer dos errores en 20 días era demasiado precio para el “Ejército de la Victoria”. Alcalá venía desarrollando la reorganización de las estructuras políticas derrotadas en 1939 en la clandestinidad. Sobre todo tres organizaciones: la CNT, el PCE y las JSU. La CNT alcalaína ya había pagado su contribución. En 1946 sus estructuras fueron descubiertas y sus integrantes encarcelados.
            Pero el PCE y las JSU habían tejido un importante entramado político. Comités en la calle y en las fábricas. Agitación política y sindical. Decenas de militantes y simpatizantes. Al producirse la explosión, algunos militares lo tenían claro. Ha sido un accidente pero va a ser un sabotaje. Un sabotaje realizado por los comunistas. Y así, 48 horas después del siniestro, comenzaron las detenciones. Unas detenciones que se hicieron extensivas a las estructuras comarcales, provinciales e incluso nacionales de las organizaciones (a este respecto la obra de Fernando Hernández Sánchez Los años de plomo es fundamental). En Alcalá fueron detenidos muchos vecinos. Algunos viejos militantes. Otros nuevos y más jóvenes. Pero todos inocentes.
            Se instruye la causa 142010. Hay más de 70 detenidos. La causa cae en manos de Enrique Eymar, caballero mutilado, máxima figura del Tribunal Especial para la Represión de la Masonería y el Comunismo. Del Tribunal Especial contra el Espionaje y el Comunismo. No podía caer la causa en peores manos. Eymar vio una causa muy grande. Y por ello la divide. La 142010 queda con los “más peligrosos”. En la 239/48 también puede haber sentencias de muerte (de hecho las hubo). El resto, la 207/48, la 208/48 y la 209/48 eran colaboradores.
            Los consejos de guerra no dudan. Penas de muerte. La 142010 estaba vista para sentencia el 9 de julio de 1948. Pruebas falsas. Torturas. Ocultación de pruebas de inocencia. Unas semanas después (20 de agosto de 1948) eran fusilados en Ocaña, 8 dirigentes del PCE y de las JSU: Manuel Villalobos Villamuelas, Eugenio Parra Rubio, Rogelio García del Barrio, Pedro Martínez Magro, Benito Calero Vázquez, Daniel Elola Gómez, Luciano Arroyo Cablanque y Félix López Casares. El resto penas entre 30 y 6 años. Para las otras causas planeó la pena de muerte para Alejandro Heredero del Castillo, Ricardo Lidó Expósito y Fernando Nacarino Moreno. Salvaron su vida por muy poco.
            El franquismo había convertido un hecho fortuito, una fatalidad, en un crimen de Estado. Alcalá de Henares fue víctima y testigo de ello. Muchos de sus vecinos vieron como su vida quedaba rota por un hecho que no habían cometido.
            Efectivamente hay que pasar página. Pero primero vamos a leerla, a analizarla y a estudiarla. Y vamos a devolver, por justicia histórica, la inocencia a lo que nada hicieron. Alcalá debe un homenaje a todas las víctimas del polvorín de 1947.


Para saber más ver el libro de Julián Vadillo Muñoz y Alejandro Remeseiro Fernando La explosión del polvorín de Alcalá de Henares (1947), Foro del Henares, Alcalá de Henares, 2009

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