viernes, 10 de noviembre de 2017

EL IMPACTO DE LA REVOLUCIÓN RUSA EN ESPAÑA

Siguiendo con la serie de artículos en relación con la revolución rusa colgamos en este blog el artículo publicado en la edición en papel de El Salto y ampliado en la web de El Salto diario.

El desarrollo revolucionario ruso no solo quedó circunscrito a sus fronteras. Sin embargo, el “proletarios de todos los países, uníos”, lema histórico del socialismo, se tornó en nuevas escisiones entre los partidarios del modelo soviético y los críticos con el mismo, naciendo los partidos comunistas en diferentes lugares. España no fue la excepción a este asunto.
            Cuando los acontecimientos de febrero y octubre se desarrollan en Rusia, España vivía una ola de crisis política, económica y social acompañado de una movilización obrera. En diciembre de 1916 las centrales sindicales UGT y CNT han llegado por primera vez a acuerdos. La primavera de 1917 fue agitada con movilizaciones de trabajadores en distintos sectores que desembocó en agosto de 1917 con la declaración de una huelga general revolucionaria que acabó con la represión de sus integrantes, el encarcelamiento del comité de huelga y la suspensión de las libertades de reunión y prensa. El telón de fondo de la Revolución rusa se dejaba sentir en los periódicos Solidaridad Obrera y El Socialista.
            El triunfo de octubre en Rusia levantó esperanzas en el obrerismo español. Los congresos del PSOE y de la CNT mostraron interés por los sucesos de Rusia. El PSOE era partidario de la fusión de la II Internacional (a la que pertenecían) con la III nacida de las jornadas revolucionarias rusas. La CNT, en su congreso de 1919 se adhirió de forma unilateral a las nuevas estructuras internacionales revolucionarias con la defensa del comunismo libertario como bandera. Pero ya antes, en congresos de sectores claves como el agrario, los libertarios habían mostrado su adhesión a los principios emanados de la revolución rusa.
            Los anarquistas hicieron de la revolución de octubre una bandera de defensa, sin saber en muchas cuestiones que estaba sucediendo realmente en Rusia. El periódico Tierra y Libertad llegó a decir en sus páginas que en Rusia había triunfado la anarquía. Como Manuel Buenacasa expuso en los artículos que en esas fechas escribió para Solidaridad Obrera así como años después en sus reflexiones históricas en el libro El movimiento obrero español, 1886-1926, a los bolcheviques se les confundía con los propios anarquistas y se veían en ellos la esperanza de una sociedad nueva que había que exportar lo antes posible al territorio español.
            Sin embargo, las delegaciones que los dos organismos obreros más importantes de España mandaron a los congresos de la Komintern (III Internacional) variaron la posición de los organismos socialistas y anarquistas. El informe que Ángel Pestaña elaboró para la CNT así como el elaborado por el francés Gastón Leval en el congreso de la Profintern (Internacional Sindical Roja) revocó el acuerdo de adhesión de los libertarios a las estructuras comunistas y su adhesión a la renacida AIT en Berlín en 1922. Aunque hay que decir que con anterioridad personajes como Eleuterio Quintanilla ya había mostrado sus reticencias ante el significado de la toma del poder de los bolcheviques, la decisión final de la CNT estuvo motiva por estas visitas e informes. El propio Buenacasa reconoció el error al que le habían inducido la propia revolución y que aquellos que fueron críticos con los bolcheviques estaban en lo cierto desde el inicio. Aun así, los libros escritos por Pestaña posteriormente (70 días en Rusia. Lo que yo vi y 70 días en Rusia. Lo que yo pienso) seguía manteniendo por parte del anarcosindicalismo un apoyo a lo que era en sí la revolución rusa, como fenómeno popular, pero una oposición frontal a la dictadura impuesta por los comunistas.
             Solo un sector encabezado por Andreu Nin, Joaquín Maurín e Hilario Arlandis se declaró pro-bolchevique y acabaron saliendo de la CNT fundado sus propias estructuras comunistas, la Federación Comunista Catalano-Balear ya en 1924. Antes de ello, y siguiendo las propias consignas que dieron en Moscú, formaron los llamados Comités Sindicalistas Revolucionarios que intentaron inclinar, sin éxito, a la CNT hacía las posturas bolcheviques. Y a pesar del apoyo que estos personajes dieron a los bolcheviques, intentaron trasmitir en el congreso de la Profintern que en España las estructuras de partido no tenían aceptación entre la clase obrera y que era el sindicalismo lo que había que hacer girar hacia las posiciones comunistas. Además, el propio Arlandis, de pasado anarquista, tuvo un enfrentamiento directo con Trotsky. De todos ellos fue Nin quien más se adhirió a los principios comunistas y se estableció en Rusia hasta 1930 colaborando con diversos organismos comunistas. Estos personajes fueron claves durante la Segunda República como organizadores de estructuras marxistas no adheridas al estalinismo como fue el Bloque Obrero y Campesino (BOC) de Maurín, la Izquierda Comunista de España (ICE) de Nin y la unión posterior en el Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM) en 1935. Tal fue el enfrentamiento que llegaron estos grupos que Nin fue asesinado en plena Guerra Civil por agentes estalinistas en 1937.
            Mi viaje a la Rusia sovietista y la de Daniel Anguiano, partidario de la inclusión del PSOE en la Komintern. En su libro, De los Ríos hizo una valoración de la Rusia de Lenin y mostró la falta de libertades que se vivía, así como las carestías. Al igual que los libros de Pestaña, fueron fuentes directas de análisis, en este caso desde la perspectiva del socialismo reformista y democrático, de la Revolución rusa desde la izquierda.
Por su parte, el PSOE acudió a los congresos de la Komintern volviendo con dos opiniones diferentes. La de Fernando de los Ríos, crítico con el modelo soviético y plasmado en su libro
            El congreso del PSOE en abril de 1921 dio una victoria por estrecho margen a los partidarios de no adherirse a la Komintern, provocando una escisión con el nacimiento del Partido Comunista Obrero Español (PCOE). Antes, las Juventudes Socialistas habían tenido una escisión que dio origen en 1920 al nacimiento del Partido Comunista Español (conocido como “el partido de los 100 niños”). A instancias de la propia Internacional, ambos organismos se fusionaron naciendo en noviembre de 1921 el Partido Comunista de España (PCE), cuya influencia en el obrerismo español fue escasa hasta los prolegómenos de la Guerra Civil. Aun así personajes de primera hora del socialismo como Ramón Lamoneda, Facundo Perezagua (uno de los dirigentes socialistas y de la UGT de primera hora en el País Vasco), Antonio García Quejido (fundador de la UGT), etc., acabaran en las filas del comunismo. Algunos de ellos, como Lamoneda, acabarían retornando al PSOE.