jueves, 27 de diciembre de 2018

LA MUJER COMO AGENTE PROTAGONISTA DE LA HISTORIA. Reseña del libro de Laura Vicente “Mujer contra mujer en la Cataluña insurgente”


Este año, al finalizar el curso de humanidades del Centro para la Divulgación del Conocimiento Universitario (CDCU) en Torrejón de Ardoz, ofrecí una exposición sobre el papel protagonista de la mujer en la transformación política de Europa y España en el periodo que medió entre el siglo XIX y el primer tercio del siglo XX. Aunque la mujer había sido trasversal a todo el curso quería hacer hincapié en su protagonismo en solitario en la Historia. Mary Wollstoncraft, la Declaración de Seneca Falls, Clara Zetkin, las sufragistas, Emma Goldman, Alexandra Kollontai, Margarita Pérez de Celis, Soledad Gustavo, María de Maeztu, Clara Campoamor, Victoria Kent, Federica Montseny y un largo etcétera jalonan una historia oculta pero que es fundamental para entender el devenir del momento y de los procesos históricos.
            Hace pocas fechas que he terminado de leer un libro que tenía pendiente desde verano, regalo de mi amiga e historiadora Laura Vicente Villanueva titulado Mujer contra mujer en la Cataluña insurgente. Rafaela Torrents (1838-1909) y Teresa Claramunt (1862-1931). La lectura del libro solo ha venido a confirmar las afirmaciones y conclusiones de aquel último día de clase en Torrejón de Ardoz, de ese protagonismo femenino oculto por la historia de forma intencionada.
            La estructura del libro de Laura Vicente es sencilla pues es una comparativa de dos vidas paralelas, en un mismo espacio y tiempo pero que opuestas por los mundos que les tocó vivir. Ejemplos de hacerse un hueco en un entorno hostil, ya sea social y cultural, así como ejemplos de sororidad y de protagonismo histórico. Si Teresa Claramunt ya había tenido un estudio exhaustivo por parte de la misma autora en la biografía que publicó la Fundación Anselmo Lorenzo en el año 2006 (Teresa Claramunt. Pionera del feminismo obrerista anarquista), el gran descubrimiento del reciente libro es la figura de Rafaela Torrents, una mujer de la clase alta catalana, que se movía en los círculos de la aristocracia y de la alta burguesía pero en la que buscó un hueco para su independencia.
            Lo que hace la profesora Laura Vicente es una comparativa de vidas, como ante problemas que les rodeaban respondían de diferente forma y donde el componente de clase es fundamental para entender sus posiciones. Partiendo de cómo vivieron ambas el atentado que Santiago Salvador realizó sobre el Liceo de Barcelona en 1893, se desarrolla una biografía de ambas mujeres en su entorno y circunstancias. A partir de ahí se desarrolla un trabajo sólido de historia social donde se ubica a cada mujer, su acceso a la educación, sus relaciones personales y sociales, su entorno, sus espacios de sociabilidad y las finalidades buscadas por ambas. Un trabajo que, aunque biográfico, es más prosopográfico pues lo que hace la profesora Vicente Villanueva es ubicar a las biografiadas en su época. Una radiografía perfecta de la Cataluña y la España del momento encarnada en el pensamiento y acción de dos mujeres.
            El libro es digno de reseñar por varias cuestiones y su lectura es fundamental para entender muchas cuestiones. Por ejemplo como parte de la riqueza de la alta burguesía catalana que quería entrar a formar parte de la aristocracia, procedía de la explotación ejercida en las colonias por los indianos que desde el siglo XVIII se desplazaron a Cuba o Filipinas. Esa radiografía que pocas veces se hace y que muestra como esa clase social se va vinculando primero a los partidos dinásticos de la Restauración y luego a la Lliga de Cambó, como perfecto defensor de sus derechos políticos, económicos y sociales.
            Aunque sea a nivel anecdótico, se rescata la compra que Rafaela Torrents hace de un monasterio burgalés, mitad gótico mitad renacentista, entre las poblaciones de Vivar del Cid y Villatoro (hoy un barrio de Burgos). El monasterio de Fres de val o Fresdeval, que posteriormente sirvió a Manuel Azaña para escribir una de sus obras, más teniendo en cuenta que las raíces familiares de Azaña se encontraban no muy lejos de la zona, en el pueblo burgalés de Escalada de donde procedía la familia Gallo. Puntos de conexión poco conocidos en la Historia.
            Muy recomendable esta obra de Laura Vicente que una vez más nos deleita con una prosa muy ágil y una forma de enseñar la historia que engancha desde la primera página. Además su labor de recuperación de la historia de género tiene ya obras que son parada obligatoria.

Laura Vicente Villanueva, Mujer contra mujer en la Cataluña insurgente. Rafaela Torrents (1838-1909) y Teresa Claramunt (1862-1931), Ed. Comuniter, Zaragoza, 2018.

jueves, 11 de octubre de 2018

LA VISIÓN DE UNA ESPAÑA DIFERENTE. SERGIO DEL MOLINO Y SU “LA ESPAÑA VACÍA. VIAJE POR UN PAÍS QUE NUNCA FUE”


Existen algunas lecturas que tendrían que ser obligatorias para cualquier persona. Puede sonar un poco autoritario, pero hay libros que se disfrutan leyéndolos y con los que aprendes de verdad. Hace unos meses me regalaron el libro de Sergio del Molino La España vacía. Viaje por un país que nunca fue (Turner Noema, Madrid, 2016) y no me ha defraudado. Aunque tenía muchas ganas de leerlo no encontraba hueco y fueron las pasadas vacaciones de verano las que me posibilitaron poder tomar el libro y leerlo con detenimiento. Puedo afirmar, sin ningún género de dudas, que este libro lo he disfrutado línea a línea. Quizá porque desde hace años tengo la suerte de poder ir con frecuencia a esos lugares de la España vacía, te hace empatizar con multitud de cosas que nos intenta trasmitir el autor.
            Destacaría algunas cuestiones de la obra. En primer lugar que esta escrita en una prosa directa y hace que este ensayo enganche desde el primer momento. Sergio del Molino trasmite un conocimiento exhaustivo de lo que quiere exponer, que es lo que muchos hemos vivido en varias ocasiones, y eso hace que empatices desde el primer momento con el entorno y la circunstancia. Además, y no menos importante, recoge toda una tradición de antropología social que entronca la obra de Del Molino con, por ejemplo, Julio Caro Baroja.
            Al mismo tiempo el autor utiliza en cada capítulo un leiv motiv, un hilo conductor sobre el que asentar lo que quiere trasmitir. Unas veces son la historia, otras el cine, otras personajes concretos, otras circunstancias literarias, etc. Gracias a Sergio del Molino se puede recuperar el valor de películas como Surcos y lo que significó en el interior de la sociedad franquista. También recupera, desde un punto de vista muy particular, el viaje de Buñuel por Las Hurdes y todo lo que conllevó en el futuro (y en el pasado). Se rescata la importancia de las Misiones Pedagógicas de la República y lo pone en conexión con fenómenos actuales como los profesores interinos rurales. Parece que lo coge por los pelos, pero el autor lo justifica a la perfección. O recupera a literatos que hicieron de esa España vacía la protagonista de sus obras, siendo el caso más flagrante el de Miguel Delibes o anteriormente Gustavo Adolfo Becquer (aunque fuese casi sin querer en este último punto según el autor). O como un grupo musical como Extremoduro tiene tanto que decir en estas cosas. Y también, no quiero dejar de citarlo, mencionar a un mítico Joaquín Luqui y la conexión entre la ruralidad navarra y le cosmopolistismo madrileño. Además, el autor incide en más de una ocasión en el libro en que muchas veces se tiene una visión de la España rural desde los ojos de quien no conoce esa ruralidad. De ahí la mitificación de ese espacio. Una cuestión que rompe, por ejemplo, Miguel Delibes, donde en muchas de sus novelas y ensayos si que trasmite la dureza de una España interior castellana, aunque existan muchas otras que no ha trasmitido nadie.
            Quizá si existe una salvedad que marcaría al libro de Sergio del Molino. Y lo hago, más que nada, por “deformación profesional”. El libro esta lleno de datos y hechos históricos y hay que decir que en ocasiones el autor abusa de los mismos, dando por sentado algunos lugares comunes en la Historia que no se corresponden con las investigaciones. Esto no es culpa del autor, pues en primer lugar no es un historiador, y en segundo lugar los lugares comunes crean convenciones donde todos, alguna vez, hemos caído. Pero no sería mala idea que este tipo de ensayos de tan enorme calado tuviera en algún momento un visado de algún historiador profesional, para que cuestiones como el tratamiento del anarquismo, la Segunda República, el liberalismo, el carlismo, etc., que jalonan muchos párrafos del libros no caigan en esas convenciones. Solo es una salvedad desde la perspectiva de un historiador, que en ningún momento desmerece la valoración general de la obra. Además el autor tiene conocimientos literarios e históricos muy profundos, lo que indica que ha habido una preocupación en documentarse para el resultado final.
            En líneas generales es un libro con el que se aprende mucho. Una lectura que ha sido ágil pero al mismo tiempo pausada, disfrutando cada párrafo y con la “tristeza” de saber que se acaba el libro y con él el aprendizaje y el disfrute. Sin duda alguna mis amigos acertaron en regalarmelo. Ahora toca leer otro del que tengo ganas desde hace tiempo: Patria de Fernando Aramburu. Veremos cuando encuentro el hueco.

jueves, 23 de agosto de 2018

Las “lois scélérates” o leyes perversas. El antianarquismo en acción


La importancia del movimiento anarquista esta fuera de toda duda, a pesar de la aureola de críticas y, porque no decirlo, “mala prensa” que siempre ha tenido. Su importancia en el desarrollo de las ideas socialistas, a partir de personajes de primera línea como Pierre Joseph Proudhon, Mijail Bakunin, Piotr Kropotkin, Errico Malatesta, Louise Michel, etc., colocaron al anarquismo como una referencia para la clase trabajadora a finales del siglo XIX e inicios del siglo XX, llevándose la palma España al articular el más influyente movimiento anarquista hasta ahora conocido y canalizado por organismos como la CNT y la FAI.
            Sin embargo, ese desarrollo fue acompañado en muchas ocasiones de una reacción por parte del Estado que aprobó en muchas ocasiones leyes de excepción que sirvieron para reprimir al movimiento anarquista bajo el paraguas de la acusación de “terrorismo” y movimiento violento. Ciertamente, a finales del siglo XIX el anarquismo, buscando en muchas ocasiones a ciegas un camino de unidad y organización, fue protagonista de acciones de carácter individual que llevaron a algunos de sus integrantes a lanzarse a una campaña de atentado contra personalidades de la política e instituciones. Unas acciones que fueron frecuentes en varios países como Francia, España, Alemania o EEUU. Sin embargo, esas acciones aisladas e individuales eran el pretexto perfecto para instruir macro causas contra las organizaciones anarquistas, la amplia mayoría de las cuales no aprobaban los métodos de acción terrorista como vías de expresión y lucha política.
            En este caso hay que matizar algunas cuestiones, como la mala interpretación que se dio a la expresión “propaganda por el hecho” o a los supuestos acuerdos adoptados en el Congreso de Londres de 1881 donde se habló de las estrategias del anarquismo internacional. En el primero de los casos la “propaganda por el hecho” no era una expresión que remitiese a la violencia terrorista. Muy alejado de esa acepción, lo que los anarquistas intentaban trasmitir a partir de ella era a través de acciones prácticas demostrar la utilidad de las ideas anarquistas. Propaganda por el hecho fueron las acciones que Errico Malatesta llevó a cabo en el Benevento, donde tomaban un pueblo, quemaban el registro de la propiedad y durante unas horas proclamaban la anarquía. Propaganda por el hecho era la implantación y desarrollo de modelos educativos alternativos a los oficiales donde instruían a la clase obrera. Modelos educativos basados en el racionalismo y el laicismo que se apartaban de la moral católica dominante en la época. La asimilación de “propaganda por el hecho” con “terrorismo” fue una concepción que no existió. Igualmente, el Congreso de Londres de 1881 se ha colocado como el inicio a nivel internacional de esa actividad terrorista. Presentado históricamente como el congreso donde se concretó la vertiente violenta del anarquismo, poniendo a su cabeza personajes como Kropotkin, Most, Malato, Malatesta, etc., lo cierto es que la inmensa mayoría de las informaciones que se trasmiten de dicho congreso son las aportadas por Ègide Spilleux, un confidente policial que actuando con el seudónimo de Serreaux, financió el periódico La Révolution Sociale y acudió a dicho congreso, para después pasar información sobre el mismo a la policía.
            A pesar de todas estas cuestiones y matizaciones, lo cierto es que una parte del anarquismo, minoritaria, optó por un enfrentamiento directo con las autoridades y el Estado, lo que conllevó acciones de renombre en muchos países. En España destaca el intento de asesinato contra el general Martínez Campos por Paulino Pallás (1893), la bomba del Liceo lanzada por Santiago Salvador (1893), la bomba contra la procesión del Corpus Christi en la calle Cambios Nuevos de Barcelona (1896) o el atentado contra el presidente del gobierno Cánovas del Castillo por el anarquista italiano Michelle Angiolillo (1897). Previamente había habido dos atentados contra Alfonso XII. Fuera de este criterio quedaría acciones como la marcha de jornaleros en Jérez, pero la reacción de las autoridades si provocó que individualidades quisieran vengarse. En Francia los atentado de Auguste Vaillant contra la cámara de diputados (1892), Emile Henry en el café Terminus en respuesta a la ejecución de Vaillant (1892), de Sante Caserio contra el presidente de la República Sadi Carnot (1894) fueron los más destacados. A ellos se suma el asesinato de la Emperatriz Sisi en Ginebra por Luigi Lucheni (1898), el del rey de Italia Humberto I por Gaetano Bresci (1900) o el del presidente de EEUU William McKinley por Leon Czsolgozs (1901). Hubo más actos, explosiones de dinamita y acciones que se extendió hasta inicios del siglo XX.
            Esto hizo que muchos países adoptaran leyes, no contra el terrorismo, sino contra el anarquismo, que permitió una represión institucionalizada al movimiento, a pesar de que la  inmensa mayoría del mismo optaba por las formaciones obreras y no era partidario de las acciones individuales de carácter terrorista. El antecedente más inmediato fueron las leyes antisocialistas en Alemania, aprobadas entre 1878 y 1881.
            Uno de esos primeros países fue Francia con sus “lois scélérates” o “leyes perversas” (el nombre se debe a Emile Pouget y León Blum). Fueron una serie de leyes aprobadas entre 1893 y 1894 que tenía como objetivo proscribir al anarquismo. Leyes que fueron realizadas bajo la égida de los atentados cometidos en esa época en el país galo. Tras el atentado de Auguste Vaillant contra el parlamento francés, se aprobó la primera ley perversa, que consistía en detención y prisión preventiva contra todos aquellos que provocaran indirectamente o hiciesen apología del anarquismo. Una ley que cercenaba las libertades públicas en la III República francesa. Tres días después se volvió a presentar otra ley por la cual la pertenencia a organizaciones anarquistas (aunque hablaba de asociaciones de malhechores) podría ser considerada delito, incentivando las delaciones para poder interceptar la propaganda anarquista. Esta ley afectaba no solo a aquellos que cometían acciones sino a su entorno. La última ley se aprobó en julio de 1894 y afectaba directamente al anarquismo al prohibir todo tipo de propaganda y clausurar sus centros y órganos de expresión.
            Leyes de excepción que contó con la oposición del anarquismo pero también de algunos socialistas como Jean Jaurès que denunció el recorte de libertades y acusaba de provocaciones policiales para actuar contra el anarquismo. La reacción de Jaurès se produjo al descubrir a agentes provocadores entre los mineros de Carmaux, que habían inaugurado una oleada de huelgas. Años después, León Blum también criticó estas medidas desde La Revue Blanche, que actuaban contra el anarquismo de forma impune.
            Lo curioso de las leyes perversas es que hicieron reconducir al anarquismo y el sindicalismo revolucionario ganó terreno organizativo frente a las acciones de carácter individual. Además, como dato curioso, estas leyes estuvieron vigentes en Francia hasta 1992, en la que la ley antianarquista de 1894 fue derogada.
            Estas leyes francesas tuvieron reflejo en otros lugares. En España, a raíz de la serie de atentados que se produjeron a finales del siglo XIX, también se creo una legislación especial contra el anarquismo, que acabó con parte del tejido asociativo ácrata y con algunos libertarios ejecutados. Atentado como el de Cambios Nuevos en 1896 y el oscurantismo alrededor de los verdaderos autores del mismo, hizo que a nivel internacional se produjeran movilizaciones y acciones de protesta contra las autoridades españolas. Estas leyes de excepción antianarquistas en España se fueron manteniendo durante mucho tiempo, lo que indica que sus organizaciones fueran proscritas en más de una ocasión incluso en momentos de libertades democráticas.
            También EEUU promovió leyes antianarquistas tras el asesinato de McKinley, que se fueron perfeccionando contra el movimiento obrero y contra la inmigración (la inmigración fue sinónimo de llegada de anarquistas) a raíz del triunfo de la Revolución rusa en 1917. Sin este tipo de leyes o de esa atmósfera antianarquista y anti movimiento obrero no se entiende casos como el de Sacco y Vanzetti.
            Se llegó a celebrar, incluso, en 1898 una Conferencia Internacional Antianarquista en Roma, donde se analizaba el fenómeno y las medidas para detenerlo. Es el momento también del desarrollo de las teorías de Lombroso, donde se intentaba categorizar de forma física y psicológica como era un anarquista. Los resultados fueron monstruosos. Unas acciones que venían a ocultar una realidad de situación extrema de la clase trabajadora y la nula acción por parte del Estado para remediar esas situaciones. La mano dura se impuso frente a la protesta y el chivo expiatorio del terrorismo (palabra apenas utilizada en la época) se convirtió en baluarte.
            A pesar de la minoría que representaba la rama violenta en el anarquismo, este tipo de leyes servía para crear un clima hostil a las sociedades obreras de carácter libertario, que provocó una dura represión contra todos los que defendían dichas ideas, pero también para generar una leyenda negra sobre el anarquismo que aun hoy se mantiene en un buen número de obras de historia.

viernes, 20 de julio de 2018

La importancia de la divulgación del anarquismo. Un libro de Carlos Taibo

No hay ninguna duda que la historia del anarquismo esta cubierta de un manto de oscurantismo que ha tendido a desfigurar su importancia. Las razones de esta cuestión son varias y profundas como para analizar en pocas líneas, pero el peso de una fuerte propaganda antianarquista y de los duros años de la dictadura franquista tiene mucho que ver. Sobre lo primero se analizará en breve en este blog el antianarquismo, pues se dice mucho de la propaganda anticomunista que ha existido en España (y en muchos otros países) pero se obvia que el antianarquismo está a los mismos niveles incluso desde los sectores del progresismo y de la izquierda, que cargan contra el anarquismo en un desconocimiento total de sus ideas e historia.
Sin embargo en los últimos tiempos estamos asistiendo a una emergencia de literatura de carácter divulgativa que esta aproximando el anarquismo a unas generaciones que lo ignoran o a personas que aun tienen una carga negativa sobre el mismo por el desconocimiento que alrededor de él existe.
Hace pocas fechas Carlos Taibo, en colaboración con el ilustrador Jacobo Pérez-Enciso, ha publicado un interesante libro titulado Los olvidados de los olvidados. Un siglo y medio de anarquismo en España, donde a través de textos breves y sencillos divididos en capítulos y apoyados con magníficas ilustraciones, se hace un repaso a la historia del anarquismo desde los orígenes hasta la actualidad. Una forma sencilla de acercarse a la historia del anarquismo en nuestro país sin perder de vista su contexto internacional. 
Ciertamente el autor ha puesto más énfasis en los momentos clave del anarquismo en España, donde fue uno de los agentes dinamizadores y una de las culturas políticas fundamentales. La ventaja para el profano que se acerque a la obra es que va a comprobar como el anarquismo es algo más que una organización sindical y mucho más que los elementos de violencia que suelen ser destacados cuando en realidad no lo eran. Taibo refuerza esa idea de una cultura obrera, de una cultura libertaria que se forjó durante décadas y que tuvo la posibilidad de triunfo en los duros años de la Guerra Civil española. Y como esa cultura estuvo muy presente a lo largo de la historia de España y que, incluso hoy, aun perdura.
Es un libro sencillo con una escritura suelta y didáctica. Un acierto del autor, en este caso. Puede que el libro tenga cuestiones que hoy, a nivel historiográfico y de investigación de la historia del anarquismo, estén completamente superadas. Esas cuestiones que se denominan "los lugares comunes de la historia" donde muchas veces nos sentimos cómodos. Pero sería injusto analizar el libro desde esa perspectiva pues, en ningún caso, pretende ser una obra de investigación sobre la historia del anarquismo. Estamos ante una aproximación, ante una presentación pensando en un público muy concreto. Además, esta apoyado por una sólida bibliografía para aquellos que una vez hayan leído el texto y se sientan interesados por el tema puedan ampliar a nivel general o en aspectos concretos. Y es que el libro es ideal, por ejemplo, para recomendar como lecturas a los alumnos de 4º de la ESO y de 2º de Bachillerato, ya que son los cursos donde se abordan la historia de España en el Instituto en su época contemporánea. Quizá una idea sería hacer un libro similar pero para el anarquismo internacional y poder recomendarlo también a los alumnos de 1º de Bachillerato.
Destacaré dos cosas más. Una los magníficos dibujos que acompaña el libro, lo que hace que la lectura sea mucho más dinámica y amena. Por otra el acierto y la importancia que la editorial Los Libros de la Catarata está teniendo alrededor de la divulgación de la historia.  Además, la apuesta que esta editorial esta haciendo por la historia del anarquismo es de agradecer y a buen seguro en el futuro habrá nuevos títulos en las librerias para profundizar en esta historia desde otras perspectivas.
Si tienen tiempo, y ahora que las vacaciones estivales invitan a ello, no se pierdan Los olvidados de los olvidados. Un siglo y medio de anarquismo en España. No se arrepentirán.


jueves, 7 de junio de 2018

TIEMPO DE REVOLUCIÓN. El trienio bolchevique en España

Artículo-reseña aparecido en el número 317 de Mundo Obrero, con motivo de la publicación del libro Andaluces levantados. El Trienio Bolchevique andaluz. Córdoba (1918-1920) de Miguel Ángel Peña Muñoz.


La historia no es tan rígida y tan homogénea como muchas veces se presenta. De haber sido así estaría hablando de entes monolíticos que poco tendrían que ver con la realidad. La historia es porosa, llena de recovecos y de lecturas, conformadas por multitud de personajes y movimientos de frontera. Además está interconectada, pues nada tiene explicación completa si no se contextualiza.
            Uno de esos periodos que marcó la historia de España fue el llamado “Trienio Bolchevique” (que en España tuvo más de anarquista), de suma importancia en el campo andaluz donde realmente se desarrolló. Un periodo que recibe ese nombre y no es de forma baladí, pues de telón de fondo está la Revolución rusa de 1917 que ha tumbado al zarismo y ha comenzado, a la altura noviembre de 1917, una experiencia socialista sin parangón en la humanidad (con el antecedente de la Comuna de París de 1871). Pero además se une a un periodo conflictividad social en España, por la escasez y carestía que acechaba a la clase obrera y que fue el acicate para su movilización. Sin ir más lejos, en ese periodo se produjo la trascendental huelga de la Canadiense en Barcelona, impulsada por la CNT, y que sirvió para que, por primera vez en la historia de España, se aprobase por decreto las 8 horas de trabajo.
            Andalucía, con una estructura básicamente agraria, fueron los campesinos y los artesanos de oficio los que protagonizaron durante tres años un periodo de movilización.
            El libro que se nos presenta rescata esa conflictividad en un espacio geográfico concreto: la provincia de Córdoba. Y la aparición de esta obra no ha podido ser más acertada, pues estamos en pleno centenario del inicio de ese periodo. El profesor e historiador Miguel Ángel Peña Muñoz nos ofrece un recorrido pormenorizado de los sucesos acaecidos en Córdoba entre 1918 y 1920. Y lo hace siguiendo un esquema clásico de trabajo: presentación del conflicto, contextualización del conflicto, protagonistas del conflicto y desarrollo del conflicto. Además, valiéndose y siguiendo el mismo esquema de uno de los libros que marcó la investigación del obrerismo en España: Historia de las agitaciones campesinas andaluzas de Juan Díaz de Moral. Además estos dos cordobeses lo hacen de la misma manera: contextualización española y andaluza y desarrollo en Córdoba.
            La estructura y contenido del libro son de enorme trascendencia, pues como dice el autor, sin este proceso sería imposible entender el desarrollo posterior de la historia de Andalucía. De la obra de Peña Muñoz destacaría dos cosas fundamentales, entre muchas otras. La primera es una estructura de libro dinámica y bien traída, con guiños constantes a dos himnos, ya desde el propio título de la obra: La Internacional (el poema nacido de las barricadas de la Comuna por Eugène Pottier) y el Himno de Andalucía (compuesto por Blas Infante). En segundo lugar hay que reseñar que el autor del libro es profesor de secundaria, y eso es algo que se nota en la escritura, pues ha dado al libro una dimensión didáctica y divulgativa que sirve a eruditos y profanos. Lo aleja del frío academicismo y es algo, que en muchas circunstancias, hay que agradecer.
            Con un contenido que no defrauda, una estructura magnífica y una pluma ágil y clara, estamos ante una obra de obligada lectura, no solo porque sea un centenario sino porque también es tiempo de aprender.

lunes, 4 de junio de 2018

La Idea en Ricardo Mella

Artículo publicado en la edición digital de El Salto diario con motivo de la publicación del cómic Ricardo Mella. El hombre nuevo

Muchas son las figuras que jalonan la historia del anarquismo español, siendo como fue nuestro país bases de las ideas libertarias y cuyos principios se mantuvieron mayoritarios entre los trabajadores hasta muy avanzada la dictadura franquista. Solo una represión de carácter inquisitorial como la que Franco implantó en España pudo hacer disminuir en número los efectivos del anarquismo, no así las ideas que se mantuvieron y mantienen no solo en las organizaciones que sobrevivieron a la dictadura sino en innumerables rincones de la sociedad.
            Sin embargo uno de los grandes triunfos que tiene en su haber el franquismo es haber sepultado bajo la represión no miles de cuerpos de derrotados en la Guerra Civil sino la memoria de muchos de ellos que en muchos lugares se han convertido en grandes desconocidos. Aquí estaría el caso de Ricardo Mella Cea, aunque quizá deberíamos de matizar esta aseveración. Puede que a nivel general casi nadie recuerde que fue Ricardo Mella, pues no aparece en los libros de texto que los alumnos estudian en los institutos y hace falta profundizar en muchos aspectos de la Historia de España en las facultades para que pueda aparecer. Sin embargo en su Vigo natal si que le recuerdan con cariño. No solo por sus ideas, porque Mella nunca ocultó su militancia y compromiso anarquista, sino por las importantes obras públicas que impulsó, como por ejemplo la red de tranvías de la ciudad.
            Un ejercicio de memoria histórica nunca viene mal para recuperar este tipo de figuras, y hace pocas fechas José Trigo y el dibujando Ramón Trigo han rescatado su figura a través de una novela gráfica (cómic) de alto valor, no solo artístico y documental sino también histórico. Ricardo Mella. El hombre nuevo es un texto de algo más de 100 páginas que rescata la figura del anarquista vigués poniéndola en relación con los datos generales de la historia del anarquismo. Un acierto de los autores y de todos aquellos que fueron mecenas del crowfounding con el que ha sido posible este texto.
            Pero a tenor de este cómic, merece la pena rescatar quien fue Ricardo Mella para que el público pueda ubicarlo y conocer de cerca lo que fue su obra.

Una vida por el anarquismo

            Ricardo Mella, que había nacido en 1861 en Vigo, comenzó como muchos otros anarquistas a militar primeramente en las filas del republicanismo federal antes de dar el salto al obrerismo libertario. La diferencia de Mella con otros contemporáneos de su época parten del acceso que el vigués tuvo a los estudios, conformando una intelectualidad del anarquismo en la línea de la familia Urales (Juan Montseny y Teresa Mañé) o los proyectos que Ferrer Guardia estaban pergeñando en la época. Y es que Mella no solo fue un militante sino que fue un teórico. Quizá el mejor que tuvo en el anarquismo en aquella época junto a Fernando Tarrida de Mármol y otros. Esa vehemencia en las ideas se vio desde muy temprano, cuando en su contacto con Serrano Oteiza comenzó a colaborar en Madrid en la Revista Social, donde polemizó con republicanos y socialistas y donde realizó una defensa enconada contra el juicio que se había montado contra el anarquismo por los sucesos de La Mano Negra en Andalucía. Mella, que posteriormente residió durante en Sevilla, conocía bien las luchas del campo andaluz así como las miserias que atenazaban a sus clases jornaleras. Así lo expresaba:

La tierra andaluza es la tierra de la libertad. Desde el año 1812, fecha de la proclamación en Cádiz de la Constitución española, hasta el día, el pueblo andaluz, el pueblo que trabaja y paga no ha negado ni una sola vez en su sangre y su vida a todo movimiento a favor del progreso de las ideas y de las instituciones. Pero la tierra andaluza es también la tierra del despotismo gubernamental y capitalista, es la tierra de la mayor riqueza y de la mayor miseria, y pobres y ricos viven una tensión nerviosa que les conduce frecuentemente a la más brutal tiranía de un lado y a la sedición constante del otro.

            Mella no solo fue un analista de su entorno sino que en contacto con las sociedades obreras de la época optó por las tendencias colectivistas en el seno del anarquismo, defendieron el bakuninismo, frente a otras doctrinas de la época que como el comunismo o el individualismo, dirimían debates internos en el anarquismo. Sin embargo, aunque colectivista, Mella tampoco fue un entusiasta de estos debates pues creía, quizá en la propia línea de Tarrida de Mármol y su “anarquismo sin adjetivos”, por un entendimiento entre corrientes que priorizase la lucha contra las injusticias.
            A Mella se debe uno de los primeros compendios de los sucesos de Chicago de 1886, que llevó a los trabajadores de dicha ciudad estadounidense a pedir la jornada de 8 horas de trabajo y en medio de las luchas se encontraron con una reacción por parte de los rompehuelgas que llevó a varios de ellos a la horca.
            Igualmente, Mella realizó todo un compendio ideológico de crítica contra el sistema parlamentario y electoral en su obra La ley del número, convertida desde entonces (junto a algunas obras de Malatesta) en las bases sólidas del antiparlamentarismo y antielectorialismo de los anarquistas. También, por esas fechas, polemizó con Cesare Lombroso, conocido criminalista de la época, que había desarrollado una serie de teorías de cómo eran los “terroristas anarquistas” por aspecto y patología. Mella, en su magnífico Lombroso y los anarquistas, desmontó punto por punto todas las teorías lombrosianas, calificándolas de completamente “acientíficas”.
            Tampoco olvidó el anarquista gallego la importancia que la educación tenía en la conformación de un hombre nuevo. Por ello debatió con otros pedagogos de la época como Ferrer Guardia. Para Mella el propio proyecto de la Escuela Moderna, aunque con valores y con inmejorables avances, caía en contradicciones, optando por la llamada “escuela neutra”, donde ningún tipo de dogma o ideología debía interferir en la formación del alumnado, así como incluso la abolición de las jerarquías profesor-alumno. Todo un compendio de modelo educativo que en el futuro será determinante dentro los debates pedagógicos del anarquismo. Su Cuestión de enseñanza fue uno de los libros más populares en los entornos libertarios, aunque no fuese la opción favorita de los anarquistas españoles en sus desarrollos pedagógicos.
            Todas sus contribuciones le ponen a la cabeza de los pensadores anarquistas españoles. No olvidó Mella la posibilidad de plantear alternativas en lo que venía a ser un nuevo género literario como la utopía. En su Nueva utopía, desarrolló un acabado modelo de sociedad perfecta donde no olvidó ningún detalle (político, económico, social, cultural, urbanístico, etc.) haciendo un guiño a su Galicia natal para poner allí la sociedad ideal.
            También gracias a las traducciones que hizo de personajes como Bakunin, Malatesta o Kropotkin, las ideas de estos pensadores también se dieron a conocer en los círculos obreristas. Los conocimientos que Mella tenía del inglés, francés e italiano le posibilitaron tal posibilidad.
            Las aportaciones de Mella al campo teórico del anarquismo son innumerables. Desde la defensa del colectivismo hasta la crítica a la idea de la ley de mayorías como sinónimo de buen gobierno. Desde la educación neutra como muestra de impulso renovador pedagógico hasta la coacción moral para la conformación de las sociedades alejado del espíritu del pacto social que había legado Hobbes o Rousseau. Además, Mella, por las distintas zonas donde vivió, fue un impulsor del anarquismo en el mismo. A él se debe gran parte la conformación del movimiento anarquista gallego y, sobre todo, Asturiano, donde influirá en personalidades de renombre en el futuro como Eleuterio Quintanilla. Además fue el valedor de otros personajes que marcaron la historia del sindicalismo revolucionario de inicios de siglo XX como fue José Prat. Aunque Mella no fue un entusiasta de la CNT en su nacimiento en 1910 siempre vio con buenos ojos la existencia de una organización sindical a nivel nacional que articulase la lucha de los trabajadores.
            Tampoco fue un personaje exento de polémicas. Mella se posicionó a favor del “Manifiesto de los 16, firmado por Kropotkin o Malato entre otros, donde este grupo de anarquistas consideraba que en los combates entablados durante la Primera Guerra Mundial el bando menos malo era la Entente, donde estaba Francia, cuna de la civilización y patria por antonomasia del socialismo. De vencer los ejércitos centrales el retroceso de los trabajadores y de la humanidad sería irreversible. En este caso Mella se quedó prácticamente solo en España, pues la mayoría del movimiento obrero libertario se posicionó con las tesis pacifistas y contra la guerra, que tuvieron en personajes como Malatesta a sus más destacados defensores. En España solo el titubeo de la familia Urales y la posición firme “aliadófila” de Mella rompieron esa posición. No participó, por lo tanto, en el Congreso por la Paz de Ferrol de 1915, que más que hablar sobre la Guerra Mundial, se abordó la cuestión de la reconstrucción de la CNT, que había sido puesta fuera de la legalidad en 1911 y había vuelto a aparecer con más impulso y potencia en 1914. Un congreso que se tornó en fracaso en sus proposiciones pacifistas originarias por la escasa posibilidad que tuvieron los delegados de llegar hasta el lejano Ferrol en muchos casos.
            Por último habría que hablar de la importancia que Mella tuvo para el desarrollo de la obra pública en muchos rincones del país. A él se debe el desarrollo del tendido ferroviario de Asturias o de los tranvías de Vigo, cuestión que le valió el reconocimiento oficial de mucha gente, incluso de ideas políticas opuestas.
            Cuando el 7 de agosto de 1925 fallecía en la ciudad de Vigo, decían los trabajadores que “hasta los tranvías están tristes esta mañana”, convirtiéndose su entierro en una enorme manifestación.

Coda

            La importancia de Ricardo Mella no se circunscribió solo a los años de su vida. Su obra fue uno de los pilares básicos de los anarquista españoles y su figura una de las más reconocidas. Además, su hija Urania Mella se convirtió en continuadora de la obra y militante de su padre, participando activamente en el movimiento obrero vigués y siendo una de las más destacadas resistentes al golpe de Estado de julio de 1936. Condenada a muerte, su sentencia fue conmutada por 30 años (no así su marido que fue ejecutado). Salió de la cárcel y se alejó de Galicia, aunque volvió en los años 40 y solo encontró el desprecio de su entorno hasta que falleció de un tumor cerebral en 1945.
            Hoy la ciudad de Vigo recuerda a Mella de muchas maneras. Una avenida lleva su nombre en la ciudad y en el cementerio de la misma existe un mausoleo a su persona. La obra de José y Ramón Trigo hace justicia con este pensador anarquista.

martes, 29 de mayo de 2018

El poder histórico de "Octubre"

Artículo publicado en la revista Tiempos Modernos, del Cineclub Chaplin de Cuenca, con motivo de las jornadas que el pasado mes de octubre dedicaron la cine de la Revolución rusa, y me dieron la oportunidad de poder presentar la película de Eisenstein Octubre y escribir un artículo sobre la misma para el número que ha salido recientemente.

A pesar de la importancia que muchas películas han tenido para intentar recrear parte de la historia que quiere transmitir, no fue hasta los años setenta, y bajo el influjo de la nouvelle vague cuando se empezó a tener en cuenta al cine como un instrumento de análisis histórico. Y en esto hay mucho que agradecer a historiadores como Marc Ferro que supo introducir estos elementos en los materiales de investigación historiográficos a pesar de las reticencias de algunos de los más grandes historiadores de la Escuela de Annales como Fernand Braudel o Pierre Renouvin[1]. Gracias a gente como Ferro, hoy el cine no solo se estudia como una materia en la historia sino para analizar la historia misma.
            Y para mostrar la importancia del cine a la hora de analizar un acontecimiento o proceso histórico, el cine soviético fue desde sus orígenes uno de los que mayor interés puso en ello. No podemos olvidar los grandes cineastas que dio la Unión Soviética y las grandes películas anejadas a sus nombres: Sergei Mijailovich Eisenstein, Vsevolod Ilariónovich Pudovkin, Dziga Vertov, Lev Vladímirovich Kuleshov, etc.
            Aunque todo ellos tuvieron una aportación fundamental al cine soviético e internacional (los experimentos de Vertov fueron fundamentales), Eisenstein se convirtió en un referente internacional a la hora de transmitir la historia. Su Octubre es una de las películas más afamadas de la historia.

Ubicación de Octubre

            Octubre, a pesar de ser una película ficción, esta a caballo entre ese tipo de film y el documental. Encargada por el propio gobierno soviético en el décimo aniversario de la Revolución de 1917, la película es una recreación de los sucesos en Petrogrado entre febrero y octubre de 1917 y la toma del poder por parte de los bolcheviques. Es la visión oficial de la Revolución, la visión de los bolcheviques, de los comunistas triunfantes frente a sus enemigos y rivales.
            Sin hacer una valoración cinematográfica de la película, pues la finalidad de este texto es hacer una mirada histórica sobre la misma, Octubre se convierte en un film magnífico y trepidante que engancha al espectador desde el primer momento y hace conectarle con los sucesos de la Rusia revolucionaria. Además, Eisenstein no dejó pasar la oportunidad de introducir en la película multitud de elementos simbólicos en comparación con los personajes que aparecen. Un pavo real que simbolizaba la arrogancia de Kerensky, figuras de Napoleón para igualar a este personaje, que un siglo atrás había invadido Rusia, con personajes contrapuestos como Kerensky y el general Kornilov, la destrucción del alcohol en las bodegas del palacio del Zar como ejemplo de lucha contra el alcoholismo en la nueva sociedad, la risa de un niño en el trono imperial que significa el nacimiento de una joven y nueva sociedad socialista, el carro con el caballo muerto que cae al río que representa la revolución y la fuerza que tira de ella, que ha sido derrotada en un primer momento[2], etc. Algunas de estas cuestiones han sido abordadas por historiadores del cine como Manuel Villegas López en su obra Los grandes nombres del cine[3].
            Además, la película reúne un amplio elenco de buenos actores y de personalidades de primer nivel. La música corrió a cargo del gran compositor soviético Dimitri Shostakovich, que tiene todo un repertorio de sinfonías para la revolución (1905, 1917). También la caracterización de Lenin por el actor Vladimir Nikandrov y de Kerensky por Nicolai Popov son excepcionales. Igualmente, entre el elenco de actores había participantes reales de la revolución de 1917 como Nicolai Podvoisky, que fue quien en realidad encargó, al frente de la Comisión del Aniversario de la Revolución, la película a Eisenstein.
            Los planos y la fotografía de la película hacen de esta obra una de las más importantes de la historia del cine.

Octubre y la historia de la Revolución de 1917

            Aunque se podría decir que Octubre es una obra maestra del cine no hay que olvidar que fue un film encargado con fines propagandísticos y que muestra la visión oficial de la revolución de 1917. Tampoco hay que olvidar que la película bebe de la obra escrita por el periodista norteamericano John Reed Diez días que estremecieron el mundo, base sobre la que muchos años después Warren Beatty rodaría la película Rojos.
            La película es una constante posición binaria entre los revolucionarios bolcheviques, que quieren la conquista del poder para establecer las bases de una sociedad socialista, frente a los diversos intentos contrarrevolucionarios: desde el gobierno provisional hasta los golpistas de Kornilov, pasando por las posiciones mencheviques y socialistas revolucionarias que tratan de impedir la toma del poder por parte de los comunistas de Lenin.
            Además la película fue finalizada por Eisenstein en 1927, un momento clave en la historia de Rusia, cuando Stalin se ha hecho control total del Partido Comunista y todos sus adversarios (Trotsky, Preobrazhevsky, Bujarin, etc.) han sido derrotados. A pesar de que mucho metraje del film fue censurado, las pocas imágenes de Trotsky que aparecen son para hacerle perder una votación contra Lenin en la cuestión del levantamiento de octubre de 1917, cuando el propio Trotsky había preparado esa insurrección y fue uno de sus más importantes protagonistas. Lo que le separaba de Lenin era si el papel director lo tenía que llevar el Partido Bolchevique o los soviets en su conjunto[4].
            Lo que sí queda claro a lo largo de la película es el contrapunto que representan para los bolcheviques los rivales de su visión de la revolución. Kerensky aparece como tal personaje, pero otros quedan en alter egos o personajes que se puede suponer qué era lo que pensaban los dirigentes socialistas revolucionarios y del menchevismo: Yuli Martov, Feodor Dan, Irakli Tsereteli, etc.
            Kerensky es un personaje que ha quedado completamente desdibujado en la historia. Casi ninguna obra acierta a ubicar al que fue uno de los presidentes del Gobierno Provisional. Integrante del Partido Trudovique (una de las muchas escisiones que tuvieron los socialistas revolucionarios tras la Revolución de 1905 y que sería una especie de Partido Laborista), la figura de Kerensky fue un intento por una parte de los integrantes del Soviet de Petrogrado de conectar las aspiraciones revolucionarias del Soviet con el Gobierno Provisional. Como afirma el historiador Julián Casanova, al referirse al propio Kerensky, “En realidad, tras cuatro meses de revolución sin un líder claro, fue el primero en rellenar ese vacío”[5]. Pero Kerensky contó con numerosos problemas. El primero la paulatina pérdida de apoyos entre los elementos obreros que vio como con el golpe de Estado de Lavr Kornilov se diluía completamente. El peso de la derrota de ese golpe de Estado vino por parte de los elementos revolucionarios y Kerensky perdió gran parte de sus aspiraciones de consolidar un modelo de revolución alejada de bolcheviques, socialistas revolucionarios de izquierda y anarquistas. De hecho la película Octubre hace una comparación entre Kerensky y Kornilov, comparando a ambos como sendos Napoleones y poniéndolos en el eje contrarrevolucionario.
            Igualmente la película analiza de forma un tanto maniquea a los actores políticos. Mientras mencheviques y socialitas revolucionarios se debaten en el congreso del Instituto Smolny en sus apoyos al Gobierno Provisional, solo los bolcheviques son los defensores de dar el paso definitivo a la revolución socialista. Aquí cabría hablar de un gran silencio alrededor de los socialistas revolucionarios de izquierda y de lo anarquistas en la película[6]. Quizá por la parte espinosa que significó las colisiones posteriores entre agentes que participaron en el propio Comité Revolucionario y dieron forma a un proceso mucho más complejo de lo que nos han legado. Ni siquiera la presencia de los marinos de Kronstadt hace suponer en la película la influencia de otros agentes que no fueran los bolcheviques. Y eso a pesar de la enorme influencia que anarquistas y socialistas revolucionarios de izquierda tenían en la fortaleza militar de Kronstadt y su soviet, realmente plural y cercano a la llamada democracia obrera, con figuras tan representativas como los anarquistas Efim Yarchuk o Anatoli Zhelezniakov[7].
            Por último habría que reseñar, entre algunas otras cuestiones, la imagen romántica de la toma del Palacio de Invierno por parte de unas masas obreras que asaltan las dependencias, detienen al gobierno provisional, Lenin sube al estrado del Congreso de los Soviets en el Smolny como presidente y se empieza a legislar en favor del socialismo. Unas medidas que, en realidad, provocaron un fuerte debate entre las fuerzas revolucionarias, por cómo se tenía que desarrolla el Decreto de la Tierra (socialización frente a nacionalización) o el Decreto de la Paz (oposición de socialistas revolucionarios de izquierda y anarquistas al Tratado de Brest-Litovsk). La imagen de Vladimir Antonov-Ovseyenko redactando la detención del gobierno provisional fue mítica. Sin embargo esa toma no fue así, sino algo mucho más planificado y donde la resistencia a la Revolución de Octubre fue completamente nula por las escasas bases de apoyo con la que contaba el gobierno provisional de Kerensky que ya había huido. Curioso el final del propio Antonov-Ovseyenko, que fue durante la Guerra Civil española cónsul soviético en Barcelona, y que a su regreso a Moscú fue fusilado en medio en de las purgas del estalinismo en 1937, como la casi totalidad del Comité Central del Partido Bolchevique protagonista de 1917.
            Aun así, a nivel histórico la película Octubre no está mal trabajada. Es la visión propagandística de los vencedores pero con una fuerte carga de investigación histórica legada por la obra del periodista norteamericano John Reed Diez días que estremecieron el mundo, tal como se expresó más arriba. Los escenarios de la película (Instituto Smolny, Palacio de Invierno, crucero Aurora, etc.) eran los mismos que de las jornadas revolucionarias que puso fin al zarismo y al gobierno provisional.

Coda

            Decía León Trotsky en 1923: “El hecho de que hasta ahora no hayamos intervenido en el cine demuestra lo despistados e incultos que hemos sido, por no decir completamente estúpidos. El cine es un instrumento que se impone por sí mismo, es el mejor instrumento de propaganda.”[8]. Y aunque la imagen documental se dejó ver durante la Revolución rusa y la Guerra Civil rusa (asalto a sedes anarquistas, despliegues del ejército en el frente, etc.), no fue hasta que la situación interior del país se comenzó a estabilizar cuando se pudo afrontar el reto de la imagen.
            A partir de 1923 comenzó a proliferar un importante cine soviético, con fuerte carga de propaganda, pero con una calidad inconmensurable, que puso en la cima de la cinematografía a directores que pasarán a la historia. De esta época hay que destacar La huelga (1924) o El acorazado Potiokim (1925), ambas de Eisenstein, para conmemorar la Revolución de 1905. Esta última película fue considerada la mejor de la historia del cine según la clasificación de Bruselas. Eisenstein tuvo nuevos proyectos tras Octubre, destacando su película La línea general (1929) (conocida también como Lo viejo y lo nuevo) donde el protagonismo en la creación de koljós pasa de la masa de sus anteriores películas a una protagonista concreta, Marfa Lapkina protagonista de la película.
            Pero no solo Eisenstein abordó cuestiones de la Revolución rusa. Vsevolod Pudovkin se acercó a la temática a través de La madre (1926), como adaptación cinematográfica de la novela de Máximo Gorki, o con El fin de San Petersburgo (1927) como forma particular de homenajear a la revolución de 1917 y el nacimiento de la ciudad de Leningrado frente a la anterior de San Petersburgo.
            Alexander Dovjenko también tuvo su aportación en películas posteriores como Tierra (1930) o Dziga Vertov en una serie de películas como El aniversario de la revolución (1919), El tren de Lenin (1921), Historia de la Guerra Civil (1922) o la ya muy posterior Tres cantos sobre Lenin (1934). Vertov fue el más pionero en rescatar el acontecimiento histórico y también, posteriormente, quien aportó mayores cuestiones de estilo, montaje y desarrollo al propio cine.
            Hay muchos ejemplos pues la Revolución rusa de 1917 siempre fue una fuente de inspiración para los directores soviéticos y también de otros lugares.
            Lo que no cabe ninguna duda es que a la cabeza de estas películas habría que poner Octubre, una obra maestra del cine a caballo entre la ficción y el documental que legaría para la posteridad toda una imagen de la Revolución rusa de 1917.


[1] Marc Ferro. Historia contemporánea y cine, Ariel, Barcelona, 2000. Pág. 15-16
[2] José María Caparrós Lera. 100 películas de historia contemporánea, Alianza editorial, Madrid, 1997. Págs. 210-211.
[3] Manuel Villegas López. Los grandes nombres del cine, Planeta, Barcelona, 1973. Volumen I. Págs. 272-273
[4] David Renton. Trotsky, Haus Publishing, London, 2004. Pág. 68
[5] Julián Casanova. La venganza de los siervos. Rusia, 1917, Crítica, Barcelona, 2017. Pág. 101
[6] Estudios recientes sobre el anarquismo en la Revolución rusa son los siguientes: Carlos Taibo. Anarquismo y revolución en Rusia, 1917-1921, Catarata, Madrid, 2017; Julián Vadillo Muñoz. Por el pan, la tierra y la libertad. El anarquismo en la Revolución rusa, Volapük ediciones, Guadalajara, 2017.
[7] Paul Avrich. Kronstadt, 1921, Anarres, Buenos Aires, 2006; Alexander Skirda. Kronstadt, 1921. Proletariat contre bolchevisme, La Tête de Feuilles, París, 1971
[8] Marc Ferro. Op. Cit., Pág. 123

jueves, 22 de marzo de 2018

MUJER Y POLÍTICA EN LA SEGUNDA REPÚBLICA ESPAÑOLA. UN LIBRO DE FELICIANO PÁEZ-CAMINO ARIAS


“En el claroscuro de la Segunda República española (1931-1936/39) hay, al menos, dos elementos que arrojan mucha más luz que oscuridad. Uno es el esfuerzo por adecentar y expandir la educación, abordándola como un servicio público y sustrayéndola a la influencia clerical. El otro es la mejora sustancial de la situación legal de las mujeres y el incremento de su presencia en los asuntos públicos. En ambos aspectos el avance republicano llama la atención, no solo en relación con la situación precedente, sino sobre todo con respecto al brutal retroceso que le siguió”.

            Con este párrafo, que es toda una declaración de intenciones, comienza el libro de Feliciano Páez-Camino Arias Mujer y política en la Segunda República española. Perfil y actividad de las diputadas. En realidad nos encontramos ante un texto que el profesor Páez-Camino realizó como conferencia en la Universidad de Málaga y que la editorial de la misma se avino a publicar. Un texto que invita a leerse y a la reflexión de la pluma de uno de los mejores conocedores del periodo republicano español, sobre todo de las relaciones internacionales del mismo.
            Nos encontramos ante un texto breve pero de enorme valor historiográfico. Porque puede parecer un poco manido el hecho de volver una y otra vez sobre las cuestiones del voto femenino en la República, pero el profesor Páez-Camino ha logrado traspasar lo estrictamente del debate y acercarnos a la personalidad de todas y cada una de las diputadas que se sentaron en los escaños del Congreso en el periodo que media entre 1931 y 1936.
            La estructura del libro es muy simple. Se ha dividido la historia en los bienios republicanos y se ha analizado las candidaturas electorales de la izquierda y la derecha, haciendo un repaso biográfico a las diputadas que alcanzaron el escaño. Pero no solo es eso. Se ha mostrado toda esa actividad con el telón de fondo del contexto histórico y no se ha olvidado Páez-Camino de otras mujeres que aun siendo candidatas al Congreso no conquistaron el acta.
            No nos encontramos pues ante un texto que vuelve a repetir los argumentos del debate del debate en las Cortes entre Clara Campoamor (defensora del sufragio femenino) y Victoria Kent o Margarita Nelken (que eran partidarias de posponer ese debate). Si bien esa cuestión se aborda en uno de los epígrafes del texto, lo interesante y lo que aporta es la contribución que todas esas mujeres tuvieron para el avance político en la sociedad.
            Con mucho acierto, Feliciano Páez-Camino rompe algunos lugares comunes que existen alrededor de estas mujeres así como bastantes errores históricos que se han ido acumulando a lo largo de tiempo en obras que son referencia para el estudio de la Segunda República y del papel de la mujer. Igualmente el manido argumento de que el voto de la mujer favoreció a la derecha es perfectamente analizado en el libro, donde si bien pudo ser un debate en las elecciones de noviembre de 1933 (donde por primera vez la mujer tuvo acceso al voto) lo cierto es que apenas dos años y medio después ese mismo electorado dio el triunfo a la izquierda. Por ello el profesor Páez-Camino apunta algunos otros elementos que implican tanto al derrota como la posterior victoria electoral de la izquierda (sistema de coaliciones electorales, abstencionismo o participación libertaria, etc.).
            Fueron nueve las diputadas en las cortes republicanas: Victoria Kent Siano, Clara Campoamor Rodríguez, Margarita Nelken Mansberger, María Lejárraga García, Matilde de la Torre Gutiérrez, Veneranda García-Blanco Manzano, Francisca Bohigas Gavilanes, Julia Álvarez Resano y Dolores Ibarruri Gómez. De ellas solo una fue diputada en las tres legislaturas (Margarita Nelken por Badajoz) y solo fue una diputada de derecha (Francisca Bohigas Gavilanes). Sus perfiles políticos, sus aportaciones, sus discusiones y sus diferencias son perfectamente plasmados en el libro de forma simple y profunda. Quizá para nuestro interés hay dos de ellas que siendo más desconocidas puedan llamar más la atención. La primera la única diputada de derecha, Francisca Bohigas Gavilanes, que salió elegida por León en la candidatura de la CEDA. Una persona muy vinculada al catolicismo y la educación que continuó en España tras el golpe de Estado de julio de 1936 (al que mostró su apoyo) y en la dictadura franquista. La otra de las diputadas menos conocida es la figura de Veneranda García-Blanco Manzano, diputada por el PSOE en Oviedo en 1933.
            Feliciano Páez-Camino hace todas las divisiones posibles. Sus adscripciones ideológicas (republicanas, socialistas, comunistas, derechistas), las legislaturas (Margarita Nelken en todas, Victoria Kent en la primera y la tercera, el resto solo en una de las tres). Pero no solo se queda en las elegidas pues también aborda los resultados de algunas de las que no fueran elegidas, analizado la forma de voto y la situación que tenían en las listas electorales, donde se denota que la izquierda primó más la participación de la mujer que la derecha. Otros nombres jalonan el libro como el de Isabel Oyarzábal (Isabel de Palencia), Matilde Huici, Federica Montseny, Belén Sárraga, María Rosa Urraca Pastor, etc. Quien se pueda acercar a la obra podrá comprobar in situ la importancia de personajes como la navarra Julia Álvarez Resano, diputada por Madrid en 1936, o la interesante vida de María Lejárraga (o María Martínez Sierra) diputada por Granada en 1933.
            No se queda Feliciano Páez-Camino en la vida de las diputadas en 1939, sino que hace un interesante capítulo de lo que las deparó en el exilio o en su permanencia en el interior (para el caso de Bohigas). Una generación irrepetible que, al mismo tiempo, fue extremadamente longeva salvo en algún caso particular.
            El texto se cierra con una pequeña entrevista que hicieron al autor en la revista Lamaga News.
            El libro es muy recomendable, muy fácil de leer y muy bien escrito. La importancia del mismo y del olvido que se ha producido alrededor de las mujeres nos la da el propio autor ya casi finalizando el libro en el siguiente párrafo:
“Sabemos que algunos de los más categóricos promotores de la Guerra Civil usaron con profusión el término ‘la anti-España’ para referirse al amplio espectro de sus enemigos ideológicos. Vemos aquí que estas mujeres a las que vilipendiaban, no solo encarnaban, como sus compañeros varones, la anti-España sino que también eran la anti-mujer. El designio era excluirlas, no solo de la comunidad nacional, sino de la condición femenino.”
            Porque aunque breve, Feliciano Páez-Camino deja clara dos cosas aunque sea de forma implícita. La primera es lo que sostenemos muchos desde el campo de la educación y la investigación. Unir la República a la Guerra Civil es un craso error, pues determina que el fracaso de la experiencia republicana conlleva una guerra. En realidad la República hay que investigarla como una entidad independiente, como la primera experiencia democrática del siglo XX con sus aciertos y sus errores. Es la Guerra Civil la causa de una consecuencia terrible: el establecimiento de una dictadura de corte fascista y autoritaria que duró demasiado tiempo y se cobró infinidad de víctimas. Y a raíz de esto último hay que engarzar la segunda cuestión. El franquismo no solo fue una dictadura con una represión cruel en lo personal sino en lo psicológico y sociológico. Y estas mujeres que contribuyeron al avance social chocaron con un muro de hormigón llamado nacional-catolicismo que las condenó al ostracismo y las relegó en la historia. Por eso hoy es tan desconocida aun.
            Gracias a Feliciano Páez-Camino Arias y esta pequeña gran obra se esclarece un poco (o mucho) aquel periodo del que somos deudores y deudoras.

Pd: De la magnífica pluma de Feliciano también existe la novela En el sabor del tiempo que comentamos en esta bitácora hace años
http://fraternidaduniversal.blogspot.com.es/2013/02/en-el-sabor-del-tiempo-una-novela.html

viernes, 9 de marzo de 2018

NOVEDAD EDITORIAL. "Activistas, militantes y propagandistas. Biografías en los márgenes de la cultura republicana (1868-1978)"

Hay libros y obras que cuando los escribes o los coordinas tienes la sensación no solo de que estas realizando un trabajo interesante sino que estás contribuyendo con ello a esclarecer algunos aspectos de la Historia.
Cuando en el curso del congreso de la Asociación de Historia Contemporánea que se celebró en Albacete en septiembre de 2016, Eduardo Higueras Castañeda, profesor de la Universidad de Castilla-La Mancha en el campus de Cuenca, Rubén Pérez Trujillano, investigador de la Universidad de Sevilla en el departamento de Historia del Derecho, y un servidor decidimos hacer este libro, lo decidimos con mucha ilusión pero, quizá, no sabíamos que se iban a superar las expectativas. el objetivo del libro era claro: rescatar del baúl de la Historia a algunos personajes que por su transcendencia o importancia fueron determinantes en algunos momentos históricos pero que actualmente han caído en el olvido. Podría parecer que muchos personajes entrarían en esa categoría. Y es verdad. Por eso decidimos dar una perspectiva más: que fuesen personajes fronterizos, gente que se movió en varios mundos dentro de esa gran cultura republicana de la que salieron muchas más escuelas y acabaron formando sus propias culturas. No era tarea fácil.
Lo primero que hicimos fue confeccionar una lista de personajes y de posibles autores y autoras que  pudieran participar en la obra. Hay que decir que fue tal en número de nombres que la obra se desbordó. Sin embargo, poco a poco le fuimos dando una forma y conformó el volumen que tan profesionalmente ha editado Athenaica.
Ningún libro es fácil de hacer, pero este ha sido una maravilla poder desarrollarlo. No solo por los personajes que se han podido rescatar, sino por la enorme calidad de las plumas que han  intervenido en el mismo. Por mi parte me siento realmente satisfecho del trabajo realizado, de la calidad del producto y de haber podido trabajar junto a dos compañeros que han demostrado profesionalidad, interés y buen hacer, además de atesorar unos conocimientos impresionantes sobre la materia. No solo ha sido trabajar con compañeros de profesión sino también con amigos.
Ahora disfruten de esta obra. Avisaremos de presentaciones en un futuro.

Toda la información sobre el libro y para poder adquirirlo se puede encontrar aquí:
https://www.athenaica.com/libro/activistas-militantes-y-propagandistas_78965/

martes, 6 de marzo de 2018

EN DEFENSA DEL OFICIO DE HISTORIADOR

Artículo publicado en la edición digital del periódico El Salto diario

Hace pocos días, el Ayuntamiento de Madrid ha presentado un proyecto de memoria histórica que ha rescatado la dimensión de la represión franquista por los fusilamientos efectuados en las tapias del cementerio de La Almudena. Un trabajo de investigación que ha ampliado la cifra de ejecuciones de 2663 que había establecido el libro de Mirta Núñez y Antonio Rojas Friend a 2934 que ha establecido las investigaciones del historiador y profesor de la UCM, Fernando Hernández Holgado. Cuestión que ha determinado que el Ayuntamiento de Madrid promueva un memorial para los fusilados en las tapias del cementerio del Este.
            Pero aquí no voy a hacer un repaso a la historia de la represión en la ciudad de Madrid, que también ha ocupado algunas páginas de mis investigaciones, sino a la defensa de un oficio, el de historiador, que con cuestiones como está se pone en tela de juicio por parte de algunos políticos, algunos periodistas y algunos voceros de los que crean opinión pública. Y lo hago desde la posición de quien ejerce este noble oficio de la investigación y la docencia histórica.
            Fue curioso comprobar como tras la exposición de resultados de las investigaciones del profesor Hernández Holgado, siguió una lista de insultos y descalificaciones a su investigación e, incluso, a su persona. La portada de un periódico de este país hablando de supuestos homenajes a “chequistas” o la vinculación instantánea el profesor Hernández Holgado a Izquierda Unida para desacreditar su imparcialidad en las investigaciones, no es nuevo. Hace dos años asistimos a uno de los ataques más espectaculares contra investigadores e historiadores cuando una campaña contra la Cátedra Complutense de Memoria Histórica del siglo XX tumbó un proyecto de memoria histórica para la ciudad de Madrid bajo acusaciones de baja estofa a sus integrantes. Desde su directora, Mirta Núñez, hasta los componentes del grupo de investigación del mismo (incluido el que firma estas líneas). Y estos ataques no venían determinados por trabajos de investigación que pusieran en entredicho las hipótesis o conclusiones de sus integrantes. Los ataques fueron ad hominem y vinculando a cada integrante a una ideología política concreta y con acusaciones falsas que no se correspondían con la realidad. Pero el objetivo de tumbar el proyecto, se consiguió.
            Este tipo de actitudes se deben a varias cuestiones básicas:
-          En primer lugar al nulo respeto que se tiene al trabajo de investigación histórica. Los historiadores o investigadores pasamos horas y horas en bibliotecas, archivos, contrastando datos, pagando de nuestro bolsillo viajes a recónditos lugares solo por localizar fuentes primarias que nos permitan reconstruir nuestro pasado. Crear el armazón para escribir un libro o un artículo científico son meses y años de investigación. Tiempos largos para tener bien cogidos los puntos nodales de las hipótesis y conclusiones que quieres mantener. Sin embargo, tras todos esos trabajos, determinados sectores sociales desacreditan la investigación argumentando “falta de objetividad” por cuestiones ideológicas, favoritismos o desconocimiento. Muchas veces los argumentos no pasan de decir una militancia política o el típico “yo me he leído un libro que no dice eso”.
-          Lo segundo porque el oficio de historiador tiene una fácil intrusión. Los intrusos de la Historia son frecuentes y suelen sentar cátedra y dar lecciones a aquellos que si siguen un criterio científico a la hora de estructuras investigaciones y trabajos. Esto no quiere decir que para ser historiador haga falta una licenciatura o un doctorado en la materia, pero si hace falta saber discriminar la información, darle sentido y coherencia como la materia científica de la Historia reclama. Esos intrusos de la Historia montan obras en tiempo record que se venden como churros y que desacreditan a investigadores de amplio calado y profunda formación (profesionales en su materia)
-          Los argumentos ad hominem son un recursos fácil para desacreditar. Y curiosamente, esa desacreditación viene siempre en nuestro país cuando te vinculan a algunas de las ideas que fueron derrotadas tras la Guerra Civil española. Ser comunista, republicano, socialista o anarquista e historiador a la vez no puede ser para algunos sectores, porque mediatiza tu visión y haces una historia “subjetiva” y “militante”. Sin embargo, se reclama esa “objetividad” desde grupos que son también políticos y mediatizan su visión a partir de la llamada “equidistancia”. Si un historiador es profesional su ideología política no le mediatiza. Y esos historiadores que se les acusa de ello tienen obras de investigación que son fundamentales para entender nuestro pasado inmediato. Además, es muy curioso que estas cuestiones estén tan en boga pues en otros tiempos no eran así. Albert Soboul pasa por ser uno de los historiadores más afamados y más importantes sobre la Revolución francesa. Sus teorías, hoy algunas superadas, son parte imprescindible para entender ese acontecimiento. Albert Soboul era también militante del Partido Comunista Francés. Y aunque hubo siempre quien se lo reprochó, la comunidad científica histórica no consideró eso un valor fundamental para censurar una obra. Muy por el contrario estamos ante uno de los mejores historiadores de dicha materia. Daniel Guerin fue un historiador francés especialista en historia del anarquismo y del fascismo. Profesor de Universidad, Guerin tiene obras de importante calado y de profunda investigación para entender la historia del anarquismo y de los movimientos totalitarios. Guerin era anarquista (a caballo con el marxismo), pero sus ideas no le impiden realizar un trabajo profesional. Eso es lo que se pone en duda constantemente en España. Si tienes unas ideas automáticamente era catalogado de algo y tu obra desautorizada en muchos círculos. A este juego también caen historiadores profesionales que se sienten cómodos en lugares comunes y prefieren catalogar y descalificar a investigar y debatir.

            Siguiendo un poco con este hilo argumentativo, la verdad es que los esquemas se repiten una y otra vez. El lenguaje utilizado es el lenguaje del franquismo. La utilización del término “chequista” es ya de por sí una anomalía. Las palabra checa, de origen ruso, se utilizó en España para denominar a los centros de detención ilegales que partidos políticos y sindicatos del Frente Popular tuvieron hasta noviembre de 1936, que fueron clausurados por orden gubernativa (echen un vistazo a la historia). Sin embargo, aunque el término hizo fortuna entre los sublevados contra la República y los sectores de la derecha, esas estructuras no eran checas. Eran Comités, conformados por integrantes de distintas organizaciones, que no tenía vinculación orgánica ni con el Estado republicano ni con las propias organizaciones políticas y que ejercieron una acción arbitraria contra personas que no pasaron por ningún juicio. Una situación que finalizó por orden del Ministerio de Justicia en noviembre-diciembre de 1936 y que estructuraba Tribunales Populares frente a la arbitrariedad de los Comités. Algunos de aquellos dirigentes e integrantes de Comités fueron juzgados por las propias leyes republicanas. Muchos excesos que se cometieron en la retaguardia republicana fueron juzgados por estos tribunales. Por ejemplo el asalto a la prisión de Durango que acabo con penas contra dirigentes de la UGT vasca. Estas cuestiones terminológicas y de funcionamiento de los Comités en Madrid han sido ampliamente trabajadas por historiadores como Javier Cervera Gil o, muy recientemente, por el joven historiador Fernando Jiménez Herrera con una magnífica tesis doctoral sobre la represión republicana en Vallecas y que, esperamos, pueda publicar en recientes fechas. Hay muchos más, desde luego.
            Desautorizar el trabajo del profesor Hernández Holgado diciendo que se hace una defensa de “chequistas” es de muy baja estofa. Lo que el grupo del profesor Hernández Holgado ha hecho es recuperar las ejecuciones que sentenció un tribunal contra personas que no tuvieron ni la más mínima posibilidad de defensa. Porque los tribunales militares franquistas no estaban ni conforme al Estado de Derecho ni garantizaban un juicio justo al reo. Lejos de una presunción de inocencia (propia de nuestra sociedad) existía una afirmación de culpabilidad (propia del totalitarismo).
            Cada vez que se habla de “chequistas” se hace referencia a la fuente por antonomasia: la Causa General. Una fuente que hemos utilizado todos los historiadores pero que, desde luego, hay que coger con pinzas y contrastarla con otras. Es una fuente realizada bajo el patronazgo del franquismo. Hernández Holgado y su grupo lo que han hecho ha sido trabajar con ella y ponerla en relación con los censos, con los libros del cementerio, con los archivos militares, con el registro civil, etc. Esa es la labor del historiador. Y curiosamente, en la mayoría de los casos que se realizan ese tipo de trabajos científicos, las cifras de la represión franquista sube y la de la represión republicana baja. Porque lo que hicieron las fuentes franquistas en las que se basan muchas afirmaciones fue relativizar u ocultar la represión ejercida por el régimen de Franco y sobredimensionar la republicana, que efectivamente existió y quien lo niegue miente.
            Estas cuestiones que son sencillas en España no son tenidas en cuenta. Y lo que se hace una y otra vez es desautorizar y atacar de forma indiscriminada a los historiadores. Cuestión que proviene, curiosamente, de aquellos que en su vida han pisado un archivo ni saben que es eso de contrastar fuentes. Los historiadores pueden tener distintas conclusiones sobre mismos acontecimientos. Esa es una de las riquezas de la ciencia histórica, que como ciencia humana no es axiomática ni crea leyes universales. Pero una cosa es discutir sobre historiografía, donde la hay más progresista y más conservadora, y otra muy distinta es desautorizar por decreto a alguien que ha escrito algo y que no le gusta ni a algunos políticos o periodistas de turno, que demuestran su ignorancia supina sobre la historia de España. No olvidemos una cosa. La memoria histórica es un movimiento social que esta cubriendo las vergüenzas que no asume el Estado. Pero también es una corriente de investigación histórica conformada por profesionales a los que mucha gente no les tiene ni el más mínimo respeto. Somos profesionales, desarrollamos nuestro trabajo y pedimos respeto para nuestro trabajo.
            Y hay que decir ¡ya basta!.